miércoles, 2 de diciembre de 2009

Icho Barcelona

En este restaurante japonés situado detrás de la Illa Diagonal uno corrobora que las medias tintas nunca son una alternativa adecuada.

Ello se debe a que, a pesar de haber disfrutado en algunos momentos del menú de un producto de altísima calidad, y en otros de platos dotados de un notable toque creativo, la sensación global con la que se abandona este elegante local es desconcertante, pues ni se percibe haber disfrutado de una mesa tradicional japonesa, al estilo Ken, ni se siente haberse zambullido en la creatividad culinaria nipona propia de Kabuki.

A tenor de lo que se expondrá, queda claro que la apuesta gastronómica de los responsables de Icho es brindar en Barcelona la alternativa a la cocina que Kabuki ofrece en Madrid, mas, y siguiendo con los dichos populares, las comparaciones son siempre odiosas.

No puede negarse que en las manos que blanden los cuchillos de Icho reside talento, como acreditarán algunas creaciones que seguidamente se apuntarán, pero en términos generales, éste no se aprecia lo que debería al ponerlo en relación con la factura final del ágape.

El menú da comienzo con unos fideos con caldo dashi, setas y cebollino, en el que lo más destacado es un caldo dashi suave, pero muy sabroso.

A continuación, una muy correcta tempura de alcachofas (excelentes, pues es su temporada) con unos menos extraordinarios langostinos.

La siguen los niguiris de jurel y salmón, de los que destacaría un arroz poco conseguido (muy por debajo del servido en Ken o Kabuki), y un toque excesivo en el jengibre en la preparación del jurel.

En este punto del menú, llegamos a uno de los tres clímax que éste nos deparará: la ventresca de atún con ralladura de tomate deshidratado y una fina crema ligera de ajo. Un plato conceptualmente impecable, y ejecutado a la perfección.

Como platos principales, unos notables tallarines de sepia con papada de cerdo, de los que debe ser reseñada la excelente calidad de la papada (al nivel de la papada Maldonado), y el segundo clímax: el foie poêlé con anguila al estilo japonés y tempura de aguacate, en el que cada componente del plato individualmente degustado era ya excelente y, degustados en su conjunto, sublimes.


En los postres, una de cal y otra de arena.
El último y, tal vez, más alto clímax del ágape: una tarta de queso con aire de canela y gelatina de umeshu sutil, nada dulce y con un largo recorrido gustativo en la boca, en definitiva, perfecta.

En cambio, en el brownie de chocolate con frambuesas, coulís de rosas, crema de almendras y helado de praliné, la intensidad y el dulzor del coulís de rosas y de las frambuesas ensombrecían absolutamente un muy correcto brownie y un fantástico helado de praliné.

Pero sin duda, lo peor, y a tenor de lo visto, lo más impropio de la cocina de Icho, fueron los petit-fours: una lionesa, casi gomosa, rellena de una crema de fresas extremadamente dulce, y un bombón de chocolate tipo “crunch” que no aportaba nada.

En definitiva, un restaurante que aspira, seguro, a hacerse un hueco en el panorama gastronómico barcelonés, y que tiene bases para conseguirlo, no puede, no debe cometer los errores de bulto que en Icho este mediodía he podido apreciar, esto es: unos palillos de madera de usar y tirar más propios de una comida china a domicilio que de un restaurante de lujo, una carta con tantos altibajos y unos petit-fours absolutamente alejados del discurso gastronómico del restaurante.

Vino: Gaba do Xil (Godello de Valdeorras)

Precio: 60 €
Calificación: 13/20

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