Por ser durante muchos años el único restaurante portugués reconocido con dos estrellas Michelin; y
Ser el también único exponente de la gastronomía lusa en la prestigiosa lista de “The World’s Best Restaurants”, en la que ocupa el puesto 79…
Visitar el restaurante Vila Joya durante mi periplo gastronómico por Portugal no era una opción sino que era una dulce -o así esperaba que fuese- obligación.
Y así, consumidos ya dos mil, cien arriba o cien abajo, kilómetros de un ruta más que recomendable, me encontraba recorriendo las bellas –seguro que hace diez años lo eran más- carreteras del Algarve cuando, con la ayuda del Tom-Tom, me planté en la Playa da Galé (Albufeira): el privilegiadísimo marco de la alta y bipolar cocina de Dieter Koschina.
Telegráficamente y por orden de importancia –aunque sobre decirlo, por supuesto, la que yo le doy-, y antes de entrar en el detalle del mejor almuerzo de mi escapada de Semana Santa, os presentaré el trío de ases que –sé que no es la mejor mano, pero de sonreírme la baraja con ella, me costaría no ir con el resto- hacen que, de encontrarse uno por esos lares, la visita al restaurante Vila Joya resulte más que recomendable.
El marco: ni he comido en uno más bello ni creo que jamás lo haga –la pega es que son sabedores de ello y uno debe pagar las ganas de comer en un restaurante cuya iluminación corre a cuenta del reflejo del sol sobre el mar y en el que el rumor de las olas hace las veces de hilo musical-.
La propuesta gastronómica: lo dicho, de altísimo nivel, principalmente por los magníficos productos emprados, y bipolar, esto es, que navega –aunque personalmente crea que cede a las exigencias de cierto de su público- entre la vanguardia más bulliniana y la creatividad más simplona, bordándolo cuando se ciñe a, con delicados acompañamientos, hacer enormes ya de por sí grandiosos productos.
Y el servicio: profesional, atento, amable y políglota como pocos he visto –bueno, he oído-.
Que, el seis de abril de 2012, se alinearon casi a la perfección para ofrecerme el siguiente almuerzo:
Un magnífico servicio de panes (blanco, chapata, de cereales y de aceitunas), aceite (del sur de Portugal sin filtrar) y mantequilla salada.
Unos interesantísimos, sabrosos, y máximo exponente de la bipolaridad antes apuntada, snacks: canelón (ovulato) de guacamole, cacahuete mimético, pistacho con cobertura de yogur, carabela de tapioca y chocos, tortilla de camarones –hasta este momento no tenía claro si estaba en la Playa da Galé o en Cala Montjoi-, baguete pata negra y huevo de codorniz crujiente.
Una notable vieira con emulsión de yuzu y vinagreta de jengibre y lima.
Un espectacular (materia prima, cocciones y composición gustativa) bogavante con caviar imperial, y texturas de coliflor (ravioli, cremoso, tabulé y en crudo).
Una sabrosísima pechuga de codorniz escabechada y acompañada por un briox de jamón ibérico, foie (freco y micuit), puré de tupinambo, cremoso de porto y gelée de uva tardía.
Un excelente (de nuevo, por su cocción y matices sápidos) rodaballo con trufa del Perigord y cremoso de apio.
Un notable mar y montaña de carrilleras de cerdo, carabinero y jamón ibérico –su excesiva presencia en tantos momentos del ágape solo puede excusarse, aunque no justificarse, en las apetencias de mucho de su público: turistas franceses, suizos y alemanes amantes de este manjar ibérico- acompañado por un correcto risotto de quinoa.
Una excelente creme brûlée con helado de frambuesas.
Una, de nuevo, excelente composición de frutos rojos –en su justo punto de maduración-, tierra base, helado de canela y crema de vainilla.
Un magnífico suflé de vainilla.
Y unos notables petit fours (nube de amareto, sacher, brownie de frutos secos y trufa).
En definitiva, un restaurante que, por su marco, su delicada y elaborada con excelentes materias primas propuesta gastronómica y su servicio, cabe identificar como el máximo exponente de la alta cocina lusa.
Bodega: Doña María Amantis 2008 (Viognier). Alentejo.
Precio: 160 €
En pocas palabras: Belleza por los cuatro (marco, marco, cocina y servicio) costados.
Indicado: Para los que persiguen experiencias únicas.
Contraindicado: Para los que ni entienden ni aceptan que el marco se refleje en la factura final –aunque en muchas ocasiones me pondría en este saco, el del restaurante Vila Joya es tan increíble que, sonriente, pagué por él lo que, veladamente, me pidieron-.
Hotel Vila Joya, Playa da Galé (Albufeira), Portugal
+351 289 591 795
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