¿Perseguir las estrellas o creer en mis homólogos lisboetas? Esa era la cuestión.
Y pues pocas, o ninguna esperanza tenía en que la visita al “Vía Veneto” de la romántica Lisboa (restaurante Tavares) me ofreciese alguna postal nueva para mi álbum de recuerdos gastronómicos, me decanté por descubrir una de las cocinas que más y mejores ríos de tinta está haciendo correr por esos lares.
Una cocina conocida materializada en dos restaurantes de los que en seguida –ya mismo- os voy a dar cuenta.
Y aunque como suele pasar, el primero de ellos fue el gastronómico que responde al nombre de Restaurante 100 Maneiras, la presente crónica dará comienzo con el bistró que vio la luz gracias al éxito del primero, pero que no creo que me equivoque si afirmo que, hoy por hoy, es el que goza de mayor éxito. Hecho que no solo lo comprendo sino que lo comparto, pues el sentimiento de cierta indiferencia que me causo la cena en el buque insignia de la cocina de Cien Maneiras fue disipado gracias tanto a la sabrosa sencillez de la propuesta gastronómica como al magnífico ambiente que se respira en el delfín de la familia.
Bistró 100 Maneiras
Largo da Trindade 9 (Lisboa, +351 910 918 181)
¿Fumadores o no fumadores?
Si os ha sorprendido esta introducción bien sencillo os será imaginaros los ojos saltones y el rostro boquiabierto que esbocé al escuchar pronunciar estas palabras al entrar al Bistró 100 Maneiras.
Pregunta que, no obstante, no os ha de llevar al equívoco de convertir en norma a esta anécdota, pues, y a pesar de tener tal posibilidad, el resto de los restaurantes que visité en mi escapada portuguesa optaron por que los únicos malos humos presentes en sus salas fuesen los de los clientes a los que no se permitía fumar.
Aunque debo confesaros que, empujado por un sentimiento de melancolía y unos puros habanos recién comprados en el estanco que solía frecuentar el genial poeta Pessoa ("Seguiré fumando hasta que el Destino me lo permita"), mi respuesta fue “Fumadores, gracias”.
Pero centrémonos en todo lo que precedió al bueno de Edmundo y a un magníficamente preparado Gin Fizz que, supongo, es lo que os interesa.
Y así, la más recomendable, la más bella –no pretendo negar sus méritos y, particularmente, atendiendo al contexto, pero cocinas de corte creativo como la del Restaurante 100 Maneiras lo tendrían muy difícil para encontrar un hueco en Barcelona- de las caras de la cocina 100 Maneiras, esto es, su bistró, me hizo disfrutar gracias a:
Un buen servicio de panes de elaboración propia (blanco y de amapolas) acompañado de aceite con vinagre balsámico y romero fresco.
Una notable empanada de caza bien acompañada por un cremoso de queso y trufa.
Un sencillo pero sabroso nido (pan frito) de mollejas de ternera y chalotas maceradas en vinagre.
Una hamburguesa de vaca que, según reza la carta, es la mejor del barrio –y me lo creo-, acompañada de queso de leche cruda de vaca, salsa tártara y patatas especiadas (pimientas, curri…).
Una excelente creme brûlée.
Y una tarta de chocolate con helado de galletas anunciada como la mejor del mundo y con la que uno haría un negocio redondo si la comprase por lo que realmente vale y la vendiese por lo que cree que vale.
En definitiva, un restaurante en el que su notable propuesta gastronómica se me antoja como un magnífico pretexto para disfrutar de una magnífica velada.
Bodega: Pasmados 2008 (Touriga, Castelão y Shyrah). Península de Setúbal.
Precio: 45 €
En pocas palabras: El bistró lisboeta.
Indicado: Para disfrutar de uno de los mejores ambientes de Lisboa en una platea ocupada casi en su totalidad por público local.
Contraindicado: Para los que solo entienden los restaurantes como lugares en los que comer y no como espacios para conversar, reír…
Restaurante 100 Maneiras
Rua do Teixeira 35 (Lisboa, +351 910 307 575)
Habiéndolo dejado casi todo ya dicho sobre el Restaurante 100 Maneiras, cuatro palabras, metafóricamente hablando –me sabéis incapaz de ser más breve-, harán de prólogo al menú degustación (única posibilidad en la residencia gastronómica de la familia 100 Maneiras) del que disfruté –a medias- en pleno Barrio Alto de Lisboa.
¡Qué dichosos somos los que amamos, los que disfrutamos de la gastronomía y nos ha tocado vivir en este tiempo (Siglo XXI) y en este lugar (Barcelona, Catalunya, España)!
¿A que he sido más breve de lo que esperabais? Y pues seguro que otro día lo seré menos, hoy que puedo contener mi verborrea, vayamos al grano, o lo que es lo mismo, al menú degustación del Restaurante 100 Maneiras. Un menú al que dieron forma:
Un excelente (conceptual y gustativamente) –seguramente lo mejor de la cena- tenderete de bacalao deshidratado con mayonesa de cítricos y tabasco, presentado como un homenaje a lo que un día fue y, en menor medida sigue siendo, el vecindario del restaurante.
Una correcta albóndiga de marisco con pesto de guisantes.
Un sabroso aunque facilón carpaccio de vaca con foie, gelatina de Madeira y vinagreta balsámica.
Unas buenas ancas de rana a la milanesa con cebolla encurtida y un salteado de setas.
Un notable canelón (perfecto punto de cocción de la pasta) de marisco y espinacas con aire de marisco y jengibre.
Un buen, aunque en exceso cocinado, rodaballo con puré de chirivías, brócoli y crujiente de ajos tiernos.
Un correcto granizado de vodka, jengibre y citronela.
Unas simples carrilleras de cerdo con parmentier de patata y chalotas confitadas.
Unas resultonas, aunque escasas, frutas tropicales (kiwi, maracuyá, mango…) gratinadas con mascarpone.
Y un nefasto popurrí: brownie de chocolate, helado de café, gelatina de… -su insipidez no me permite daros más detalles-, mermelada de fresa y peta-zetas.
En definitiva, de los mejores, sino el mejor exponente de la cocina creativa, de la nueva cocina lisboeta.
Bodega: Muros de Melgaço 2011 (Albariño). Viñas Verdes.
Precio: 65 €
En pocas palabras: El tuerto en el país de los ciegos.
Indicado: Para los que gustarían, acompañados en el trayecto por turistas, de viajar en el tiempo. En concreto, a los albores de la nueva cocina española allá por los jóvenes noventa.
Contraindicado: Para los que ya valoran lo que aquí (España) tenemos.
Recuerdo mi paso por Lisboa en el restaurante Olivier Avenida con un plato de kobe acompañado de una pasta con trufa blanca insuperable...
ResponderEliminarTomo nota, Edy, para un futura -que seguro que la habrá- escapada a Lisboa.
ResponderEliminarUn saludo,
eduard