lunes, 28 de enero de 2013

Fígaro

Soy sabedor de que el contraste de quilates gastronómicos entre el último restaurante que nos ocupó (41º) y el que hoy glosaré podría llevaros a poner en “on” el TDA selectivo del que todos disponemos, por ello, y para evitar verme predicando en el desierto, en esta crónica poco trabajo os dará el separar el grano de la paja –pero que no sirva de precedente, pues “sin ti, mi farragosa prosa, no soy nada”-.

Así que, al tajo.

El pasado mes de mayo –con la vorágine de inauguraciones de restaurantes que asolan el panorama barcelonés, parece que esté hablándoos del paleolítico- el célebre y prolífico grupo San Telmo (Tantarantana, El Canalla, Santana…) –sigo sin tener muy claro si sus restaurantes son de los que cardan la lana o de los que se llevan la fama- presentó en sociedad al “restaurante” Fígaro.

Comillas que responden al hecho que el bello –santo y seña del grupo de restaurantes de Isidre Marquès- Fígaro es mucho más, y a su vez, mucho menos, que un restaurante.
Mucho más porque sus horarios son más propios del “Badulaque de Apu” que de un restaurante (de lunes a viernes de 9 de la mañana a 1 de la madrugada, y los sábados de 12 del mediodía a 3 de la madrugada) y, en consecuencia, Fígaro es una casa de comidas total (desayunos, almuerzos, meriendas, cenas… nada se le resiste), o porque su oferta de cócteles, muy pensada para los “after work”, trasciende de la de los restaurantes “normales” –esto es, los que no conocen otro vermut que el Martini pero tienen un gin-tónic para cada día del año-.
Mucho menos porque su propuesta gastronómica es limitada cuantitativa y cualitativamente.

Y así, mi experiencia, secundado por dos escuderos, en el restaurante Fígaro fue la que sigue.

Una copa del día (un correcto gin-lemon por 5€) y dos Negronis (7€ por cada aperitivo florentino de principios de siglo (XX, claro), por cierto, muy bien ejecutados -aunque, todo sea dicho, es un cóctel para “doomies”-) en mano –recordad que éramos tres, no es que tuviese muchas penas que ahogar-, nos pusimos a ojear –la hache que falta no es una errata, pues a una carta de una sola hoja solo puede echársele un ojo y no hojearla- la carta del restaurante Fígaro y, de entre una propuesta formada por tapas clásicas, ensaladas, unos huevos Benedict que tiraban mucho pero que fueron vetados por nuestros respectivos sistemas cardiovasculares, hamburguesas y sándwiches, nos lanzamos a los brazos de:
Una correcta croqueta de pollo y verduras (1€). A años luz de las tops barcelonesas. Tampoco por precio, pues en el restaurante Pijama ya se han encargado de romper el mercado “croquetil” con un precio de escándalo de la mano de una grandísima calidad.
Unos correctos –lo sé, me repito más que el ajo, pero éste fue el denominador común de la mayoría de los platos que dieron forma a la cena en el restaurante Fígaro- nachos con guacamole (6,5€).
Un correcto dúo de hamburguesas, de las que lo más destacado que podría decirse sería su perfecto punto de cocción, y lo menos el tenue sabor de la carne y su mejorable textura, encarnado por:

La hamburguesa Manhattan (10€): hamburguesa con tomate, cebolla caramelizada, mayonesa y rúcola.
La hamburguesa Marco Polo (12€): filete tátaro marcado a la plancha, con brie, aguacate, tomate y lechuga.
Acompañadas por unas patatas fritas, calientes y crujientes pero congeladas (2€).
Permitidme un breve paréntesis a propósito de la plaga de hamburguesas que campa a sus anchas por las calles de Barcelona: como las de la barra del Coure no las encontraréis, y tan buenas y tan baratas como las del restaurante Pijama, tampoco.

Retomemos la cena en su momento menos lucido: un muy flojo Club Sándwich (8€) –y tiene delito la cosa, pues mira que es sencillo ofrecer algo mínimamente lúcido en el terreno del bocata hotelero por excelencia-.
Un muy buen “lemon pie” (5€): sin duda, junto con el Negroni, el mejor momento de la velada.
Un correcto bizcocho de frutos secos y zanahoria (5€).
Y un discreto –una imagen, en este caso, un color vale más que mil palabras- helado de vainilla (4,5€).
En definitiva, está claro tanto que, ni proponiéndomelo, soy capaz de contener mi verborrea, como que en el restaurante Fígaro no encontraréis ni la mejor croqueta, ni la mejor hamburguesa, ni los mejores cócteles de Barcelona, pero sí que disfrutaréis de una correcta versión de éstos en un más que agradable ambiente.

Bodega: De las tres, literalmente, sobrepreciadas referencias tintas del restaurante Fígaro nos quedamos con la mejor de ellas –el tuerto en el país de los ciegos-: Entrelobos 2011 (Tinto Fino). Viñedos Singulares. DO Ribera del Duero. (17€)
Precio: 33 € (los mediodías, disponen de una propuesta por 9,5€)

En pocas palabras: Happy “Meals & After Works”.

Indicado: Para los que los restaurantes son, principalmente, un punto de encuentro.

Contraindicado: Para los que comparten la sencillez de gustos de Oscar Wilde y solo les gusta lo mejor.
Muntaner 212, Barcelona.
93 200 33 46

No hay comentarios:

Publicar un comentario