Es la segunda ocasión en la escribo sobre este restaurante ilerdense y puede que algunos se pregunten si en Lleida no existen más restaurantes.
¿Es realmente tan delicada la situación del la oferta gastronómica de “les terres de Lleida”?
Aunque resulte difícil de creer, la respuesta a la pregunta recién formulada no es en absoluto sencilla.
Démosle solución en la líneas finales y, por el momento, quédense con que en el restaurante Cassia me siento, casi, como en casa y de aquí mis reiteradas visitas.
Debo decir que, si bien el servicio de sala a cargo de la siempre correcta y excelente sumiller Judith y el ambiente acogedor del restaurante coparon las altas expectativas con las que siempre visito este restaurante, no sucedió lo mismo con lo servido en la mesa.
Así, la desazón final no vino producida por una mala ejecución de los platos, como siempre cocinados en su justo punto y con una materia prima de altísima calidad, sino por, desde mi humilde punto de vista, una carta irregularmente concebida.
En resumen, Mateu (jefe de cocina) interpretó magníficamente la partitura, pero como compositor asimismo que es de la pieza, debo reprocharle ciertos desajustes sobre el pentagrama.
Este sábado, magníficamente acompañado por mi familia, pude degustar:
Una notable y muy ligera sopa de espárragos que, gracias a la espuma de patata y el toque de caviar que la acompañaban, adquiría una cremosidad e intensidad de sabor (siempre he considerado un maridaje perfecto el del espárrago blanco con el caviar) idóneos.
Un simple, no sencillo sino simple, bouquet de ensalada con taquitos de manzana, queso de cabra marcado a la plancha y aderezado con un aceite de vainilla.
Un sorprendente picantón con “calçots” al wok. Su ternura y recuerdo dulce no podían encontrar mejor pareja de baile que los “calçots”, lástima que estuviesen un poco crudos.
El palto estrella (esta vez de un brillo más tenue ya que la carne no estaba lo madurada que en otras ocasiones): filete de buey con mascarpone y mantequilla al café de París. No obstante, sigue siendo uno de los bocados indispensables en mi dieta.
Un más que correcto “bajativo” consistente en una crema de yogurt aromatizada con menta (sería deseable que la menta fuese sólo perceptible gustativa y olfativamente y no su textura) acompañada de un muy buen granizado de aloe vera.
Su versión del capuccino. Un postre que, a pesar de su buen sabor, moría por su irregular juego de texturas, pues si bien la del helado era fantástica, la cantidad de gelatina era excesiva y, perdonen la redundancia, excesivamente densa y la nata no era lo ligera que sería de esperar.
En definitiva, en el restaurante Cassia quieren a sus comensales como lo acreditan la calidad del producto que se sirve, una sala atenta y una cocina que presta atención al más mínimo detalle, no obstante, si quieren erigirse como un referente gastronómico en Lleida, y sé que así lo desean, no pueden olvidar que, para que una pieza emocione requiere de excelentes interpretes pero todavía mejores compositores.
Aprovechando el símil musical, hilo conductor de parte de esta crónica, retomaré la cuestión apuntada al inicio, intentando diseccionar cuál es la música que el comensal ilerdense demanda, pues creo que ahí reside la clave para solucionar la delicada situación de la gastronomía de la capital de la “terra ferma”.
Lleida ya tiene aeropuerto, un palacio de congresos diseñado por una arquitecta de prestigio internacional y el otro día el Liceu de Barcelona inició una serie de colaboraciones operísticas con la Llotja de Lleida con Il Trovatore, no obstante, el San Benito de que en Lleida sólo se comen caracoles sigue teniendo una odiosa vigencia.
¿De quién es la culpa?
Nuestra y de los restauradores.
Nuestra, por que no demandamos con más fuerza que dejen de tratarnos como ese ganado que tan bien sabemos engordar en la provincia, por que no nos esforzamos lo suficiente en saber qué nos gusta y por que el conformismo y el conservadurismo nos dominan.
De los restauradores por no confiar en nosotros, en nuestro paladar, por optar por la vía fácil y no exigirse la excelencia.
¿Qué puede hacerse al respecto?
Aprovechar que el AVE conecta Lleida y Barcelona en justo una hora, y ya que culturalmente, comercialmente o por infraestructuras ya no estamos bajo la larga sombra de la Ciudad Condal, invertir nuestro tiempo en dejar que Jordi Vilà eduque nuestro paladar o en visitar propuestas tan interesantes y de fórmula fácilmente exportable como Libentia, Embat, Vivanda o Blanc de Tòfona, y, por supuesto, de regreso a Lleida, exigirlas.
El saber nos hará libres. El sabor nos hará felices.
Vino: Alges 2008 (notable Costers del Segre coupage de tempranillo, garnacha y syrah) y una copa de SCAPA 1993 (Whisky de malta escocés de aroma delicado y sabor de largo recorrido en boca)
Precio: 35 €
Calificación: 12/20
Sigo con interés tu blog y los escritos sobre los restaurantes que visitas, se que es subjetivo lo que te voy a proponer;pero me gustaría saber tu valoración sobre relación precio-expectativas incluidos los vinos y tu valoración.
ResponderEliminarPor ejemplo, en esta entrada, el precio de 30€ con copa incluida, me parece muy correcto, pero yo no he estado allí para poderlo valorar.
Querido Antonio:
ResponderEliminarAnte todo, agradecerte tanto las amables palabras del comentario como, y especialmente, el interés en el blog.
En relación con tu interesante propuesta, debo decirte que es mi intención que cada lector pueda hacer la valoración él mismo gracias a poner en relación el precio con la puntuación.
Así, verás que hay varios restaurantes que tiene puntuaciones comprendidas entre el 12 y el 13 y los precios de los mismos oscilan notablemente (de 30 a 100 €). Creo que al interrelacionar ambos conceptos se obtiene una valoración calidad-precio bastante acertada, y ello sin perjuicio que, en ocasiones, por la belleza del restaurante, destellos de magia, productos “rara avis”... uno se decanta por restaurantes cuya relación calidad-precio no es demasiado ajustada (estoy pensando en Arola Ars, por citar uno).
Asimismo, debo decirte que me encantaría poder ofrecer valoraciones más interesantes de los vinos y licores que degusto (algún día lo haré), pero creo que todavía (estoy en proceso de construcción de percepciones y recuerdos sensoriales cualificados en el interesante mundo de las bebidas alcohólicas) no tengo el nivel suficiente para ello.
Por último, indicarte que la copa de Whisky fue una invitación de la casa.
Un abrazo,