Dicen que el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra, pero, y ya que en terquedad son muy pocos los que me superan, no suele ser hasta el tercer traspiés que el Pepito Grillo que habita en mí se pone en guardia.
Y así –y tirando de nuevo de sabiduría popular- no ha sido hasta, o mejor dicho, tras la tercera visita al restaurante Cinc Sentits que mi tesón por sucumbir al alarde de excelencias que tantos atribuyen a este afamado, exitoso, premiado… restaurante del ensanche barcelonés se ha dado por vencido.
Sin duda, unas cuantas son las virtudes que atesora el restaurante Cinc Sentits, de entre las que destacaría una notable, en toda su extensión, sala (equipo y espacio), una excelente carta de vinos y un sanísimo proselitismo de la cocina patria a la que se honra gracias a la profunda y personalísima revisión de la tradición gastronómica catalana que Jordi Artal se trae entre manos.
No obstante, tras la cena del pasado viernes, al igual que me sucedió hace un año, y hace dos, el mayor recuerdo de mi experiencia Cinc Sentits no se aloja en mi paladar, ni en mis retinas, ni mucho menos en mi corazón, sino que es en el bolsillo donde habréis de buscarlo y encontrar.
Os ruego, antes de entrar en materia, esto es, pasar a la descripción del menú degustación del que disfruté –pues sin duda, lo hice- en el restaurante Cinc Sentits, que me permitáis una brevísima –o no tanto- excursión por el pantanoso terreno –o berenjenal- de la relación calidad-precio.
El precio: no creo que sea necesario ahondar en lo que se entiende por el precio.
Pero, ¿Qué es la calidad?
Para algunos, ésta se traduce en cantidad, para otros, en lujosas o seleccionadas materias primas, otros la buscarán en la creatividad, la innovación… muchos son incapaces de disfrutar de ella despojada de su marco, y unos cuantos coincidiríamos en que ésta se encuentra en todo lo dicho, ya sea en comunión o por separado, y en un subjetivísimo etcétera de parámetros más.
Y al ponerlas en relación, ¿Qué cabe esperar?
Equilibrio, ¿No? O, y puestos a soñar, que la balanza ceda en favor de la calidad.
Y así, cuando uno paga algo más de veinte mil de las antiguas pesetas y sumando lujosos productos, creatividad, ambiente, cantidad… no salen las cuentas, la cara de tonto es inevitable.
De producto, creatividad, ambiente… se hacen –hacían, desafortunadamente- alardes en elBulli, y así, los casi 400 € de la factura final se quedaban en una anécdota; ambiente y sobre todo creatividad a raudales hacen que las treinta mil pesetas que puede costar una cena en Mugaritz se pierdan como un difuso recuerdo; o, por la concurrencia de creatividad y producto, los algo más de 100 € que suele rondar un ágape en el restaurante Alkima, difícilmente pueden antojarse como cuestionables.
En cambio, y a los hechos me remitiré, sigo sin encontrar la justificación a las tres facturas que he pagado ya en el restaurante Cinc Sentits, a pesar, reitero, de lo más que meritorio –sin duda, debe contarse entre las diez mejores de Barcelona- de su propuesta gastronómica.
Propuesta que, en mi última visita, discurrió por el más completo de sus menús degustación y al que dieron forma:
Unas correctas almendras “marcona” con pimentón, un solvente crujiente de sobrasada y miel, y unas buenas aceitunas Gordal rellenas de ajo y marinadas con hierbas aromáticas y cítricos que hacían las veces de aperitivo y al que acompañé con el Izaguirre reserva de rigor –con el permiso de algún que otro Negroni-.
Un notable servicio de panes, de elaboración propia, (blanco, y de nueces y aceitunas negras) y aceites (Oleum Flumen de Finca (arbequina y gorbal), DO Garrigues; y Clos de la Torre (argudell, picual y frantaio), DO Empordà).
Un sabroso y divertido chupito de sirope de arce, crema de leche, sabayón de cava y flor de sal.
Una muy buena crema de calabaza con salvia, “carquinyolis”, pipas de calabaza, clavo, canela y pimienta de Jamaica.
Uno de los buques insignia de la casa: coca de foie caramelizado, puerros glaseados al vinagre de Fórum y cebollino, ante el que, y a diferencia de tantos otros, pues ni soy amigo de caramelizar el foie ni entiendo la excesiva presencia de cebollino en el conjunto, no caí rendido.
Una excelente, sobre el papel, crema de castañas con perdiz ahumada, PX, aire de trufa, pan de especias y crujiente de grasa de pollo, a la que el carácter etéreo de la trufa y el incomprensible papel que interpretaba el crujiente de grasa de pollo restaban galones.
Una caldereta de cabracho en dos servicios: por un lado, cabracho, patata confitada y mayonesa de azafrán y por el otro, arroz “socarrat” de cabracho, que, sin género de dudas, supuso lo mejor de la velada y uno de los mejores platos de pescado que he probado en mucho tiempo.
Un notable cochinillo ibérico confitado bien secundado por butifarra negra, manzana flambeada al licor de avellanas y praliné de eneldo.
Un buen, sin más, surtido de quesos, eso sí, magníficamente maridados: Casa Mateo (oveja pasteurizada) + golosina de miel, Altejo (vaca cruda) + bizcocho de almendras y Beriane (cabra cruda) + confitura de naranja amarga.
Un correcto pre-postre interpretado por un buen sorbete de frambuesa, un flojo bizcocho exprés de pistachos, praliné de pistachos y crema de vainilla.
Una decepcionante reinvención del clásico “pan con chocolate, aceite y sal” pues, a mi entender, el conjunto formado por un cremoso de chocolate (67%), helado de vainilla y arbequina, polvo de pan de cristal, flor de sal y nueces de macadamia, no respetaba la esencia de la merienda de un par de generaciones, pues adolecía de cierto dulzor, e ilustraba a la perfección lo sencillo que resulta que el desequilibrio entre los componentes de un plato (helado de aceite y vainilla en el que la absoluta protagonista era ésta segunda) o la cuestionable intervención de otros (nuez) perviertan una conceptualmente notable composición.
Y unos correctos petit fours (gelatina de granada, bombón de chocolate y menta y catanias).
En definitiva, una excelente sala, una notable propuesta gastronómica, una merecidísima estrella Michelín… y un restaurante en el que la balanza de la relación calidad-precio se decanta por el lado de éste último.
Bodega: Quest 2008 (Cabernet Sauvignon, Cabernet Franc y Petit Verdot). Castell d’Encús (la mejor bodega de mi tierra). DO Costers del Segre.
Precio: 120 €
En pocas palabras: Un notable restaurante que, no obstante, cuesta más de lo que vale.
Indicado: Para hacerse con uno de los cromos del álbum “Top Ten de la restauración barcelonesa” –toma nota Panini-.
Contraindicado: Para los que un precio de cuestionable justificación les repite más que el ajo.
Aribau 58, Barcelona
933 239 490
En aquest si que he estat i ens va agradar, tot i que les impresions que publico dels restaurants són generalistes, al no tenir formació específica en cuina com per poder matitzar massa.
ResponderEliminarJo vaig més a una valoració global i evidentment subjectiva. I si puc trobar algun punt d'humor, ja em deixo anar.. :).
Potser la pregunta que et faria, és quin consideres que seria el "preu just", per tal de que haguessi trobat la RQP correcta. Perquè clar... si estem parlant d'un 10%, tampoc és massa significatiu...
I tal com et deia, a nosaltres ens va agradar força just ara fa un any i el preu amb maridatge va ser més o menys com el que comentes. No et sabria jutjar la RQP del lloc, que la vaig trobar dins dels paràmetres "normals" dels llocs amb "estrella", que ben saps que malgrat apreciar-los, no són el meu territori preferit.
Hola Ricard,
ResponderEliminarEn primer lloc, indicar-te que, al meu entendre, la formació gastronòmica per tal de poder emetre comentaris amb més valor que una mera opinió és indispensable, no obstant, aquesta no és patrimoni exclusiu de les escoles de cuina i, a través del bagatge, la curiositat, la lectura... es poden assolir nivells força alts de cultura gastronòmica.
Respecte les teves ressenyes, en part, gràcies a l'humor que destil·len, és un plaer llegir-les.
I en relació a la pregunta que em fas, no et donaré, doncs no puc donada la subjectivitat del que em preguntes, el "preu just" del Cinc Sentits. En canvi, si que et diré el preu que em faria tornar-hi en breu: 90 €, doncs crec que amb els 120 € que ara es fa pagar, es troba al nivell de preus del Dos Cielos, Caelis... i per sobre de l'Alkimia, restaurants, tots ells, al meu entendre, més complets.
Salutacions,
eduard
Jo vaig estar-hi fa un temps i, si bé no recordo el que vaig menjar, si recordo que varem sortir a uns 70-75 € per cap. Però no ens va entusiasmar. Pel camí de casa al Cinc Sentits trobo un grapat de restaurants on repetiria abans pel mateix preu o, en el cas de l'Alkimia (a escasos 500 metres de casa) estic encantat de pagar una mica més.
ResponderEliminarCom bé apuntes, apreciat Anònim, aquesta zona de l'Eixample està repleta de restaurants amb una millor relació qualitat-preu que la del Cinc Sentits, i, sens dubte, els 100 € que ronda un sopar a l'Alkima estan molt més justificats.
ResponderEliminarSalutacions,
eduard