La avidez por descubrir restaurantes que corre por mis venas junto con el notable currículum de Jordi Esteve –del que me encandila, particularmente, su paso por los restaurantes parisinos L’Ambroisie y Le Pré Catelan- constituían, sin duda, el mayor de los reclamos para visitar el restaurante Nectari, pues la lectura de algunas críticas y comentarios sobre este restaurante no prometía la más feliz de las veladas.
Permitidme en este punto que, a propósito de la breve introducción formulada, os recuerde la máxima de la crítica gastronómica –validez de la cual se puede hacer extensible al resto de manifestaciones culturales y artísticas-: una crítica no es más que la opinión de alguien.
Reitero: la opinión de alguien.
¿Y qué encierra esta sentencia?
Comencemos por el final.
Alguien: una persona dotada de, en mayor o menor grado, cierto barniz de sapiencia gastronómica y, en ocasiones, poseedora, merecida o inmerecidamente –no es este el momento de pisar tan pantanoso terreno-, de un aura de respeto, de “autoritas”.
Opinión: juicio de valor de alguien. Valores que, en gastronomía, tienen una componente mucho más sensorial que racional.
Y pues la carne es débil y el relativismo impera en el plano gastronómico y, en consecuencia, cabría afirmar que una crítica gastronómica es la máxima expresión del subjetivismo, por favor, cogedlas con pinzas.
Las estrellas, los soles, las reseñas, las críticas, las cónicas… pueden ser poderosos aliados a la hora de escoger dónde comer, pero también pueden convertirse en nuestro mayor enemigo si las tomamos por verdades absolutas, si no somos, si no sois críticos con ellas.
Y tras esta exhibición de cómo tirar piedras sobre el tejado de uno mismo, volvamos al restaurante Nectari: restaurante en el que terminé recalando y disfrutando, como en tantas otras ocasiones me ha sucedido, gracias a no hacer mía la opinión de otros.
Los autodenominados bistrós nos invaden. Aunque ha vivido tiempos mejores en nuestro país –épocas en las que parecía que no existía otra realidad gastronómica- muchos de los restaurantes de Barcelona, de Catalunya, de España, dicen seguir inspirándose en la cocina que dignificó el trabajo entre fogones. No obstante, si lo que queréis es encortar un genuino pedacito de “La France” en nuestra ciudad, la casa de comidas de Jordi Esteve ha de ser también vuestra morada.
Cocina gala que en el restaurante Nectari no se materializa en forma del clásico recetario del país vecino –ni quiches, ni fondues, ni confits encontraréis en este acogedor restaurante de la calle Valencia-, sino que lo hace como base sobre la que edificar una propuesta gastronómica en la que el producto de calidad es lo primero, lo segundo…lo es todo.
Cocina del restaurante Nectari de la que disfruté,
A pesar de un oscuro, como la foto, primer aperitivo compuesto por una correcta madalena de piñones y miel, tristemente secundada por unas nueces ligeramente caramelizadas en almíbar–¿Seguro que estaban en su sitio?-, unas almendras crudas al curri y queso de cabra con olivada -¿Puede un restaurante como Nectari permitirse servir un aperitivo en un mondadientes? Yo creo que no-.
Gracias a:
Unos correctos panes de elaboración propia (blanco, de cebolla, de aceitunas y de especias), acompañados con aceites de arbequinas de Jaén y Tarragona.
Un sabroso y de más que agradable textura “aspic” de conejo con crema de coliflor.
Una notable alcachofa confitada rellena de tártar de gamba.
Un impecable foie mi-cuit con “carquinyolis” y dos texturas de calabaza (puré y confitada).
Un sabrosísimo y de perfecto punto de cocción risotto de setas y jamón ibérico al que, la generosidad de Jordi, pues a la mitad de su degustación me obsequió con unos gramos de trufa, hizo ascender a la categoría de excelso –aunque, y no se lo digáis a nadie, creo que el secreto del risotto radicaba en la española con la que Jordi le pone la guinda-.
Un perfecto carré de cordero –auténtica escuela francesa- con jugo de ave y mini-verduritas asadas.
Un buen pastel de tiramisú –aunque los prefiero de cuchara- acompañado de un magnífico, y mantecado como ya es todo un milagro encontrarlos, helado de Baileys.
Un excelente –pocos he probado mejores en Barcelona- coulant de chocolate con sorbete de coco.
Y un buen ristretto acompañado por unos correctos petit fours (coco, trufa y bombón de chocolate blanco a la pimienta rosa).
En definitiva, un restaurante en el que disfrutar de una afrancesada velada sin pagar los dos peajes más caros de la restauración del país vecino: su factura final –aunque la del restaurante Nectari podría ser algo más ajustada- y la endémica incomodidad de la mayoría de sus salas.
Bodega: Extensísima y cuidada selección de vinos de la que me quedé con uno de mis vinos fetiche: Pater 2007 (Garnacha negra). Ficaria Vins. DO Montsant.
Precio: 65 €
En pocas palabras: Cuisine catalane.
Indicado: Para los que creen que el idioma de la gastronomía sigue siendo el francés.
Contraindicado: Para los que a un restaurante le piden algo más que hacer las cosas bien hechas.
Valencia 28, Barcelona
93 226 87 18
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarUna lástima, apreciado Anónimo, que hayas decidido eliminar tu contribución a este blog, pues lo que apuntabas (las enormes similitudes entre la cocina de Jordi Esteve y Mey Hofmann) era más que interesante.
EliminarUn saludo,
eduard
Me gusta Nectari y el cuidado que pone Jordi en todos y cada uno de sus platos, meticuloso en las elaboraciones y en la materia prima. Por contra, tal y como deduzco por tu comentario que apreciaba el mensaje anónimo, aun con el touche afrancesado, la escuela Hofmann está aún muy presente en su recetario. No es que sea un mal referente, ni muchísimo menos, pero es una lástima ya que, tanto por su recorrido como por talento, Jordi es perfectamente capaz de despegar y dotar de un punto más de personalidad su carta.
ResponderEliminarAun así, Nectari es una magnífica opción gastronómica en una zona no precisamente sobrada de estos locales.
Un saludo !
Amén a todo lo dicho, Dani.
ResponderEliminarUn saludo,
eduard
ostras Pater 2009, que has ido a la bodega a buscarlo?si estamos en 2007 aún
ResponderEliminarUn lapsus scribendi, apreciado Anónimo. Pero gracias por advertirme de mi error.
ResponderEliminarUn saludo,
eduard
com tu has dit una opinió s'ha d'agafar amb pinces, pero les teves no les agafo ni amb palillos!jo he trebalat a can faves (tres estrelles michelin x si no ho sabies) i en els nostres aperitius hi havien escuradents...aixi q no et facis el llest.
ResponderEliminarllegin els teus comentaris se que no has estudiat hosteleria ni restauració, només ets un tiu amb molt d temps i ganes de tocar els cullons, posaria la ma al foc que ni tant sols treballes en una cuina...saps com es veu?xq no valores el treball de les persones que volen que gaudeixis.
Anem per parts, apreciada Cristina:
ResponderEliminarRespecto profundament que no reputis cap valia a les meves opinions i comentaris, no obstant, el respecte que jo tinc al expressar-les crec que puc exigir-te’l en els teus comentaris.
Celebro que hagis treballat en una casa com Can Fabes, però un escuradents en un aperitiu em segueix semblant quelcom vulgar.
No he estudiat hoteleria, si que, en canvi, he treballat més d’un any en un restaurant. No obstant, crec que les meves cròniques tindrien el mateix valor tot i no haver passat per cap cuina, doncs, lluny de voler “tocar els collons”, sols pretenen oferir la meva visió dels restaurants que tan bones estones em regalen.
I per últim, animar-te a seguir participant en aquest bloc i dir-te que he de treure el temps de sota les pedres per tal de poder escriure aquest bloc al que tant estimo i que, ni per un segon posis en dubte el molt que valoro la feina dels que fan possible una de les coses que més m’omplen d’aquesta vida: la gastronomia.
Salutacions,
eduard