Será ésta una crónica de transición por partida doble.
La mía, por la ciudad de Palma de Mallorca, camino de su aeropuerto, tras unos días de navegación por el bello, pero cada vez más concurrido, litoral balear, y que propició la resultona visita al restaurante La Bodeguilla.
Y de esta bitácora, tras un agosto al ralentí, hacia una nueva temporada que abrirán las siguientes crónicas: Poti-poti hispano-luso (lo mejor, su parte lusa); Bodega Aires de Vendimia (una pequeña gran bodega del Bierzo que dará mucho –y bien- de que hablar); Silabario (una sorprendente Estrella en Tui); Casa Gerardo; Cenador de Amós; y Mugaritz.
La Bodeguilla: un restaurante perteneciente al grupo de restauración Amida (Bonaire, El Burladero, Bar Nicolás… son otras de sus casas de comidas) que, de estar por Palma, bien merece una visita.
Y la merece pues:
Además de estar magníficamente situada (en el corazón del bello Borne de Palma), los espacios (gastrobar, restaurante informal y restaurante de postín) en los que se distribuye La Bodeguilla, y en los que se ofrece la misma propuesta gastronómica –un acierto, pues hay días en los que un plato de jamón apetece disfrutarlo con una copa de vino en una barra y otros en que el cuerpo pide para su deleite el sosiego que brinda una mesa con mantel y una buena botella de vino-, están dotados de un interiorismo muy cuidado.
Su bodega es espectacular. Puede parecer un calificativo simplón o poco sesudo, pero una cuidada selección de más de 500 referencias (nacionales e internacionales, pero que miran con especial cariño a las Islas Baleares), ofrecidas a precios más que razonables, servidas en una buena cristalería bajo la dirección del gran sumiller Roberto Durán (con el que había coincidido en el restaurante The Mirror) y que, sin duda, es el gran argumento para visitar el restaurante La Bodeguilla –¡Ojalá todos los restaurantes hiciesen tan bueno su nombre!-, merece una definición inequívoca.
Y su propuesta gastronómica, a pesar de algunas sombras, no solo no desluce la bodega al servicio de la que trabaja, sino que en algunos momentos se atreve a toserle. Prueba de ello:
Un muy buen pan de cereales con tomate, regado con un notable aceite de producción ecológica de Badajoz (Castillo Hornachos).
Unas excelentes croquetas de gamba roja de Sóller. Untuosas, crocantes, ligeras y con bechamel generosa con las gambas -¿Qué más se puede pedir?-.
Una irregular composición de berenjena en dos cocciones (cocinada al vacío y posteriormente rebozada), crema de Tumbet y bacalao ahumado. Y digo irregular, a pesar de una muy buena crema de Tumbet (una suerte de sanfaina, pisto, etc. balear) y de un correcto carpaccio de bacalao, pues un rebozado excesivo y mal cocinado –ergo, muy pesado- echaba al traste todos los buenos propósitos del plato.
Un resultón huevo escalfado con crema de foie, trufa de verano y aceite de trufa.
Unas perfectas mollejas al ajillo.
Una mediocre hamburguesa de carne de Morucha (vaca de origen salmantino). Mediocridad provocada por un soso aliño de la carne y por un pobre acompañamiento (una cebolla dulzona y un triste micuit untado en el pan), que tiene mucho delito pues, la Morucha es, gustativamente, una de las sopranos del universo vacuno. Respecto las patatas paja, el delito era no terminárselas, pues estaban de escándalo.
Una excelente versión del lemon pie (sobre una base de crumble, una crema -casi un tocinillo- de limón, un sorbete de limón y todo ello cubierto por merengue).
De matrícula su tarta fina de manzana con helado de vainilla Bourbon.
Y más que correcto tanto el café como las trufas (blanca y negra) que lo acompañaban y que pusieron la guinda al almuerzo.
En definitiva, una buena cocina, una bella sala, una inmejorable ubicación, una bodega para el recuerdo y una notable relación calidad-satisfacción-precio, convierten en más que atinado un alto en el camino en el restaurante La Bodeguilla.
Bodega: Lo dicho, espectacular, como los dos vinos tintos baleares de los que disfruté. Petjades 2013 (Gorgollasa) de Galmes i Ribot; y Negre Selecció 2010 (coupage de variedades autóctonas de Mallorca) de Toni Gelabert.
Precio: 50€. Precio medio: No lo hay, pues uno puede disfrutar de un par de copas de vino y de otras tantas tapas por 20€, como darse un homenaje mayor que el mío.
En pocas palabras: ¿Bodeguilla? No, bodegón ilustrado y bodegaza.
Indicado: Para tener una buena excusa para disfrutar de un gran vino.
Contraindicado: Para abstemios –salvo que les pirren los postres, pues los del restaurante La Bodeguilla embriagan-.
Calle Sant Jaume 3, Palma de Mallorca.
971 718 274
PD: Tanto si acabáis recalando en La Bodeguilla como si no, quedaos con el siguiente nombre: Horno San Antonio, situado en la homónima plaza de Palma, y una buena alternativa para comprar el clásico souvenir de las Islas –por favor, no me compréis ensaimadas en el aeropuerto-.
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