Un refrán tan nuestro como “no le pidas peras al olmo” y la expresión popular “los experimentos con gaseosa” podrían definir perfectamente la gastronomía turca.
Sin duda, la cocina turca se construye desde unos productos de primerísima calidad, mereciendo ser especialmente destacadas sus verduras y hortalizas, sus frutos secos y su pescado, y la tradición sigue siendo su faro. Asimismo, merece destacarse que, a diferencia de lo que sucede en nuestro país, en Turquía pude apreciar que la gastronomía no es todavía un fenómeno cultural tal como nosotros lo antendemos, y que los alimentos hacen bueno su nombre: sirven para alimentarse -realmente me sorprendió muchísimo ver la velocidad con la que comían nuestros futuros compañeros de la Unión (en el tiempo que nosotros comíamos en la mesa de al lado se servían entre dos y tres ágapes).
Así se explica que la única incursión que hice a un concepto de restaurante de corte más europeo fuese un absoluto fracaso, gastronómicamente hablando, pues su emplazamiento bien merecía la visista y, en cambio, el resto de comidas que hice a salto de mata o en cualquier chiringo fuesen, en mayor o menor medida, auténticos regalos para el paladar.
Cuatro serían los lugares, definir a algunos de ellos como restaurantes me parecería desvirtuar el concepto de restaurante, en los que comer en Estambul. Tres de ellos más que recomendables.
Comenzando por el menos interesante, éste sería el que identificaríamos con nuestra oferta gastronómica más típica, pues, como ya apuntaba, en Estambul saben hacer lo que saben hacer y, por el momento, el modelo de restaurante francés que se impuso en la vieja Europa hace ya unas décadas parece que no obtuvo el visado cuando intentó desembarcar en Turquía.
Las fotos de la cena europeizada que constituyó el único fracaso gastronómico de la visita son las que siguen.
Sí, esto último pretendía ser un parfait de vainilla. ¿A que hacía tiempo que en un restaurante de 75€ el cubierto no veíais una vainilla amarillo pollito? Pues como veis, parece que en Estambul las bayas de vainilla son todas unas desconocidas.
En cambio, el kebab acompañado con arroz y unas berenjenas fritas que se puede degustar en cualquier chiringo;
Un menú confeccionado a base de platos típicos degustado en toda casa de comidas turca (atención con el picante, pues si bien no se sitúan al nivel de Méjico, poco les falta);
(Los anteriores platos son, por orden de aparición –esto ya parece una función teatral- unos calamares con salsa de yogur y ajo, unas verduras a la parrilla –increíbles las berenjenas-, una pechuga de pollo con una salsa de soja y miel, unas brochetas de cordero y unas salsa de cebolla, yogur y eneldo, páprika, y berenjena y tomate que lo acompañan casi todo)
O un pescado –qué buenas son las lubinas que regala el bósforo- a la parrilla en cualquier pueblecito a orillas del mar son todas ellas opciones más que recomendables.
(La de la foto, la degusté en el pueblo de Anadolukavagi. Una localidad situada en la orilla asiática del bósforo casi a tocar del Mar Negro. Destacar también que, la travesía en barco para llegar a este pueblo es de los recuerdos más bonitos que me traigo de mis días en Estambul)
Tres recomendaciones para terminar:
Los vinos turcos, y siguiendo los criterios de calificación de la ESO: necesitan mejorar y, particularmente, los vinos tintos. Así que os recomendaría centraros sólo en degustar vinos blancos. De entre los que probé, el Çankaya se llevaría el premio a la mejor relación calidad-precio.
No os perdáis el mercado de las especias de Estambul, sencilla y llanamente: espectacular.
Visitad la pastelería Saray situada en la zona de TakSim de Estambul, pues en ella degustaréis los mejores dulces típicos de Turquía. Mi favorito, sin atisbo de duda, el baklava de fistikli o, lo que es lo mismo, un montadito de hojaldre bañado en miel y relleno de pistacho. Por cierto, no dejéis pasar la oportunidad de acompañar todos estos dulces con kaymac, una crema densa que se obtiene de la parte de arriba del yogur: el acompañamiento perfecto para rebajar el excesivo dulzor de la mayoría de la repostería turca.
Lo olvidaba, ya se leer el futuro en los posos del café, una amiga turca me enseñó, aunque debo confesar que es más fácil de lo que parece, pues con la cantidad de poso que deja cada café turco uno hasta llega a hartarse de señales que encuentra. En mi primera lectura atisbé desde un dos, hasta la estatua de la libertad, pasando por un cocodrilo. El entretenimiento en las próximas cenas de amigos que organice está más que asegurado.