lunes, 17 de septiembre de 2012

Nahm

Tras quince días de sabrosísimos ágapes, muchos de ellos, a salto de mata, en mi última noche en Tailandia el cuerpo me pedía un homenaje gastronómico algo –o mucho- más convencional.

Tras casi una hora de buceo por internet en busca de la perla de la gastronomía de Bangkok, y descartadas una cuantas segundas marcas de chefs franceses, británicos, nórdicos…, una cena en el restaurante Nahm se me antojó como el mejor colofón a algo más de dos semanas fantásticas.
Sin duda, los argumentos para visitar el restaurante Nahm no eran pocos. Entre ellos: estar considerado el quincuagésimo mejor restaurante del mundo según The World’s 50 Best Restaurants; ser el restaurante insignia de uno de los mejores hoteles de Bangkok (Metropolitan); o que uno de los mejores chefs de Oceanía (el australiano David Thompson) llevase la batuta en la cocina de este restaurante. Y, en líneas generales, las expectativas generadas –que eran una cuantas- quedaron satisfechas –otro cantar, y en lo que ahondaré someramente al final de la crónica, es qué cabe esperar de un ranquin como el que ofrece The World’s 50 Best Restaurants-.

Y así, el éxito de la velada en el restaurante Nahm se fraguó en:

Su cuidadísimo interiorismo, tanto el de la sala como el de la terraza, siendo esta última la acertadísima elección de mi compañera de fatigas gastronómicas para nuestra última cena en Tailandia.
Su magnífica carta de cócteles. Solo en Martinis pueden contarse más de veinte referencias. Excelente el “Cool Martini”: ginebra, limón, menta y pepino (10 €).
Y, por supuesto, en su menú degustación (40 € sin bebidas).

Menú degustación presentado, desafortunadamente –parece que, por esos lares, la temperatura de los platos no es un valor- en tres servicios –especialmente sangrante el correspondiente a los platos principales, pues, en un visto y no visto, en la mesa se agolparon cinco platos-:

Aperitivos:

Buenísima la caña de azúcar de palma con cerdo picante y cacahuetes.
Y más que notables los rollitos crujientes de pollo aromatizado con coco y citronela; el cerdo picante con menta, arroz crujiente y cacahuetes; las gambas en gabardina; y los dumplings de tapioca y pescado.
Platos principales:

Delicada la ensalada de pollo con berenjena, tomate, soja, naranja y plátano…

Todo un alarde de sabor la sopa de pato asado con setas y aromatizada con albahaca y coco.

Correctos, sin más, los dumplings de pescado acompañados por unos excelentes tallos de espinacas salteados con chiles.
Excelente el mar y montaña de cerdo y gambas con leche de coco, chalotas, chiles y verduras crocantes.

Y, desafortunadamente, y por culpa de un punto de picante indescriptible, injustificable, insufrible –y cuantos “ins” se os ocurran- no puedo valorar el curry rojo de Wagyu.

Postres:

Excelente –y más que necesaria- la labor de regenerar el paladar llevada a cabo por el mango verde con azúcar, lima y ají.
Muy buenos los “waffles” crujientes de caqui persimons, huevo hilado y tamarindo; y diferente a la par que incomible dado el sabor y el aroma putrefactos que aporta el durian, el arroz glutinoso con leche de coco y la dichosa fruta ya mencionada.
Y más que dignos los petit fours que giraban entorno al arroz, los frutos secos y el plátano.
En definitiva, y haciendo un alarde de temeridad, pues cuatro, literalmente, son los restaurantes de Bangkok en los que he comido, el restaurante Nahm es una casa de comidas que, de conduciros el destino por esos lares, no debéis perderos.

Y lo prometido es deuda: ¿Qué decir de The World’s 50 Best Restaurants?

Pues que ya de muy pequeño me enseñaron que no se pueden sumar peras y manzanas o, en otras palabras, que no hay nada más injusto que comparar dos situaciones, por naturaleza, desiguales.

Que es tan aberrante e injusto y sesgado hacer una lista de los cincuenta mejores restaurantes del mundo como de los cincuenta mejores lienzos de la historia.

O, y pudiendo servir esta última aseveración como conclusión, que la imposibilidad material de que todos los críticos encargados de confeccionar la “Lista” hayan visitado todos los restaurantes del mundo barre por completo cualquier atisbo de valor, de veracidad que el ranquin de The World’s 50 Best Restaurants pueda haber pretendido ostentar. En este sentido, los que me conocéis, de sobra sabéis que no soy un fan de las chovinistas e igualmente injustas Guías Rojas, pero al menos, en éstas, los “Michelines” se limitan a clasificar los restaurantes del mundo en cinco grandes grupos, dejando la temeraria osadía de definir las cincuenta mejores casas de comidas del mundo para sus vecinos de las Islas.

2 comentarios:

  1. me habian hablado muy bien del nahm, aunque reconozco que me esperaba mas sofisticacion, al menos visualmente.
    interesante la mezcla de sopa de pato asado con setas, albahaca y coco..
    he comprado arroz glutinoso,para probar hacer el arroz con leche de coco. aunque el que consegui es de color verde (de origen vietnamita)no se como saldrá, tengo curiosidad por la textura......
    buenisimas las ultimas cronicas....al menos para ver que se cuece por aquellos lares....

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  2. Y relación calidad-precio, por espacio y comida, es un magnífico restaurante, Víctor.

    En todas partes cuecen habas, pero no en todas partes, afortunadamente, asocian alta gastronomía con sofisticación.

    Muchas gracias por tus palabras, Víctor. A partir de mañana, Roig Robí, El Pràctic y Acai.

    Y en cuanto a tu arroz glutinoso, seguro que es un éxito. Te sugiero poner en liza, además del coco que ya apuntas, plátano y cacahuetes y, si te gusta, el toque cítrico de la lima. ya nos contarás qué tal.

    Un saludo,

    eduard

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