jueves, 10 de diciembre de 2009

Gresca

La semana pasada decidí darle una segunda oportunidad al restaurante Gresca principalmente debido a los magníficos comentarios que al respecto me habían transmitido dos magníficos jefes de sala como Guillem (Dopo) y Chema (Libentia).

Sin embargo, y a pesar de que en esta segunda visita la impresión final fue mejor que la primera, este restaurante del ensanche barcelonés continúa sin mostrarme, o yo sigo siendo incapaz de apreciar, las excelentes maneras en los fogones que tantos atribuyen a Rafa Peña, cocinero y propietario de Gresca.

En este sentido, el menú degustación (del que debe anunciarse la intención de degustarlo al efectuar la reserva en el restaurante) que por momentos me emocionó, pero que en tantos otros no copó las expectativas creadas, estaba compuesto por los siguientes platos:

Como aperitivos: una teja de parmesano con pimentón que no pasaba de correcta,

y una fantástica sardina en crudo con mantequilla especiada (uno de los platos que me emocionó)

En primer plato del extenso, pero equilibrado menú era un canelón de jamón de pato, relleno de langostinos semi-crudos, aderezados con una salsa a las finas hierbas. La presentación era interesente, las texturas del pato y los langostinos eran excelentes, pero un exceso de eneldo en la salsa enmascaraba casi por completo el sabor y el aroma del conjunto.

Seguidamente se sirvió un foie marinado con anchoas, cebolla cruda rebozada y crema agria. La presentación era de nuevo fantástica, pero del plato sólo destacaría el agradable descubrimiento para mi paladar que supuso la combinación del foie con la crema agria.

La fondue de queso (queso tipo “raclette”) con verduritas al dente fue una muestra más del talento para la presentación de los platos que tiene Rafa Peña, pero nuevamente adolecía de falta de mensaje gastronómico, pues la intensidad de la fondue hacía casi imposible apreciar las verduras.

Con el huevo soufflé acompañado de un falso tagliatelle de patata semi-cruda y una suave salsa de perejil llegó el momento más feliz de la velada gastronómica. Era un plato perfecto en todas sus dimensiones: sabor, texturas y, por supuesto, presentación.

El San Pedro con cebollas maceradas con vinagre y canela y puré de almendras me devolvió a una realidad menos reseñable, pues, a pesar de unas excelentes cebollas maceradas y un notable puré, a mi entender, el pescado elegido para la combinación de sabores no era, en absoluto, el idóneo (me atrevería a sugerir unos salmonetes, por ejemplo).

El segundo y último momento 10 de la noche me lo regalaron las mejores mollejas que he probado. Mollejas acompañadas por una ligera mantequilla alimonada, la reducción de su jugo y un suave toque de mostaza. Un discurso gastronómico completo, sin ninguna fisura.

En cambio, el pichón con níscalos, una reducción de su jugo y yogur adolecía de simplicidad y de unos productos de calidad justa.

Respecto a los postres, resulta difícil cuestionar su calidad, sin embargo sí que es algo discutible que se ofrezcan dos pre-postres. Así, un amante de los postres como el que les escribe extrañó la falta de un postre de sabores más intensos, más complejos.

El primer pre-postre era un sorbete limón con pistachos en forma de canelón, haciendo las veces de éste una excelente gelatina de maría-luisa.

El segundo pre-postre fue otro espectáculo visual y también gustativo. Su versión de la piña colada: chocolate, piña, limón y ron formando la siguiente composición:

En definitiva, los destellos de calidad apuntados a lo largo del menú justificarán una tercera visita que, no obstante, será la última si algunos errores básicos no son corregidos y no se comienza a prestar más importancia al fondo que a la forma, al sabor que a la presentación.

Vino: Mas Asturias 2005 (Bierzo)

Precio: 70 €
Calificación: 13,5/20

No hay comentarios:

Publicar un comentario