¿Qué contaros de los tiempos convulsos que estamos viviendo –padeciendo-, en los que el temor de los mercados, las espadas de Damocles de las agencias de calificación se traducen en un sentimiento de tristeza generalizado en la sociedad civil, que no sepáis, que no pueda comprobarse parando la oreja en cualquier semáforo, cafetería o restaurante?
Evidentemente, bien poco.
Y ya que este no es el foro, ni por mis parcos conocimientos en la materia, ni por ser lo que en mis palabras, creo, esperáis encontrar –desde una profunda humildad solo deseo que mis crónicas pongan un poco de color a una gris realidad-, no temáis, pues esta aciaga introducción, más propia de un artículo de opinión de las páginas sobre economía de cualquier periódico, no es más que una excusa para ilustrar las tendencias en restauración que, en épocas de vacas flacas, parecen ser las únicas capaces de levantar cabeza.
Propuestas gastronómicas cuya máxima identificaría en “bonito, barato y, si los dioses lo permiten, bueno”.
Fieles a tal credo, unos cuantos restaurantes, entre los que destacaría, entre otros, La Pepita, han alcanzado más que meritorias cotas de éxito, y así, se antoja lógico que este estilo de restaurantes sea el espejo en el que busquen su reflejo los recién llegados -¡Bravo por vuestra osadía!- a la gran familia de la restauración Barcelonesa.
Recién llegados (19 mayo de 2011) como la casa de comidas que hoy nos ocupa: el restaurante Carlitos.
Restaurante Carlitos al que dos hermanos (Carlos y Javi), ambos economistas de la prestigiosa ESADE, decidieron, cansados –hartos- de un sector que quema más que el más vivo de los fogones-, dedicar todas sus energías -y a fe que se nota-.
Sin duda, el restaurante Carlitos no ha venido para revolucionar el panorama culinario barcelonés, ni tampoco para descubrir nada a nadie, ni mucho menos para buscar y encontrar reconocimiento en publicaciones gastronómicas, y a pesar de que su cocina, por el momento, arroja más sombras que luces, el ambiente que han sabido crear en esta acogedora casa de comidas de la calle Calvet gracias a un cuidado a la par que próximo servicio, junto con algunos platos más que meritorios y una factura final acorde con la actual situación económica, hacen que la visita al restaurante Carlitos sea una aventura que todos podemos atrevernos a correr –algunos, muchos, no repetirán, pero, seguro, unos cuantos harán de la casa de comidas de Javi y Carlos su segunda morada-.
Y así, los claroscuros gastronómicos –pues en lo demás, todo fueron luces- de mi visita al restaurante Carlitos, los encarnaron:
Un vermut Izaguirre, quién, de sobra conocéis, es mi más fiel compañero de fatigas gastronómicas -con el permiso de Andrea y Robert-.
Un buen pan con tomate.
Antoñito, Isabelita, Anita y Martita. Sí, ni vuestros ojos os engañan, ni se me ha terminado de ir la chaveta. Y así es, pues en el restaurante Carlitos, sus montaditos y croquetas llevan por nombre el de sus amigos –o amiguitos-, y que en mis cuatro elecciones se traducen en:
Un correcto montadito de escalibada y queso de cabra.
Y unas buenas croquetas de queso parmesano, jamón y setas, anunciadas en orden creciente a tenor de su mérito.
Unas flojas patatas “bravas” –mucho mejor, más propio, hubiese sido bautizarlas como “mixtas”- en las que lo realmente bravo era la intensidad del ajo de su alioli.
Unos buenos huevos con patatas y morcilla.
Un excelente, por calidad y punto de cocción, bife con chimichurri y pimientos del padrón. Sin duda, lo mejor de la comida.
Y un más que mejorable, por textura y sabor, pastel de queso, cuestionablemente -como mínimo- acompañado por un helado de pistachos, coulis de fresa y salsa de chocolate.
En definitiva, un restaurante que, puede que no seduzca a vuestros paladares, pero que no dejará indiferentes a vuestros corazones.
Bodega: Jardín Rojo (Tempranillo). Viñedos Singulares. DO Rioja.
Precio: 30 €. Disponen, también, de un menú mediodía por 12 €.
En pocas palabras: Tapas, platillos y buen rollo.
Indicado: Para los que el ambiente es un poderoso sazonador.
Contraindicado: Para los que cuando salen a comer, salen, sencilla y llanamente, a comer.
(Ni se trata de una foto artística –era obvio- ni es un polizón en esta crónica, sino que se trata de las escaleras que dan acceso a un acogedor reservado para hasta 20 personas).
Calvet 50, Barcelona
931 254 636 (No admiten reservas los mediodías. Sí, en cambio, por las noches)
apreciado Eduard si te fijas es el mismo tipo de cocina que se repite una y otra vez, parece un monólogo entre las bravas, las croquetas, los huevos, el pan de coca, que passa que no hay más ideas para hacer algo nuevo, no hay invención para pensar en nuevas tapas que siempre hemos de ir a parar a las mismas?
ResponderEliminarseamos un poco más originales e intentemos aportar algo más nuevo a esta ciudad decandente en matería de tapas
saludos
Pep
Comprendo y comparto tu lamento, amigo Pep. No obstante, en épocas de crisis, o uno goza o del mecenazgo de una gran fortuna o de un grupo del sector de la restauración o los experimentos suelen hacerse con gaseosa: lo que, con pesar, también entiendo.
ResponderEliminarUn saludo,
eduard
A mi me ocurre como a Pep, veo poca originalidad en los nuevos restaurantes de tapas. Puede que sea lo que más aceptación tenga, pero entre las mini hamburguesas, las bravas, las croquetas, de ahi no salimos. Es cierto, que son menús anti-crisis, pero que también sale caro, porque la materia prima es barata.
ResponderEliminarDe todas formas, si está bien hecho, es de agradecer que todavía, con la que está cayendo, haya valientes que monten restaurantes con tanta ilusión, solo por eso, ya merece la visita.
Tienes toda la razón del mundo Carmen, pero como también acertadamente apuntas, cualquier aventura empresarial en estos tiempos que corren merece el reconocimiento de todos.
ResponderEliminarUn saludo,
eduard
Vaig estar a Carlitos divendres migdia dinant amb el meu fill que com ja vaig comentar treballa alla mateix.El dia que el vas publicar, ja el vaig anotar mentalment.
ResponderEliminarAl ser migdia vaig agafar el menú a veure que sabien fer amb 12€ i vam sortir contents. Ja l'he publicat.
Vaig veure pasar plats de la carta a altres taules i teníen bon aspecte. D'acord que no hi ha massa "creativitat", però com jo tampoc la busco... ;).
El local em va agradar a nivell decoració, el servei amable i sense badar... I l'ambient molt variat, però et feia sentir a gust.
Sens dubte, Ricard, el millor, al meu entendre, del restaurant Carlitos és l'ambient que s'hi respira, doncs crec que la seva cuina te força marge de millora.
ResponderEliminarMoltes gràcies per la cita,
eduard