De los productores de éxitos como San Telmo, Tantarantana, El Canalla, o la coctelería Fígaro…llega a la escena gastronómica de Barcelona el restaurante Santana.
Un restaurante que por nombre lleva Santana por la abuela de su propietario.
Santana: un restaurante contiguo a otra de las casas de comidas del Grupo San Telmo (El Canalla), pues su Villano (el restaurante que ocupaba la planta de arriba de El Canalla) estaba a punto de morir de éxito. Y así, con la muerte de un Villano, pues el espacio que ocupaba se destinará, de ahora en adelante, a comidas de grupos, en manos de una Santa, la versión extendida y mejorada de la cocina de El Canalla disfruta del espacio que merecía y que hasta el momento le había sido negado.
Santana: una casa de comidas con tres, literalmente, días de vida que vine a confirmar que, gastronómicamente, el barrio de Sarrià está más vivo que nunca -¡Ya tocaba!-.
Santana: un restaurante de cuidado y agradable, a pesar de su más que mejorable acústica, interiorismo, que ocupa una de las más bellas casas de Sarrià, otrora agencia de viajes de El Corte Inglés, y que, como buen hermano, comparte terraza con El Canalla.
Y tras esta “pseudo” ficha técnica del restaurante Santana permitidme una breve –los que me conocéis de sobra sabéis que no lo será mucho-, aunque doble, divagación a propósito de dos pensamientos que asaltaron mi mente cenando el pasado martes en, seguro, uno de los grandes éxitos del verano gastronómico barcelonés.
Gracias al vicio, o virtud, de parar la oreja, puedo afirmar que Barcelona, bueno, sus gentes, clamaban porque la restauración de su ciudad se pareciese algo más a la de París, a la Nueva York, a la de Milán, a la de Ámsterdam…pero ese grito mudo no encerraba un anhelo de más calidad en las propuestas gastronómicas de nuestras casas de comida, sino que restaurantes más bellos es lo que exigía. Y a fe de Dios que este ruego colectivo no ha caído en saco roto, pero me pregunto, ¿A qué precio –pues todo tiene el suyo-? Pues al de empobrecer y homogeneizar la oferta gastronómica de nuestra ciudad, y así Barcelona cuenta cada día con menos casas de comidas y más locales bonitos en los que, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, comer. Sin duda, no es ésta la realidad exacta del restaurante Santana, pues como a continuación observaréis, su cocina encierra cierto mérito, no obstante, tengo mis dudas sobre si ésta es la prioridad de sus propietarios. En este sentido, si la cocina no es la prioridad de nuestros restaurantes, veo muy crudo mantener la posición de preminencia que tanto costó labrar a los restauradores españoles de la anterior generación –sería una auténtica lástima-.
Y como segunda, y algo más breve divagación: entiendo que cuando un restaurante abre sus puertas precisa de cierto rodaje para que no haya fricciones entre sus piezas y todo salga rodado, no obstante, desde que uno sube las persianas y decide cobrar al final del ágape acepta el contrato social de que su primera croqueta sea juzgada como si fuese la un millón -¿O es que la primera, la segunda o la tercera vienen con descuento por ser noveles?-. En este sentido, merece loarse la solvencia de la propuesta gastronómica del restaurante Santana teniendo en cuenta que mi visita se produjo a las 24 horas de que los chicos del restaurante Santana levantasen el telón –aunque el ser heredera de la de El Villano se lo puso más fácil-, pero no en cambio la de su sala, muy voluntariosa pero algo nerviosa, ni la de los tiempos del pase: los platos no fluían, o se hacían de rogar o se agolpaban en la mesa –por desgracia, también herencia de El Villano (se ve que en esta sucesión no había beneficio de inventario)-.
Y por fin, mi cena.
Cena a la que, de una propuesta gastronómica que discurre entre las tapas de siempre, los bivalvos, los tártares, los huevos, los arroces, los pescados (rape, rodaballo o bacalao), o las carnes a la brasa (chuletón (36 €/kilo), Angus (78 €/kilo) o solomillo de Gerona), dieron forma:
Unos excelentes, particularmente el jugo de su cocción, mejillones al carbón. (6€)
Una notable tortilla “Trampó”, esto es, de patatas y chorizo y acompañada por un ligero alioli. (7€)
Unos igualmente notables cogollos a la brasa con anchoas 000 –aunque alguna de ellas no meritase los tres ceros-. (8€)
Un solvente, aunque ni pasará a los anales de la historia ni devendrá un referente barcelonés en la materia, tártar de ternera. (10€)
Unos sabrosos, aunque faltos de ese aroma y sabor a humo que debería caracterizarlos y que es prueba de su tradicional cocción a la llama –aunque, desafortunadamente, en bien pocas ocasiones así sea-, escalibados (cebolla, pimientos y berenjena).
Un muy buen arroz venere con sepionetes, que me hizo revivir las mil y una cenas de las que disfruté en la malograda Mifanera –suerte en NYC, Roger y Víctor-. (14€)
Y un mejorable, tanto por su textura como por su sabor, orange pie, acompañado por un también mejorable, en este caso por dulzón, helado de zanahoria y cítricos. (5€) No había sido ésta mi elección, pero dado que de la extensa carta de postres del restaurante Santana (lemon pie, tatin, torrija, ganache de chocolate a la naranja, requesón o coulant) solo quedaba éste, y un servidor no es capaz de terminar una cena sin su momento dulce…“a la fuerza ahorcan”.
En definitiva, un restaurante que si hace de su cocina el centro de su universo –si con el sol se llama heliocentrismo, porqué no bautizarlo como “kouzínacentrismo”– y con el rodaje la sala mantiene la voluntad y rebaja la tensión y la comida fluye, puede llegar a disputar al restaurante Vivanda el cetro de la gastronomía de la tapa y del platillo de Sarrià.
Bodega: L’Equilibrista 2008 (Cariñena, Garnacha y Syrah). Ca N’Estruc. DO Catalunya.
Precio: 70 €/ dos personas
En pocas palabras: De “Villanos” a beatos -para la santidad gastronómica precisarán de algún que otro milagro-.
Indicado: Para los que coleccionan novedades, pues éste puede llegar a ser un cromo de los que se cambian caros en el Mercat de Sant Antoni -¡Qué tiempos los de los álbumes de Panini!-.
Contraindicado: Para los que están algo, o mucho hasta el moño de las “trendy” tapas & platillos.
Major de Sarrià 97, Barcelona
93 280 36 06
Ayer lo visite, en general bien los mejillones muy buenos, unas mongetes de Sta pau con calamares fenomenales, mi único pero, el trato, les queda mucho pero mucho que aprender, aunque hay cosas que nadie en esta profesión tendría que enseñarte, por ejemplo que cuando dos comensales piden platillos para picar,y compartir, de vez en cuando se cambian los platos, pretender que el cliente coma un arroz de trigueros y bacon en el mismo plato que los calamares, donde previamente había comido croquetas, me parece lamentable. Menos interiorísmo y mas profesionalidad. A lo peor es que es muy caro lavar platos.
ResponderEliminarUn saludo
Buenas tardes, Agustín,
ResponderEliminarSin duda, el servicio del restaurante Santana es su talón de Aquíles. Como en tu caso, tuve que pedir en varias ocasiones que me cambiasen los cubiertos, y también sufrí sus deficiencias en los tiempos (el pan con tomate que, por supuesto, devolví, me llegó con el arroz).
Un saludo,
eduard
Lamentable, un servicio patético teniendo que aguantar que la jefa de sala, después de mil y in incidentes en la cena, nos soltara que los precios del vino eran "aproximados" porque tenia demasiada información en la cabeza para dar precios exactos. Resultado: después de abandonar el local sin cenar dos mesas de nuestro lado, una comida paupérrima, 45 € por persona por un plato y un trato UE, como poco
ResponderEliminarHola Carla,
ResponderEliminarEs una auténtica lástima que lo que podría ser un buen restaurante sea una casa de comidas de una vez y no más por culpa de su servicio.
Un saludo,
eduard
Comi el lunes 8 en el santana octubre discrepo con las anteriores comentarios,las anchoas esteban deliciosas los calamarcitos buenisimos ,no tengo ninguna queja al contrario el servicio muy bien todo salio perfecto
ResponderEliminarCelebro, Nuria, que tu experiencia fuese tan dichosa. No obstante, y a tenor de los comentarios, también of the record que he ido recibiendo, debo señalarte que tuviste suerte.
ResponderEliminarUn saludo,
eduard