Empiezo a escribir estas líneas con unas especial satisfacción, pues la barra parisina que nos ofrece Monsieur Robuchon es un alarde de elegancia, diseño y, sobre todo, de cocina de altura.
Así, las cenas en l’Atelier, pues el color rojo y negro que domina la sala y la fachada acristalada del restaurante casi exigen que la visita sea nocturna, son, junto con Pierre Gagnaire y l’Astrance, la mejor oferta gastronómica de París.
Oferta gastronómica que, diferenciándose de la mayoría de la mesas de París, es de marcado carácter informal e, incluso, divertido, sin perder un ápice de romanticismo, y que nos permite degustar platos como:
La copa de huevo a baja temperatura, crujientes y crema ligera de “rossinyols”, sobre la que si me limito a afirmar que cada uno de los componentes del plato está ejecutado a la perfección, creo que no necesito ningún otro esfuerzo descriptivo para señalar la excelencia del mismo.
La terrina fina de manitas de cerdo sobre coca de cristal y lascas de parmesano, que es, seguramente, el plato menos logrado que me ofrecieron, pues un corte muy fino de una correcta terrina sobre una base crujiente es mucho menos de lo que uno espera de la talentosa cocina de l’Atelier. No obstante, a partir de este momento de la cena y hasta su último suspiro, todo fue sobresaliente, como lo demuestran:
Una perdiz (rosada y de sabor puro) envuelta, junto con un excelente foie, por hojas col, y todo ello coronado por lascas de trufa negra. Lujoso sabor a campiña francesa.
Un caldo de ave (servido casi hirviendo), aderezado con brotes frescos y albahaca, y en el que uno preparaba, a su punto, unos finísimos raviolis de foie que, crudos, acompañaban al plato. Interesantísima la propuesta de hacer intervenir al comensal en la terminación del plato.
Un fantástico Steak tartar, por supuesto, cortado a cuchillo, acompañado de las mejores patatas soufflé.
O los postres. Un casi etéreo souffé de Chartreuse (suave y sutil digestivo) con helado de pistacho, y un pastel de chocolate "Manjari" acompañado de un sorbete picante de frutos rojos y merengue crujiente. Creo que con decir que los postres casi alcanzaban el nivel de “Les Desserts de Pierre Gagnaire” ya está todo dicho.
Es por todo lo anterior, junto con los sabores, aromas, texturas, etc. que estás líneas no pueden condensar, que L’Atelier de Joël Robuchon está considerado como el decimoctavo restaurante del mundo por la prestigiosa S.Pellegrino World's 50 Best Restaurants Guide.
Un placer gastronómico, a la par que una bocanada de aire fresco a la, tan a menudo, recargada restauración francesa.
Precio: 120 € + vino
Calificación: 17/20
Hola, Eduard!
ResponderEliminarAnte todo, ¡enhorabuena por la creación del blog! Estoy seguro que dará ideas y satisfacciones a gastrochalados como yo.
Robuchon es una de mis grandes (muy grande, en este caso) asignaturas pendientes. Hace tiempo que quiero pasarme por allí pero, por una razón o por otra, siempre que he estado en París he acabado eligiendo otro destino gastronómico.
Después de leer tu artículo, confirmo que de la próxima no pasa.
Un saludo !
Eduard!
ResponderEliminarTuve la suerte de estar en el Atelier de Jöel Robuchon en Hong Kong, y ha sido una de las experiencias gastronómicas más intensas de mi vida, totalmente de acuerdo con tus comentarios...
Espectactular concepto.
ayyy los franceses.. como saben de esto!!!!