lunes, 8 de febrero de 2016

Bambarol

No hace falta que os levantéis dando un salto mortal -todo lo que os ahorraréis en osteópatas-.

Ni que echéis un par de huevos a la sartén -y en “Danacoles”-.

Ni que dando volteretas lleguéis al baño -pocos tenemos edad, y columna, ya para eso-.

Ni que os duchéis despilfarrando el gel -estará el horno para bollos, pero no la coyuntura económica para derroches-.

Porque hoy (o mañana, o pasado)..., ya os digo yo que, si vais al restaurante Bambarol os lo pasaréis bien.

Pues de eso, de que os lo paséis bien, se preocupan en el restaurante Bambarol.

Sé que a pocos voy a descubrirles esta pequeña casa de comidas con nombre de flor (en Lleida muchos se refieren a la amapola como bambarol), pues en el verano de 2013 eclosionó y entonces copó portadas y bitácoras, pero es ahora, silenciado el ruido mediático, que sus dos chefs (Albert Ferrer y Ferran Maicas) están dando el do de pecho.

Dos “cracks” de los fogones -su bagaje habla por sí solo (aquí, El Celler de Can Roca, El Bulli, OT, Escribà, La Cuina de Can Pipes, Moo, Talaia…, y allá, París, Pekín, Seúl…)- a los que el gran Xavi Franco -la opulencia del Hotel Ohla te constreñía, así que, recupera el espíritu del pasaje Pellicer y deslúmbranos de nuevo- unió, y que decidieron dejar de jugar en la Champions de la restauración para disfrutar en una liga de barrio.

Terreno de juego popular en el que brillan como nunca -siempre he creído, y Albert y Ferran lo corroboran, que la exigencia es algo endógeno y no exógeno- y en el que reciben un calor de los comensales que muy pocos restaurantes de postín llegarán a sentir jamás -la corte, los corsés o la farándula que rodean a muchos de los “grandes” de la restauración son los mejores repelentes del sincero y sentido aplauso-.

Brillan Albert y Ferran, y brilla su restaurante Bambarol con base en una cocina repleta de humildes -no por ello menos de Fiesta Mayor- platos, ejecutados sin fisuras, y que me evocó al mejor y malogrado Libentia (el paradigma, hace ya más de un lustro, de la óptima relación calidad-satisfacción-precio).

Y luce el restaurante Bambarol también gracias al buen hacer de su sala (con Jonathan y Víctor a la cabeza), pues con un servicio atento, capaz e informado visten de largo un espacio algo frío. Dice poco de ellos, pero todavía menos de sus jefes y de los restaurantes en los que trabajan, el analfabetismo gastronómico y la ignorancia de lo que se cuece en sus propias cocinas de tantos, tantísimos (también de restaurantes engalanados y galardonados) camareros.

Sé que hoy he vuelto a andadas farragosas -ni mi mujer, ni Anderauer ni muchos de vosotros estaréis contentos-, pero es que cuando me siento bien… muy bien, mi prosa se desata.

Esperando tener vuestra dispensa, aquí tenéis vuestra recompensa en forma de lo que fue mi cena del pasado miércoles en el restaurante Bambarol.

Todo comenzó con un vermut Espinaler -no es de mis preferidos, pero siendo la alternativa un Martini Rosso, fue como beber ambrosía- disfrutado en su terraza callejera.

Y ya en el comedor, siguió con un algo de sus “typical” tapas (anchoas, boquerones, surtidos de embutidos, bravas, ensaladilla…) -serán un “Top” ventas y seguro que les ayudan a pagar el alquiler, a los proveedores y las nóminas pero, sin duda, no translucen lo mejor del talento culinario de Albert y Ferrán- y un mucho de A&F en estado puro. Lo que puede leerse y, sobre todo, comerse como:

Una excelente croqueta -si alguna de las de mi Top 5 barcelonés (Bar Bas, Coure, Espai Kru, Mont Bar y Vivanda) se despista, ésta ocupará su lugar- “traditional style” -una Cocinera vestida de Oscars-.

Un buen pan rústico (D.O. Concept Pa) acompañado por la notable arbequina del Penedés de L’apical.

Una muy buena ensalada de lentejas, crudités, remolacha y lactonesa de avellanas.

Una magnífica oreja de cerdo estofada, picante, picante, con los matices umami propios del jamón ibérico (aportados por el fondo) y acertadamente acompañada -pues te permiten disfrutar de este delicioso bocado una vez y otra, y otra- por piparras. Un plato que te deja sin palabras por su calidad y porque su untuosidad te sella los labios.

Una notable composición de vieiras, papada confitada y espárragos verdes.

Un excelente arroz de sepionetas, alcachofas y trompetas de la muerte.

Una magnífica terrina de cordero con ciruelas propia del mejor Saüc, del mejor Xavi Franco -deseo y espero tu “Return” más que el de Superman-.

Un interesante, aunque por pulir, arroz con leche de coco acompañado por un crumble de limón y un helado de piña. Y digo por pulir pues, por lo invasivo de su sabor, era la piña la que asustaba al coco. En plan “Coco” o mosca cojonera sugeriría hacer más Thai este postre y sustituir el helado de piña por uno de cacahuete y, puestos a pedir, que el crumble fuese de citronela.

Y una buena versión de cheesecake (mousse de pastel de queso con base de galleta María) que podría ser muy buena de reducir -o eliminar-, la compota ligera de fresas que lo acompañaba.

En definitiva, dos cocineros y un restaurante que demuestran que humildad, sencillez, talento, sabor y sabor conforman la combinación capaz de abrir, de seducir todo paladar, y bolsillo.

Bodega: Compuesta por una veintena de más que correctas referencias de las que me quedé con un Josep Foraster Trepat 2013 (Trepat), Bodega Mas Foraster, D.O. Conca de Barberà.

Precio: 35€. Precio medio: 18€-25€ + bebidas.

En pocas palabras: Terrenal pero casi celestial.

Indicado: Para pasárselo bien…, hey, hey, muy bien, muy bien.

Contraindicado: Para esos esnobs que creen que la calidad de un restaurante se mide por el número de ceros de su factura. ¡Los 000 para las anchoas!

Santaló 21, Barcelona.
932 507 074

2 comentarios:

  1. Bon dia
    Estuve hace cosa de un mes y como bien dices, me acerqué a lo dívino
    Esta vez te explayaste con la prosa,pero las alegrías desatan la lengua y la imaginación
    Un saludo

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  2. Ya, Sergi, pero tengo que atarme corto pues, de lo contrario, me desato y os atasco.

    Y yendo a lo importante, Bambarol es ya una gran realidad, pero si Albert y Ferran dan rienda suelta a todo su talento, podemos esperar mucho de este pequeño-gran restaurante de barrio.

    Un saludo,

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