martes, 30 de junio de 2015

Venta La Duquesa

Primera entrega de los relatos cortos en los que serán servidas, a excepción de la del restaurante Aponiente –quijotesca será por extensión y puede que también pues en ella lidiaré con gigantes molinos-, las crónicas de los ágapes que me regalé durante mi breve periplo andaluz.

Tanto por decir tengo de la cocina de Ángel León que hasta en crónicas ajenas lo cito -¡Mal, muy mal, Eduard! El angelito ya tendrá su espacio, y no será poco-, así que, al toro.

En 1986, la familia Rodríguez-Prieto abrió, a los pies de la bella Medina Sidonia –un pueblo que bien merece el desvío-, el restaurante Venta La Duquesa.

Venta La Duquesa: una casa de comidas de carretera venida a más (hoy goza de la distinción Bib Gourmand –causa de mi visita-) y regentada por tres hermanos.

Y digo venida a más, pues Carmen, Miriam y Andrés han dotado a su restaurante de magníficas instalaciones (comedores modernos, patios acogedores, huerto propio, cámaras de maduración de carnes, una cocina a la última…) e intentan que la cocina del restaurante Venta La Duquesa trascienda la típica cocina de pueblo (Miriam, por ejemplo, intenta trasladar a su partida, la de postres, lo aprendido durante su “stage” en el Celler de Can Roca).

Aunque, mi sensación –eso sí, circunscrita al plano gastronómico- fue que tal advenimiento ha sido a menos, pues plagar una carta de referencias exógenas resueltas de forma discutible es solo un crecimiento cuantitativo y no cualitativo. La sabiduría popular reza que “menos es más”, ergo, y de la mano de un silogismo cogido con pinzas, más, sin fondo, debe ser menos.

Y la anterior sentencia se basa en una comida en la que brilló la tradición, derrapó el producto y se estrelló la creatividad malentendida. Sin duda, mucho mejor me hubiese ido de apostar por sus piezas de retinto a la brasa o por los platos de caza o los guisos tradicionales, pero mi afán aventurero –mudado en temerario en demasiadas ocasiones-, unas temperaturas sofocantes que no alentaban a la degustación de este tipo de cocina y, sobre todo, que esa noche me esperaba una cena en el restaurante Aponiente –ahora sí, la falca es de recibo- me condujeron a un ágape compuesto por:

Un buen aceite de hojiblanca cordobesa (Olivar del Carmen), acompañado de un correcto surtido de panes de Medina Sidonia –los mejores, las regañadas o "regañás" y los picos-.

Unas notables patatas aliñás servidas como aperitivo de la casa.

Un delicado pastel de perdiz acompañado con una buena compota casera de manzana.

Unas correctas gambas de Huelva a la plancha.

Una barroca ensalada compuesta por unos vulgares espárragos blancos en conserva, tres lechugas, una mayonesa de espárragos insípida y toques de sésamo y almendras garrapiñadas.

Una correcta presa a la brasa con patatas panadera y verduras.

Un notable cabrito al horno acompañado por unas excelentes patatas fritas.

Un dulzón –su función era refrescar el paladar y acabó por empalagarlo- sorbete de mandarina con aire de naranja y cítricos confitados.

Una versión del dulce típico de la zona, el alfajor (frutos secos, miel y especias), materializada en uno de los postres más pesados y empalagosos que he probado en mucho tiempo.

Y un excelente, de los mejores que he comido en mi vida –“ja em perdonaràs, iaia, allà on estiguis”- tocinillo de cielo con merengue. Por cierto, el menos dulce de los tres postres.

En definitiva, si bien el restaurante Venta La Duquesa no merita el desvío que bien merece el pueblo que lo cobija, si me hacéis caso y visitáis Medina Sidonia, la parada y fonda en casa de los Rodríguez-Prieto se me antoja como más que recomendable, eso sí, siempre que ese día no estéis imbuidos por el espíritu de Indiana Jones.

Bodega: Gran, por cantidad, valor y precios, carta de vinos. Mi elección bBB –no es una errata-: Barba Azul 2013 (Tintilla, Syrah, Merlot y Cabernet Sauvignon); Bodega Huerta de Albalá; Vino de la Tierra de Cádiz.

Precio: 45€. Precio medio a la carta: 30€-40€ + bebidas. Menú mediodía, disponible en su “tasca”: 12,5€.

En pocas palabras: Zapatero a tus zapatos.

Indicado: Para los que pueblo y tradicional adjetivan mucho mejor la cocina que vanguardia y creativa.

Contraindicado: Para los que les cuesta, nos cuesta aplicarnos eso de “allá donde fueres, haz lo que vieres”.

Ctra. A-396 Km 7.700 (Ctra. Medina-Vejer), Cádiz.
956 410 836

2 comentarios:

  1. Eduard! Tienes un nuevo lector desde el Viernes por la noche! Por si te refresca la memoria, soy el culpable de que se te derritiese un helado con historias sobre nombres con personalidad. Guardo como oro en paño una hoja que alguien me escribió con recomendaciones como Alkimia (Casualmente, tengo un amigo en común con el chef!), Dos palillos y otros... Me encantaría que tu crónica fuese cervantina y certera, sacudiendo (dentro de lo posible) molinos que parecen gigantes, y dejando el panorama más abierto y definido para profanos como yo... De verdad, muchas gracias! Ese helado derretido mereció la pena!! Una abraçada de un lector madrileño que lo mismo es Buzzy (leido en ingés) que Basi (En castellano)

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  2. Si las historias son buenas, y esas lo eran, que se derritan todos los helados del mundo.

    No dudes ni por un segundo que tras clavar el tenedor a la cocina de Ángel, ahora le clavaré la pluma.

    Un abrazo,

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