Barcelona es una de las ciudades más bellas y encantadoras del mundo y, en parte, ello se debe a su gótico: un barrio que, día a día, se sabe más bello.
En mi liturgia sabatina o dominical nunca falta un paseo, por breve que en ocasiones llegue a ser, por la Barceloneta o por el casco antiguo, y, de ser este segundo el triunfador del fin de semana, las penosas secuelas de nuestra guerra civil que en las losas de la iglesia de Sant Felip Neri están grabadas suponen siempre un alto en mi pasear.
Y así fue como descubrí el Hotel Neri y, tras unos cuantos paseos más, su restaurante.
Restaurante cuya visita se hizo de rogar, pues, infundadamente -¡Dichosos apriorismos!-, creía que, de sentarme en una de sus mesas, podría llegar a sentirme como un turista en mi propia casa, en mi ciudad de acogida -¡Qué horror!-.
Afortunadamente, la recién concedida distinción como Relais Chateaux, así como unas cuantas lecturas de su interesantísima carta aprovechando mis caminatas de fin de semana, me ayudaron a despojarme de mis prejuicios y, el pasado domingo, pude disfrutar de la cocina del restaurante Neri.
Propuesta gastronómica del Neri que, desde hace cuatro años, responde a los dictámenes, obedece a Benito Iranzo: un atípico chef hecho a sí mismo en la casa de comidas de la familia, en la que, por 600 pesetas –sí, por increíble que parezca, al cambio no son ni 4 euros- uno disfrutaba de un menú con bebidas y café incluidos, y que adquirió la experiencia, el lustre o la pátina necesarias para llevar las riendas de un corcel como el restaurante Neri en las cocinas de los restaurantes Arola Arts o Neichel, donde fue jefe de cocina tres años.
Cocina del restaurante Neri en la que se advierten muchas influencias de los Adrià o de los Roca, pero que, cuando más brilla es al optar por alejarse de las fruslerías –no creo que sea terreno abonado para Benito Iranzo- y discurrir por creaciones sencillas pero estudiadas y de sabores profundos.
Y así, y acompañado en mi almuerzo por una sala repleta de comensales barceloneses -¡Quién me lo iba a decir!-, el pasado domingo, por fin, descubrí que se cuece en el restaurante Neri. Adelanto acontecimientos: un restaurante de luces y sombras, tanto en la sala como en la cocina, pero que, sin duda, merece una visita.
En este sentido, tres son las opciones a través de las que, seguro, descubrir y, buena puntería mediante, disfrutar de la cocina del restaurante Neri: su menú mediodía (36 €) que, a tenor de lo visto en la mesa de mis vecinos, por simplón, se hubiese reputado como una pésima elección; su menú degustación (60 €); y su carta (precio medio 50 €), por la que, a la postre, me decanté.
Almuerzo a la carta en el que degusté:
Un muy, pero que muy flojo cuarteto de aperitivos compuesto por: un “bloody sherry” (el cambio del vodka por el oloroso desnaturalizaba por completo el más famoso reconstituyente post noches locas), un pobre cono de cortezas y snacks, un correcto, y de algo ajada presentación, cremoso de butifarra negra, salvando, y de qué manera, los muebles, un buen aceite de arbequina de Tarragona acompañado por una magnífica sal negra del norte de la India, gentileza de Brinder –el chico para todo de la cocina del restaurante Neri, y oriundo de esos lares-.
Un muy buen servicio de panes del horno Sola (tomillo, aceitunas, cereales y de payés).
Unos buenos pimientos del Padrón con huevas de salmón.
Un tártar de txangurro con coco y un imperceptible mango, y acompañado por una hoja de ostra y una curiosísima, dada su textura, seta nipona de cuyo nombre no consigo acordarme. Un plato que, a pesar de su buena presencia, adolecía de falta tanto de intensidad gustativa del tártar como de coherencia sápida entre sus componentes.
Unas texturas de tomate (helado, esponja, tierra ahumada, esferificación, y de Guernica y pasa al natural) con ventresca de bonito que, a pesar de erigirse como un plato técnicamente impecable, gustativamente era algo plano.
Un buen salteado de setas con soja y sésamo, servido sobre una en exceso protagonista cama de tierra de frutos secos y cacao.
Un excelente mar y montaña de cigalas, albóndigas de pollo de payés, mejillones, vieiras, pulpitos y verduras (cebollas baby, guisantes y patatas).
Un magnífico -sin duda, lo mejor del ágape- rape (perfecto tanto el producto como su punto de cocción) acompañado por papada de cerdo cocinada a baja temperatura 72 horas y un crujiente y un cremoso de arroz –acertadísimas las notas lácteas y de almidón con las que el cremoso matizaba tanto el rape como la papada-.
Un muy buen bizcocho mascabado con helado de manzana asada, crema de cacahuete y sopa de cacao.
Y unos buenos “petis”: golosina cítrica, nube de limón, crujiente de anís, madeleine mascabada, trufa de chocolate blanco y merengue de fresa.
En definitiva, un restaurante de hotel –afortunadamente esta apostilla cada vez tiene menos connotaciones negativas- que, por la suma de su emplazamiento y su propuesta gastronómica, merece ser descubierto y en el que la satisfacción del comensal, por desgracia, depende algo, o mucho de su puntería.
Bodega: Interesante, aunque algo cara –¡Dichosas distinciones!- carta de vinos e impropia de un Relais Chateux cristalería. La Llopetera 2009 (Pinot Noir). Bodega Escoda Sanahuja. DO Conca de Barberà.
Precio: 70 €
En pocas palabras: Cocina con encanto.
Indicado: Para comprobar tanto que en Barcelona uno puede seguir disfrutando de gratas sorpresas como que el ruido mediático nada tiene que ver con la valía gastronómica de un restaurante.
Contraindicado: Para los que nunca han cantado un Black Jack o, en otras palabras, para los que el azar les suele ser esquivo.
Hotel Neri, Sant Sever 5, Barcelona.
933 040 655
PD: El hotel Neri cuenta con la, tal vez, más bucólica azotea de nuestra ciudad, además de una terraza en la misma plaza Sant Felip Neri. El dilema para elegir dónde disfrutar del café o de la copa post comida está servido.
¡Hola Eduard!
ResponderEliminarMe es grato leer tu opinion sobre el Restaurante Neri. Hace ya algunos años que lo visité, en mis comienzos de descubrimientos gastronómicos de Barcelona, pero a pesar de que disfruté mucho de su excelente comida, nunca más he repetido.
Ahora se que puedo visitarlo nuevamente y que sin duda no me defraudará.
Saludos,
Marisela
Hola Marisela,
ResponderEliminarSin duda, fue un gran descubrimiento, no obstante, reitero que la puntería es clave para asegurar el éxito del ágape.
Un saludo,
eduard
Hola! Hace mucho que te sigo pero nunca escribo.
ResponderEliminarAhora cuando quiero salir a comer por Barcelona, intento elegir alguno de los que has visitado y si me encaja pues perfecto. Ayer estuve en el Neri. Menu de fin de semana 22 euros. Todo un descubrimiento. Y lo mejor la sal negra del himalaya que sabe a huevo frito. Fue genial...y eso que con la lluvia no pudimos disfrutar de las terracitas...Felicidades por lo que haces!!! Y no lo dejes...
Bienvenido, pues, al maravilloso mundo de los comentarios y muchas gracias tanto por tu fidelidad como por confiar en mi criterio -iré aguardando tus contra-opiniones-.
ResponderEliminarSin duda, descubrir la sal india -o de "huevo frito"- del Neri ya justifica la visita a este precioso hotel.
Un saludo,
eduard
Hola Eduard, estoy echandole un vistazo a tu blog, y debo felicitarte me gusta, solo una salvedad Neichel no es Relais Chateaux en Barcelona??
ResponderEliminarUn saludo
Angel
Muchas gracias, Angel. Y pues tienes toda la razón, ya he enmendado la crónica.
ResponderEliminarUn saludo,
eduard