Lo dicho…
Bagaje, como el conocimiento, adquirido en sus anteriores y más que exitosas –haciendo el arriesgado, tal vez temerario, paralelismo de éxito y favor del público- aventuras, de las apetencias del público barcelonés.
Recursos, que han posibilitado que el restaurante Boca Grande se erija en una de las calles más selectas y, en consecuencia, caras de Barcelona y que pueda presumir de una más que cuidada decoración que responde a la firma de Lázaro Rosa Violán.
Filosofía, que corresponde inculcarla –no le costará mucho- a los suyos al jefe de cocina del restaurante Boca Grande, esto es, a Xavi Tranque (The Mirror, Palau de la Música…) y que se asemeja bastante –un combate justo exige mismas armas- a la que blanden la mayoría de los restaurantes del Grupo Tragaluz: BONITO, bueno y… se acabó.
Y a fe de Dios que bonito lo es el restaurante Boca Grande. Algo “macro” y recargado para mi gusto, en particular su local de copas alojado en la planta superior del restaurante y que responde al nombre de Boca Chica, y con ciertas lagunas de iluminación –y no lo digo para excusarme por unas fotos mejorables-, pero bonito.
Lo de bueno, bueno… Sin duda lo intentan, y prueba de ello son una carta con creaciones más que sugerentes y la utilización de productos, como mínimo en todos los platos que probé, de una notable calidad (morro de bacalao, pescado salvaje, pan de la panadería Crustó…). No obstante, las cocciones: pasadísimas, y unos postres –junto con el mío probé los de mis dos acompañantes- mediocres me obligan a pronunciar lo de bueno “con la boca pequeña” –ya me perdonaréis, pero era demasiado fácil este juego de palabras-.
Y lo que no está, no debe estar, pues la relación calidad-precio del restaurante Boca Grande, siendo particularmente sangrantes los capítulos de los postres y, especialmente, el de los vinos –referencias multiplicadas hasta por cuatro-, es muy mejorable.
Y cuanto he dejado escrito, con base en:
Unas notables anchoas con pan con tomate de la panadería Crustó.
Unos excelentes “buñuelos” de bacalao. Sin duda, lo mejor de la noche, aunque de buñuelos no tenían nada, pues era morro de bacalao en tempura.
Unos medallones de pulpo con panceta y cremosos de patata que, seguro, hubiese hecho honor a su sugerente enunciado si la textura durísima del pulpo, por una cocción excesiva, no hubiese intervenido en la ecuación.
Un rodaballo al horno de una notable calidad, aunque, dicho sea todo, dado un paso por el horno injustificada e incomprensiblemente largo se requerían verdaderos esfuerzos para apreciarla.
Y un anodino –como eufemismo de los peores que he comido últimamente- coulant con helado de avellana –sin duda, lo mejor del postre, tanto en valor relativo como absoluto- y caramelo.
En definitiva, un restaurante que, seguro, a muchos convencerá y al que le auguro un próspero futuro pero que, a un servidor, al que hay que convencerlo, con hechos y no palabras, por la boca y no por la vista poco tiene a ofrecer.
Bodega: Brunus Rosat 2010 (Garnacha). Portal del Montsant. DO Monsant
Precio: 40 € (comida) + 26 € (botella de Brunus: ¡Indecente!).
En pocas palabras: Por la boca vive y puede que muera este pez.
Indicado: Para los que el marco es tanto o más que la comida.
Contraindicado: Para los que tiene claro que comer, ir al teatro o a un club son actividades que ni juntas ni revueltas, mejor una detrás de la otra.
Passatge de la Concepció 12, Barcelona
934 675 149