Jordi Vilà sigue haciendo de las suyas y, ahora, tenemos la suerte de encontrarlo de martes a sábado detrás de los fogones de Dopo, uno de esos restaurantes clandestinos por los que merecería la pena zambullirse en los bajos fondos.
En Dopo, Jordi (Alkimia, Vivanda, Saltimboca, ex-Abrevadero) nos ofrece la mejor versión de la cocina Italiana, huyendo de la cocina espectáculo, para centrarse en la cocina de tradiciones y de sabores intensos. Asimismo, deviene un elemento característico y noticiable de Dopo la utilización de productos marcadamente mediterráneos (excelentes aceitunas y aceites, prodigioso el vinagre de módena, verduras que saben a lo que deben saber...). Lo tildo de noticiable por cuanto existe en las cocinas actuales una tendencia a recurrir a lo lejano aunque sea peor que lo local, sólo por el hecho de ser exótico, que no es de recibo, ilustrándolo perfectamente l’Astrance (Paris), restaurante en el que si se decidiese invertir todo el talento que atesoran sus fogones en el trato de productos menos exóticos, su cocina perdería la artificiosidad que le sobra y ganaría la autenticidad que le falta para alcanzar el olimpo de las buenas mesas.
Pero volviendo a Dopo, ahí van unas trazas de la mano de Jordi con la cocina latina.
Para empezar, mortadela con parmesano y un vinagre de módena más viejo que los cimientos de Santa Maria del Mar (espectacular). Lástima que la temperatura del conjunto fuese demasiado fría, e impidiese degustar hasta la última esencia del trío de sabores.
Seguimos con una pizza de factura perfecta. Tomate con sabor a tomate, albahaca fresquísima, aceite (picante en su justa medida), y una masa... finísima!
La siguieron unos dumplings rellenos de “rostit de la padrina”. Fantástica la pasta y el relleno, pero el conjunto era tal vez demasiado seco. La perfección se la daría el jugo de “rostit” de los canelones de l’Alkimia.
A continuación, burrata (producto de calidad media/alta) con un excelente aceite, y acompañada de aceitunas negras e higos. Gran combinación de sabores.
Lo mejor de la noche: Espaguetis con sepionetes, su jugo, aceite picante y, el toque que dotaba de perfección al plato, sutil ralladura de piel de naranja.
Como último plato, tagliatta con puré de berenjenas y setas. Factura muy correcta, pero tal vez requería algún acompañamiento más desengrasante.
Tal vez, e impropio de Jordi, lo más flojo fuesen los postres. Un chocolate con aceite y sal en el que le sobraba el aroma de naranja, y el pan tostado debería haber sido más ligero.
No podría terminar esta crítica sin referirme a:
La excelente dirección de sala llevada a cabo por Guillen (Espai Sucre, Jean Luc Figueras), perfectamente secundada por todo su personal de sala.
La práctica ausencia de márgenes en los vinos (incluso el propio Jordi se sorprende de ella).
Precio: 45 € + Vino
Calificación: 14/20
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