En esta bonita y tranquila casa de Llafranc se ofrece al comensal una propuesta gastronómica, entorno a productos de alta gama tratados con cierta creatividad, más que correcta.
Así, en un comedor de apariencia moderna, mas muy cálido gracias a la chimenea que lo preside, pueden degustarse platos como:
Las gambas de Palamós rebozadas con fideos crujientes, y acompañadas de soja y wasabi, fue, seguro, el plato más flojo de la noche, pues el punto de cocción de las gambas estaba algo pasado, y un rebozado de fideos fritos, soja y wasabi, a mi parecer, no son el mejor compañero de viaje gustativo para poder apreciar los explosión de sabores que regala cada uno de estos crustáceos ampurdaneses.
Con la terrina fría de rabo de buey se tomó una senda de platos notables que no se perdió hasta el final del ágape. Así, gracias a las finas láminas de una terrina preparada con rabo de buey y las verduras empleadas en su cocción, se colmaba el paladar de melosidad y de una intensidad de sabor altísima, que en ningún momento devenía pesadez debido, principalmente, a las verduras tan bien integradas en la terrina.
El canelón tibio de puerro con cigalas y ralladura de parmesano que siguió a la terrina resultaba un plato de sabores muy amables gracias al canelón relleno de puerro confitado que tan bien se ajustaba a la sutileza de sabores de unas cigalas semi-crudas.
El carré de cordero (punto de cocción perfecto, rosa pálido), perfumado al romero y acompañado de verduritas al dente, lascas de parmesano y puré ligero de patatas era todo lo que prometía, así que, seguro, ya se estarán imaginando el deleite gustativo que sentí.
Los postres me brindaron la oportunidad de degustar una de las Tatins de manzana mejores que he probado últimamente. De una preparación clásica perfecta, sólo ensombreció algo el conjunto el helado de vainilla excesivamente dulce que la acompañaba.
En definitiva, Casamar es un Hotel-Restaurante (simbiosis cada vez más frecuente y, afortunadamente, con mejores resultados que en otros tiempos) que merece la pena visitar si uno ronda por el Baix Empordà, si bien, a pesar de la excelente valoración que parecería merecer este restaurante, algunos de los platos que vi pasar por el comedor, y otros que degusté de mi compañera de fatigas gastronómicas (Steak tártar a las mostazas del mundo, y parfait glassée con chocolate blanco) eran bastante más flojos que los que yo tuve la oportunidad de saborear.
Así que, si me permiten, terminaré esta crónica con un: “afinen la puntería, que, seguro, su paladar se lo agradecerá”.
Vino: El Sequé
Precio: 70 €
Calificación: 13/20
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