Para los que vivimos en Barcelona, el Maresme está a tiro de piedra. No obstante, ello no hace que, por corta que sea, toda excursión para descubrir su floreciente restauración merezca la pena. En este sentido, 600 kilómetros para comer en Mugaritz o Etxebarri, o 100 para hacerlo en Can Bosch o El Pa Torrat se hacen, seguramente, más cortos que los 30 que separan la Ciudad Condal de Mataró si uno va a la capital del Maresme atraído por el coro de sirenas, groupies o cortesanos de uno de sus restaurantes más celebrados - afortunadamente, la celebridad es mucho más cara y, por paradójico que suene, no se compra-.
Pero el Maresme gastronómico que hoy nos ocupa, el que encarna el restaurante Tres Macarrons, bien merece los 15 minutos de coche que exige -¡Tardo más en llegar al Cielo de los Torres!-.
Puede que, tras esta breve introducción y a propósito de la Estrella Michelin recién otorgada al restaurante Tres Macarrons, muchos me tildéis de ventajista, pero nada más lejos de la realidad pues, como de costumbre, en esta crónica se repartirá estopa y, a mayor abundamiento, el pasado domingo saldé con este restaurante de El Masnou una deuda contraída hace casi un mes -cuando ni en las quinielas de Nostradamus hubiese figurado el restaurante Tres Macarrons como candidato a una Estrella- y frente a la que un problema de salud me puso en mora.
Dado que estoy viendo que hoy mi locuacidad está desatada, voy a ponerle freno y, a modo de eslóganes de campaña, voy a condensar cuanto os quería transmitir antes de hincar el ojo en lo que se cuece en el restaurante Tres Macarrons.
Tres Macarrons: el restaurante de los Aldana (Miquel en la cocina y su padre, Joan, en la sala -aunque, la que da valor a ésta es Nuria Orra-).
Tres Macarrons: un restaurante que tiene mucho de Lluerna y del malogrado Libentia.
Tres Macarrons: la gran sorpresa positiva -¿Seguro?- de la Guía Michelin 2016.
Tres Macarrons: un continente de Estrella, un contenido de Bib Gourmand.
Tres Macarrons (aquí el eslogan se disfrazará de mitin): un restaurante que debieron visitar Inspectores nipones o alemanes pues, de lo contrario, no se entiende que esta casa de comidas tenga una Estrella y éstas no brillen en el currículo de los restaurantes Coure, Gresca o Espai Kru.
Tres Macarons: los que hace años que merita el restaurante (Mugaritz) del mejor cocinero del mundo (Andoni Luis Aduriz).
Dos Macarons: uno para Sergio, otro para Javier y dos para su Dos Cielos.
Un Macaron: el injustamente arrebatado al restaurante Manairó.
Tres Macarrons: una propuesta gastronómica facilona pero muy bien resuelta de la que disfruté a través de:
Un muy buen vermut de El Masnou (el de la centenaria Casa Cisa) tomado en su agradable terraza.
Unas buenas aceitunas y piparras.
Unas correctas pipas de calabaza -un toque especiado les daría el plus del que adolecían-.
Un anodino -por soso- chupito de crema de alcachofas y butifarra negra.
La excelencia de dos productos de localidades vecinas: el pan del Triticum (Cabrera de Mar) y el aceite de Quorum (Premià de Mar).
Un notable niguiri de gamba roja acompañado por el jugo de su cabeza y wasabi.
Una sabrosa y delicada composición de crema de patata, tripa de bacalao, huevo a baja temperatura planchado y un sofrito de ajos acertadamente subido de vinagre.
Un casi redondo plato de calamar con praliné de almendras, panceta, espuma de tinta y puerros, cuya única arista era la temperatura de la espuma -con lo poco que cuesta poner un sifón en un baño maría-.
Unos irregulares canelones: muy bien por el rustido de pollo, bien por la elección de una pasta de lasaña, mal por la escasez de bechamel y muy mal por el exceso de gratinado de Parmesano -a la postre, el impertinente sabor y la apelmazada textura dominantes-.
Un impecable cabracho al vapor acompañado por unas aguadas patatas hervidas -¡Qué importante es tanto la elección de una buena patata como su acertada cocción!- y un excelente mojo verde sui generis (una suerte de Orio canario a base de aguacate, aceite, sal, pimientas y vinagre).
Una notable torrija de briox con azúcar moscovado y crema de almendras verdes que alcanzaría la excelencia de asociarse con un helado más profundo y untuoso (e.g. café, almendras, cacao) pues, el helado de limón y jengibre que la acompañaba cortaba el recorrido gustativo del moscovado y de la almendra.
Una resultona composición de pera, anís, cassis, espuma de yogur y helado de cacao -como mínimo, o cuanto máximo sobre el papel pues, en puridad, más recordaba a un chocolate a la taza que a una tableta de chocolate al 90% de cacao-.
Y un excelente café D.O. Etiopía sucedido por una copa de Armañac Dartigalongue Hors D'Age Sélection 12 Años -¿Hay mejores petit fours?-.
En definitiva, un restaurante que ofrece buenos ágapes pero que debe tener cuidado con los palos en las ruedas -los ajenos (expectativas) y los propios (aires de grandeza)-.
Bodega: Destacable, por precios (contenidos) y referencias (200), bodega. Gallinas y Focas 2012 (Manto negro y Syrah), 4 Kilos Vinícola, D.O. Mallorca.
Precio: 70€. Precio Medio: 40€ + bebidas. Otros precios: 24€ (menú mediodía).
En pocas palabras: Bueno, pero ni estelar ni de Estrella.
Indicado: Para disfrutar confirmando que la capitalidad gastronómica del Maresme la tiene El Masnou aunque la administrativa recaiga en Mataró.
Contraindicado: Para los que esperen encontrar en el restaurante Tres Macarrons algo mejor que en los restaurantes Coure, Gresca, Espai Kru o Manairó, o al nivel del restaurante Dos Cielos. O, en otras palabras, para los que se creen a pies juntillas los sermones de los Michelines.
Av. del Maresme 21, El Masnou (Barcelona)
935 409 266
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