jueves, 14 de enero de 2010

A propósito de los “sabedores”

A propósito del magnífico post de Xavier Agulló sobre los "sabedores" que da comienzo con un demoledor por su franqueza: Los “sabedores” son despreciables, me gustaría aportar mi visión al respecto.

Un “sabedor” para Xavier, un “egúlatra” para quien les escribe es aquella persona que no habla, pontifica, que no escribe crónicas o críticas, sino mandamientos, que no escucha, sólo predica, que no crea (le asusta el reto) sino que le gusta destruir (en la mayoría de los casos, por envidia), que no da la cara, sino que la esconde unas veces tras unas tapas rojas, otras en la inmensidad de la red, etc., que no es libre, sino que vive del servilismo al mejor postor, en definitiva, un ser despreciable productor del spam de la crítica gastronómica y del que la factoría Disney nos ha regalado un magnífico prototipo encarnado en la figura de Mr. Ego del film Ratatouille.

Muchos, entre los que un servidor se incluye, hemos pecado en ocasiones de “egulatría” -David Reartes (Blanc de Tòfona) me advirtió hace poco que ésta terminaría por impedirme disfrutar de la comida, ¡gracias por la advertencia!- mas sobre el “egúlatra” no recaen sólo momentos de debilidad en los que pluma en mano siente que lo que escribe es una verdad absoluta, el “egúlatra” vive en tal estado sin saber de su existencia. Peligroso, ya que no sabe del mal que padece y, en consecuencia, remediarlo no intenta, como otros, en cambio, sí que nos esforzamos a diario para que no se extienda, cual virus, en nuestro organismo, pues amamos la cocina, la cultura gastronómica y sentimos al tiempo detenerse al contemplar la belleza y placer para los sentidos que en ocasiones ésta nos regala (¿o no se pierde la noción del tiempo en la experiencia gastronómica de más de cuatro horas que supone sentarse en una mesa de Mugaritz o el Bulli?).

Mas la esperanza de que muchos de los pontífices de la falsa religión gastronómica (habrá que rebautizar eso del opio del pueblo a, por ejemplo, foie del pueblo) abandonen el lado oscuro de la “egulatría” sigue intacta (si Mr. Ego pudo volver a emocionarse delante de un plato, todos pueden/podemos) y, con ello, tal vez la utopía de una sana y constructiva crítica gastronómica, de unos críticos que no sean unos títeres a manos de los todopoderosos imperios culinarios, de unas guías no sujetas a intereses de estado... llegue a ser algo más que el título del bello ensayo de Tomás Moro.

La cocina puede llegar a ser cultura y como tal nunca escapará a la crítica, mas también es placer, así que, y un servidor también se lo aplicará, dediquémonos más a menudo sólo a disfrutar.

3 comentarios:

  1. De todos modos, me temo que no me refería sólo a la cocina, sino a todos los demás ámbitos que nos toca vivir. Cierto que las posiciones personales, individuales, nos pueden hacer caminar evitando los escollos puestos por otros, pero lo más insidioso de los "sabedores" es que incluso con quienes orillamos la refriega se atreven y ofenden. Su "sabiduría" se alimenta de los tolerantes.
    Xavier Agulló

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  2. Tolerancia tantas veces mutada en apatía ante las ignomínias de los "sabedores".

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  3. Me ha parecido sumamente acertado su comentario en respuesta al artículo de Agulló acerca de los "sabedores". Es verdad que se ha centrado bastante en la vertiente de la cocina como muy bien aclara Xavier. Pero en general es una buena reflexión que hasta un sabio como Agulló seguro que ha tomado en cuenta: ¿sabio, sabedor, dolorido, víctima de si mismo? Nadie mejor que uno mismo para saber como se cae en las tinieblas, en la oscuridad y finalmente en el olvido de los que siempre nos han querido, respetado y "soportado". Cada cual debe saber sus límites y conocer los de sus interlocutores, colaboradores y amigos para no caer en el abismo de ser ignorados o despreciados por demasiado sabiondos.

    Podría poner infinidad de ejemplos de "genios", así, entrecomillas, que han caído en la absoluta miseria que provoca la necedad de creerse por encima del bien y del mal y al margen, impolutos, de los que considera pervertidores del orden al que se creen en el derecho de imponer su voluntad o su forma de entender la vida y las circunstancias que en cada momento nos sorprenden de manera totalmente inesperada e indeseada.

    Y entonces los que Agulló define como "sabedores" se convierten, en minutos, en segundos en completos imbéciles.

    Juan Robles
    Editor

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