viernes, 3 de agosto de 2012

Black (II)

A pesar de las buenas sensaciones gastronómicas que el restaurante Black me causó hace unas semanas, una factura casi imposible de justificar me dejó un sinsabor que no permitía augurar una segunda visita en tan corto espacio de tiempo.

Y si hoy os ofrezco una segunda crónica del restaurante Black es porqué algo ha cambiado en el más joven, por el momento, de los restaurantes sin nombre en la entrada de Barcelona.

Hace unos días, un lector del blog me advirtió tanto sobre un notable ajuste en los precios de la carta del restaurante Black como en la incorporación de varios menús degustación, y pues un servidor comparte con el apóstol Tomás no su santidad sino su necesidad de ver para creer, me ha faltado tiempo para comprobarlo.
Y así, tras mi segunda visita al restaurante Black, y a propósito de la racionalización –ajuste es una palabra que, en los tiempos que corren, ya está, desafortunadamente, en boca de demasiada gente- que de sus precios han efectuado, no puedo sacarme de la cabeza un runrún que podría traducirse en tres simples aseveraciones.

Nos tomaban por tontos;

Rectificar es de sabios; o, y parafraseando una perla de la sabiduría popular;

Nos la daban con vodka.

Quedarse con una sola de las tres podría ser o demasiado severo o en exceso generoso y, por ello, os pido que las entendáis como un conjunto.

En este sentido, es incuestionable que en el restaurante Black, y siguiendo la más pura escuela de La Royale, saben surcar como nadie las olas de las modas, en este caso, la ya algo trasnochada de la clandestinidad y las que auguro arrasarán en el panorama gastronómico de Barcelona en el 2013: los vodka-tónics y la tapa y el platillo de lujo, pues, aunque el lujo siempre es caro, en formato tapeo lo es menos -¿Y quién quiere renunciar a él?-. Sin duda, advertir un error propio no es fácil y rectificarlo todavía lo es menos. Y no es menos cierto que ofrecer lo mismo, o incluso más, por menos a uno le deja una cara de tonto difícil de disimular.

A pesar, y por todo ello, y ahora que su factura final no lo pone tan difícil –fácil, en los tiempos que corren, sigue sin ponerlo- creo que, y tirando de nuevo de una paráfrasis, el restaurante Black bien vale una misa -o, y tal vez más propio, una visa-. ¡Bien jugado, Albert!
Y, sin duda, el restaurante Black merece la visita, aunque solo sea por el hecho de descubrir una propuesta gastronómica hoy una rara avis en nuestra ciudad, pero en la que, seguro, y en breve, más de un restaurante buscará su reflejo, pues es incuestionable que su cocina le hace a uno disfrutar, y mucho.

En mi caso, gracias a:

Un magnífico ¡Viaje a Perú!, o lo que es lo mismo, un ceviche de atún DO Balfegó –no hace falta decir nada más-, mero, mejillones al vapor, salmón salvaje de Alaska –una delicia-, langostinos –excelentes-, leche de tigre con cilantro, patata al ají –sabrosísima-, maíz y tomate –tal vez, la nota menos afinada de la pieza-.
Un excelente salmón salvaje de Alaska ahumado –de sabor sutil y delicado a la par que profundo- y acompañado de un colosal bizcocho ligero de piñones aderezado con mantequilla de hierbas y huevas de salmón.
Un muy buen mollete al vapor relleno de salsa teriyaki, coronado por panceta ibérica –creo que en crudo, y no ligeramente cocinada como se sirve, ganaría en textura y su sabor se adecuaría más al conjunto- y acompañado por pepino.
Un notable tártar Jules Verne: Angus cortada a cuchillo con cebolleta, alcaparras, brandi y aceite de trufa blanca, del que se abusa y ejemplifica a la perfección que, en ocasiones, menos es más, servido junto a una buena cesta de panes (grisinis –excelentes- y tejas de aceite y al peperonchino).
Una de las mejores hamburguesas de Barcelona: “Blackburg Versión 1.0” (hamburguesa de ciervo con moras, reducción de vino de Oporto, crema de queso a las hierbas y servida en un pan negro), que, en esta segunda visita todavía bordó más su actuación pues su punto de cocción era perfecto.
Y un excelente (gustativa, técnica y visualmente) postre de mango (espuma cocinada en una plancha de frío) con fresas, piña y manzana impregnadas y vinagre de Módena (helado).
En definitiva, un restaurante en el que lujo se respira en cada centímetro cuadrado (cocina, interiorismo, servicio…).

Bodega: Vodka-tónic (Iceberg + 6 O’Clock + piel de lima) preparado a las mil maravillas (a destacar la maquina de CO2 que baja la temperatura del hielo, ayudando a que éste tarde mucho más en deshacerse y, en consecuencia, en aguar el combinado); y Predicador 2009 (Tempranillo), Bodegas Benjamín Romeo, DO Rioja.
Precio: 70 €

En pocas palabras: Así, SÍ.

Indicado: Para seducir y ser seducido.

Contraindicado: Para los que no conceden segundas oportunidades.
Plaza del Camp 5-6, Barcelona
932 547 393 o 691 403 599

4 comentarios:

  1. Totalmente de acuerdo con esta entrada! Gran elección del tártar Jules Verne, un exquisito plato!! Tendré que volver para probar nuevas oportunidades.

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  2. Sin duda, el tártar Jules Verne era notable, no obstante, la palma de la noche se la llevaron el salmón y el postre.

    Un saludo,

    eduard

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  3. Hola Albert,
    soy profesora de filología hispánica desde hace 14 años, y quisiera hacerte un par de sugerencias:
    - no escribas tal como piensas, o como hablas. Estas escribiendo, no hablando.
    - una vez escrito un texto, repásalo y puntúalo. No le tengas miedo a los puntos. Tiendes a abusar demasiado de las comas, y eso hace que tus textos sean difíciles de leer. La persona que lee, se "ahoga". No puedes redactar cuatro o cinco líneas sin un solo punto o punto y aparte.

    Me gusta tu blog, pero creo que podrías mejorar un poco en gramática. Espero que no lo tomes como un ataque personal, solo quiero ayudarte.

    Saludos,
    Marta

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  4. No me lo tomo como un ataque personal, Marta, sino como una crítica constructiva que valoro mucho, pues no eres la primera que me pone sobre aviso de mi asfixiante prosa.

    Un saludo,

    eduard

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