Reza el dicho que “quien a buen árbol se arrima, buena sombra le cobija” y, sin duda, este pellizco de nuestra sabiduría popular le va como anillo al dedo a la casa de comidas que hoy nos ocupa, pues ha sido a rebufo de los mejores atuneros del mundo -por supuesto, me estoy refiriendo a los Balfegó-, que el restaurante El Molí dels Avis de Josep Margalef y de su esposa Joana Martí ha alcanzado una velocidad de crucero con la que, allá por los setenta, cuando el restaurante El Molí dels Avis inició su andadura bajo la batuta de Rosalia Consarnau (la madre de Josep), seguro que ni se atrevían a soñar.
Tres siglos y tres realidades bien distintas son las que ha vivido la acogedora casa que da cobijo al restaurante El Molí dels Avis. Casa de pescadores en el XIX, restaurante de pescadores en el XX y, desde su reapertura en 2006, restaurante de atuneros ilustrados en el XXI.
Abusando del oxímoron que resulta de la yuxtaposición de los conceptos sabiduría y popular, os diré que, aunque en el restaurante El Molí dels Avis les deben mucho a los Balfegó, y sabedores de ello, ni muerden la mano que les da de comer ni son unos malnacidos, pues de desagradecidos no tienen nada-, la casa de comidas de Josep y Joana ofrece mucho más que los más sabrosos Omega 3 del planeta, y así, en su carta encontraréis excelentes recetas marineras firmadas por Rosalia, interesantes arroces de ayer y de hoy, y EL FLAN –sí, en mayúsculas, por mayúsculo en toda la extensión de la palabra- que hacen que el restaurante El Molí dels Avis bien valga una misa y, por supuesto, una visita.
A la cena me aguardaba el nuevo menú degustación del restaurante Can Bosch –con que solo tengáis la mitad de ganas de leer su crónica, la próxima, por cierto, de las que tenía yo por descubrir el primer menú firmado por el hijo de Joan Bosch, me daré por satisfecho- y, por ello, decliné la opción de abandonarme a su Menú del atún (80€ durante todo el año, a excepción del mes de mayo, durante el cual se ofrece, a propósito de las jornadas del atún, por 65€ -un argumento de peso, junto con el encanto que tienen los pueblos de L’Ametlla y L’Ampolla sin las hordas de turistas que los plagan en verano, para que os dejéis caer por el Baix Ebre en primavera-), y mi almuerzo discurrió entre un algo de carta tradicional y un mucho de su sección de atunes D.O. Balfegó.
Almuerzo al que dieron forma:
Un excelente aceite de la cooperativa local Flor de Maig y una delicada sal del Delta que hacían bueno un mediocre pan pre-congelado.
Unas notables aceitunas verdes de Aragón.
Unos interesantes mejillones al estilo Rosalía. Plato incorruptible, cual brazo de Santa Teresa, desde 1970, y que consiste en unos mejillones del Delta al vapor, aderezados con la salsa secreta de la casa –aunque bajo notario, literalmente, esté su secreto, al paladar se revelan sus encantos en forma de un romesco “agazpachado”-.
Una notable carrillera de atún en escabeche, a la que las puertas de la excelencia se las cerraban un exceso de canela –todo lo bien que le sentaba a la cebolla confitada le afeaba al atún- y una casi anecdótica presencia de hierbas y pimienta, y de las que resultaba un conjunto en exceso dulzón -¡Cuántas veces se olvida que lo dulce es mucho más invasivo que lo ácido, que lo cítrico, incluso que lo picante!-.
Un perfecto –cuando la materia prima es sublime, es de pena capital no ofrecer un producto de 10- sashimi de lomo de atún (casi trescientos quilos pesaba la criatura), aderezado con wasabi fresco –“comme il faut”-, jengibre y salsa de soja.
Y unos postres de ¡Olé!, y no solo por su calidad, sino porque, y tirando de nuevo de refranero popular, hacían bueno el dicho de “zapatero a tus zapatos”, pues se materializaban en un par de excelentes postres de la casa -¡Cuántas veces, tras un orgásmico ágape “tradicional”, tenemos un gatillazo por culpa de unos postres que de autor tienen lo mismo que el “León come gamba” de Alberto de Master Chef!- y en otras dos colaboraciones de artesanos de la zona.
De la casa:
EL FLAN. De dimensiones (18 huevos) parejas a su calidad (sabor y, lo que es más difícil en un postre tan colosal, textura).
Y un interesante helado de coco con licor de arroz del Delta.
Y de los amigos de la casa:
Unos muy buenos pestiños rellenos de cabello de ángel.
Y unas muy buenas trufas que hacían pasable el café –de Nespresso no cabe esperar mucho más-.
En definitiva, el restaurante de L’Ametlla de Mar, el de los Balfegó y el tuyo si lo que te va es lo bueno.
Bodega: Limitada carta de vinos de la que, no obstante, puede sacarse algo de bueno. Yo solo saqué algo correcto de la mano de un Silvestris 2012: la cariñena natural que Parés Baltà elabora en el Priorato.
Precio: 70€
En pocas palabras: Un sabrosísimo matrimonio de conveniencia.
Indicado: Para los que disfrutan de lo esencial: el mejor producto y la cocina tradicional.
Contraindicado: Para los que prefieren la caspa de la tuna que la casta de la “tuna” Balfegó.
Carrer Andreu Llambrich 74, L´Ametlla de Mar (Tarragona)
977 456 404
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