La brasa y un producto de alta calidad son los protagonistas en este restaurante situado en el barrio de Pardinyes de Lleida.
Protagonistas que bajo la batuta “d’en Josep Maria” son capaces de cuajar una magnífica actuación con la que el comensal abandonará el restaurante satisfecho y saciado, pero también de sobreactuar (así sucede con la Tatin), y que al dar entrada a escena a secundarios de corte menos tradicional pueden llegar a componer una opereta de difícil digestión.
En mi última visita al Tupí de l’Horta, y con el aprendizaje de pasadas experiencias, centre mi elección en la brasa y la tradición.
Así, tras el aperitivo de la casa, un excelente “Pa amb tomaquet”, por supuesto, con pan de payés a la brasa abundantemente regado con aceite vigen extra de la DO Garrigues, inicié la que a la postre sería una de las cenas más copiosas que he hecho últimamente (lo que propició el Gin Tonic final) con unas buenas croquetas de pollo, el relleno de las cuales era magnífico pero quedaba algo ensombrecido por una fritura excesiva.
Las alcachofas a la brasa, servidas en una “llauna” de caracoles y acompañadas únicamente por una ligera picada de ajo, perejil y aceite fueron el entrante más envidiado de la mesa.
Como platos principales, opté por unas vieiras (de ración generosa, muy generosa) a la brasa aliñadas con un toque de vinagre de módena. Lástima que ni su punto de cocción fuese el adecuado (les sobraba, como mínimo, medio minuto), ni el vinagre de módena gozase de la excelencia del que se sirve en Dopo.
El pulpo a la brasa fue, sin ninguna duda, lo mejor de la noche. Tierno, sabrosísimo, nada que envidiar tenía a los servidos en Casa Gerardo o As Garzas (restaurantes, ambos, estrellados).
Lástima que después de lo mejor, siguiese lo peor de la noche, esto es, una Tarta Tatin fría, excesivamente dulce y mal acompañada por una nata líquida espolvoreada con tomillo (nada hubiese costado infusionar la nata con el tomillo consiguiéndose así una salsa de sabores integrados y mucho más ligera).
La cena terminó con Gin Tonic sui generis, pero excelente (G’Vine, Bitter Lemon, azúcar de caña, lima, bitter botanical y angostura) que me demostró que Josep Maria tiene el potencial gustativo para dar solución a los errores, algunos de bulto, que empañan una propuesta gastronómica interesante.
En definitiva, el Tupí de l’Horta es, hoy por hoy, un refugio de brasa y calidad de producto, sin olvidar su excelente selección de licores (especialmente wiskeys, whiskys y ginebras), pero quien sabe, si en un futuro, deviene un oasis de sabores más complejos en la poca dada a éstos tierra ilerdense.
Vino: Emilio Moro 2007
Precio: 65 €
Calificación: 12/20
Acabo de estar alli, por tercera vez, y despues del fracaso absoluto de las dos anteriores, que propiciaron una demora tras otra a un nueva visita. Comí las alcachofas, pasadas de cocción, una tosta de pan de pages con un corte de foie, igualmente demasiado hecho, y un tataki de bonito rojo, según la recomendación de la camarera. El tataki resultó ser un tartar, excesivamente abundado en soja y una textura de pescado picado a máquina, pastoso. Le siguió un excelente chuletón, tierno y sabroso. Sin postres pero con un gin tonic, del que debo diferir contigo de su calidad. A una G´vine, una ralladura de haba de cacao y listos, no es necesario mas aspavimentos. El precio, 80 euros, está fuera de la calidad de la cocina y de los conceptos culinarios mas básicos.
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