Había pasado por delante de sus puertas- sí, son dos: una da a la calle Londres y la otra al pasaje Pellicer- en repetidas ocasiones, y la sensación que me invadía era siempre la misma: apunta maneras pero... hay algo que no termina de convencerme. No obstante, y recibiendo el último empujón por parte del post sobre el concurso gastronómico The Best Dessert de Philippe Regol, en el que se concedía el primer premio al cocinero de Blau Bcn, ayer me decidí a probarlo.
Mis augurios se materializaron, y así, a pesar de los destellos de buen hacer culinario que durante la velada aparecieron, la noche dejó más sombras que luces.
Todo comenzó a torcerse ya en el aperitivo con unas croquetas de pollo excesivamente aceitosas. Es difícil de comprender como algunos restaurantes siguen incurriendo en errores de tan fácil solución: aceite suficientemente caliente y papel absorbente antes de servirlas.
Sin embargo, con el pulpo a la piedra, llegó a parecer que el traspié inicial podría quedarse en una anécdota, pues el pulpo marcado a la piedra sobre una crema ligera (casi espuma) de patata, y ahumada gracias al pimentón, era excelente, al nivel de las mejores preparaciones de pulpo que he probado (Casa Gerardo o As Garzas).
Lamentablemente, la progresión finalizó aquí, ya que la tortilla de patatas y bacalao que se sirvió a continuación volvía a adolecer de errores básicos: una patata cortada tan pequeña que no había cogido ningún sabor al freírla, y un bacalao que dejó demasiada agua y diluyó completamente el huevo semi-crudo del interior de la tortilla (ya no era babosa, como debería ser, sino que era acuosa).
La galta de ternera al oporto ofrecía, de nuevo, muestras de talento acompañadas de errores de bulto. Así, la galta cocinada a baja temperatura era excelente, sin embargo, la salsa al oporto era insípida y el pure de manzana y pera que la acompañaba estaba muy FRÍO!
Lo mismo ocurrió con el canelón de longaniza y rebozuelos (rosinyols). Un buen canelón, pues la pasta estaba al dente y la carne era tanto jugosa como sabrosa, pero en cambio, resultaba más discutible si los rebozuelos son la seta idónea para elaborar una salsa con crema de leche (¿tal vez mejor con trompetas de la muerte o con “boletus”?)
En los postres, como cabía esperar, fue donde aparecieron dibujadas más pinceladas de alta gastronomía.
Así, la sopa de romero con yogur griego, helado de limón y jengibre era un pre-postre, un postre de los denominados digestivos, perfecto.
El premiado postre Vincent, el nombre del cocinero de Blau Bcn, era una sopa de Tokaji, con un falso bizcocho de fruta de la pasión, espuma de coco, sorbete de mandarina y galleta rota, que si tal vez podría calificarse de notable por la composición de sabores y texturas (la más mejorable la del falso bizcocho de pasión, a años luz gastronómicos del casi etéreo bizcocho de coco servido en el Bulli), en absoluto se alza por encima del resto de postres ofrecidos en la ciudad condal, pues, a mi parecer, algunas de las preparaciones de Sergi Ferrer(Libentia) y Jordi Vilà (Alkimia) rayan a un mejor nivel.
Por último, el chocolate blanco, coco y pomelo, ofrecía al paladar una excelente crema de chocolate blanco, un correcto helado de pomelo y una insulsa ralladura de coco.
En definitiva, en Blau Bcn pueden degustarse unos postres notables, mas debido a la poco reseñable secuencia de platos que los preceden, la próxima ocasión que quiera disfrutar de un ágape a base de “últimos platos”, me dirigiré a Espai Sucre.
Vino: Les Sorts
Precio: 45 €
Calificación: 11/20
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