Magníficas propuestas gastronómicas perecen.
Restaurantes sin oficio ni beneficio cuelgan el cartel de completo a diario.
Y la suerte es solo una excusa.
Suerte para la que en el restaurante Alea únicamente han reservado el privilegio de bautizar esta casa de comidas del barcelonés barrio de Sant Gervasi.
Azar para el que en el restaurante Alea el trabajo duro y la honestidad no han dejado espacio.
Y así, casi 500 son los días que Patrick y Manuel (almas del restaurante Alea) llevan buscando, trabajando su fortuna en una cocina de escasos cuatro metros cuadrados.
Una cocina humilde y una sala amable para que no haya excusa que valga para no visitar el restaurante Alea.
En este sentido, puede que la cocina de Patrick no vaya a enriquecer nuestro imaginario gastronómico –ni creo que lo pretenda-, o que destellos de lujo no nos cieguen en el restaurante Alea, no obstante, muy pocos son los restaurantes de Barcelona en los que, por menos de 5.000 de la antiguas pesetas, llegaréis a disfrutar de una cena mejor.
Cena, el día de mi visita, protagonizada por:
La contrastada solvencia del pan del horno de la Trinitat.
Una correcta –el adjetivo vulgar tampoco le sería injusto- focaccia de aceite con texturas de tomate, mozarela y orégano.
Unos buenos raviolis de gorgonzola a los que una mejorable compañía (setas, pimientos y encurtidos) no permitían brillar, pues prácticamente anulaba su sabor.
Una sabrosa aleta de raya demasiado tenuemente matizada por notas cítricas y orégano. Es innegable que en muchas ocasiones las comparaciones pueden llegar a ser odiosas, injustas…, pero no es menos cierto que al poner en liza la del restaurante Alea con la preparada por Juanjo en su Tasquita de Enfrente ésta última, por potencia y complejidad de sabores, borra del mapa a la preparada por Patrick.
Unas excelentes manitas de cerdo guisadas y posteriormente deshuesadas acompañadas por láminas de boniato. Un plato que, por sí solo, justificaría la vista al restaurante Alea.
Una notable crema de requesón con manzana ácida y granada.
Y una muy buena torrija de “briox” acompañada con crema de castañas.
En definitiva, un restaurante que, como habréis podido observar, no me cautivó, pero que merece no solo mi respeto, sino mi reconocimiento, y ello por la labor de democratización –si lo preferís, de popularización- de la cultura gastronómica que servicio tras servicio en él se practica.
Bodega: Tempus 2008 (cabernet, cariñena, merlot, syrah, tempranillo y garnacha). Altavins Viticultors. DO Terra Alta
Precio: 30 €
En pocas palabras: cocina para todos los paladares, para todos los bolsillos.
Indicado: Para comprobar como la sencillez y honradez son perceptibles al paladar.
Contraindicado: Para los que al visitar un restaurante perseguimos emocionarnos.
Balmes 322, Barcelona
932 540 487
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