miércoles, 17 de febrero de 2010

Vivanda (bis)

Anunciaba en mi primera crónica sobre este restaurante que, por fin, el barcelonés barrio de Sarriá contaba con una propuesta gastronómica de referencia para los amantes de las tapas y platillos.

Hoy, transcurridos tres meses, puedo afirmar que ese anuncio no era fruto de la casualidad o de un día inspiración, pues Vivanda ha renacido con más fuerza que nunca y seguro que hasta el paladar más perezoso no tendrá reparos en caminar las empinadas calles de Sarriá para hacerse con los bocados que, bajo la tutela de Jordi Vilà, se ofrecen en Vivanda.

En la cena de ayer pude disfrutar de:

Unos excelentes tomates confitados acompañados por una ligera crema de yogurt.

Las mejores croquetas de jamón de Barcelona. Sobra decirlo, pero queda claro que es una percepción subjetiva. Seguro que habrá quien prefiera las de Montesquiu, las de Blanc de Tófona, las de Freixa Tradició, las de Cuevano... pero sin duda, yo me quedo con las de Vivanda, por su rebozado crujiente y ligero y por la intensidad de sabor y cremosidad de su bechamel.

Una de las mejores tortillas de patatas, con cebolla confitada y el huevo semi-crudo, que he probado, junto con la servida en Juana la Loca en el madrileño barrio de la Latina.

Un huevo poché, con finísimas patatas fritas y panceta, del que no me perdonaría no destacar la excelsa calidad de la panceta Maldonado y lo bien que le sienta al plato el ligero toque de pimentón picante que lo acompaña.

Unos macarrones gigantes con carne de “rostit” (asado), que casi llegan ha hacer sombra a los que me preparaban mi “iaia” y mi “padrina”. Los que me conocen, y por supuesto los que han probado al cocina de mis abuelas, saben que este es uno de los mejores cumplidos que le puedo brindar a un plato.

Una notable terrina de liebre y foie acompañada por unos dados de membrillo. Excelente combinación de sabores y texturas.

Un fantástico tártar de atún rojo marinado con soja y acompañado por unos piñones tostados -que bien le sientan- y un magnífico wasabi de la marca S&B, tomen buena nota, les costará encontrar uno mejor.

Unos postres que, a pesar de ser buenos, fueron lo más flojo de la noche.

Una tatin con helado de vainilla y una torrija con helado de yogurt, en los que merecía un especial reproche la textura de los helados y, en cambio, un aplauso las temperaturas de los platos, pues la tatin estaba caliente y la torrija templada. Pude parecer inmerecido el aplauso, pues es obvio que éstas son las temperaturas de servicio de estos platos, mas no lo es a tenor de los muchos restaurantes que se empeñan en servir estás preparaciones directamente del refrigerador. ¡Incomprensible! ¡Impresentable!


Por último, me gustaría destacar de anteriores visitas a Vivanda su canelón y steak tártar al estilo Alkimia, y sus parpadelle con mantequilla de trufa blanca de clara inspiración Dopo. Como hemos dicho, la sombra de Jordi Vilà es muy larga, y estos tres restaurantes (Alkimia, Dopo y Vivanda) disfrutan de tenerlo detrás de sus fogones. El primero como su buque insignia, el segundo como su “petit fantaisie” y en el tercero bajo el formato de asesoría gastronómica.

En definitiva, y gracias a Vivanda, el residencial y encantador barrio de Sarriá ya está en el mapa gastronómico de Barcelona.

Vino: Brunus 2007. Cupaje de carinyena, garnatxa y syrah, con aromas a fruta negra madura y toques minerales, sedoso y persistente en boca y dotado de magnífico color cereza.

Precio: 40 €
Calificación: 13,5/20

No hay comentarios:

Publicar un comentario