miércoles, 22 de diciembre de 2010

Dos Palillos


Diez años en elBulli y casi seis como su jefe de cocina (2001-2007: los años más dulces y prolíficos de elBulli).

¿Existe aval mejor de la solvencia de un cocinero, de un creativo?

Diría que no, y Albert Raurich, el patrón de esta nave, se empeña en cada servicio -bueno, no en todos, pues el pasado sábado, y como perico que es, acudió a Cornellá a animar a su equipo, dejando a los mandos del restaurante Dos Palillos al genial Takeshi Somekawa (el responsable de su cocina)- en darme la razón.

Albert, Takeshi y faltaba Tamae Imachi (directora y sumiller de Dos Palillos, y también la mujer de Albert) para tener claras las tres patas sobre las que se asienta esta sólida propuesta gastronómica del Raval barcelonés.

¿Quién diría que detrás de esta fachada y tras esta estampa más propia del bar Tomàs de Sarrià se esconde, seguramente, uno de los mejores restaurantes de Barcelona?


Pero ya se sabe que las apariencias engañan y que lo que de verdad importa se encuentra en el interior –en este caso, en el comedor interior-.

Antes de continuar, debo señalar que esta crónica será atípica, pues debido a que mis conocimientos de cocina vietnamita, china… en definitiva, de gastronomía asiática no son para tirar cohetes, el análisis que seguidamente os ofreceré de mi cena en el restaurante Dos Palillos será, sin duda, el más subjetivo de todos los que hecho, pues me resulta muy difícil, por no decir imposible, valorar técnicas y principios gastronómicos que son casi unos extraños para mí.

Así que aquí van los destellos de una cena -eso sí que puedo constatarlo- elaborada con un producto primoroso y a través de la cual mis sentidos viajaron a destinos hasta el momento solo soñados, mi paladar cayó rendido a los encantos de la sencillez y en mi corazón entraron unos sabores que nunca habrán de salir.

La cena dio comienzo con un cóctel de saque caliente.

Al que siguieron:

Un tsukadani (técnica japonesa de cocción y conservación) casero de Shitakes y pimientos de Padrón. Dulce, picante, de una textura sublime…

Un won ton –¡Esto es un won ton!- frito de carne.


Un sunomono (contracción de las palabras cosas y vinagre) de algas frescas y moluscos (percebes, caracoles de mar, berberechos). Lo dicho, un producto de primera al que le sentaban de cine las algas.



Un hígado de rape al estilo nipón con gelatina de yuzu y nabo rallado a las 7 especias. Su sabor y su textura eran increíbles aunque debo reconocer que no hallé la complementariedad de sabores con el nabo a las siete especias.

Un sashimi de pollo de corral con sal japonesa, soja, jengibre, wasabi. ¡Vaya textura! Se deshacía en la boca. Uno de los mejores platos de la noche.

Un muy buen rollito vietnamita de pollo de corral.

Una ostra al natural sobre saque caliente. Muy buena la ostra y todavía mejor la infusión que nacía de la ostra y el saque.

Un agadashi tofu del que, sin duda, me quedaría con el caldo dashi.

Una excelente, aunque debo reconocer que son una de mis debilidades, tempura de ortiguillas de mar con ralladura de lima.

El mejor dumpling al vapor que he probado. En este caso de langostinos.

Un temaki (otra contracción de palabras, en este caso de mano y maki) de toro y alga nori. Un plato en el que es el comensal el que se lo guisa –sería mejor referirse a se lo prepara- y se lo come, y que ilustra perfectamente que esto de preparar makis no es nada sencillo, pues por más que lo intenté, mis makis se parecían como un huevo a una castaña al que me preparó, a modo de ejemplo, Takeshi.


Una sabrosísima, melosa y en su punto, esto es, cruda, japo burger.

Un wok de gambitas con lima que fue el único plato que me dejó indiferente.

Un shao lom pao (ravioli de sopa china y cerdo) que merecería cuantas alabanzas le profiriera.

Una papada de cerdo al estilo cantonés (16 horas de cocción a 63º) de ¡Olé y olé! Son dos olés porque no pude contenerme y pedí que me sirvieran una segunda ración de tal delicia.

Un helado de hojas de panda con huevos de codorniz (casi crudos), jengibre y almíbar de lima kéfir –que se suponía que era el primer postre- apto para muy pocos paladares. Para el mío lo fue, pero solo debido a que se asusta por muy pocas cosas.

Un ninyo checo (buñuelo de chocolate y lima).

Sin duda, los postres fueron lo menos destacado de la noche. Sí que destacó –hubiese sido imperdonable no referirme a ella- la sala del restarante Dos Palillos. Harmonioso, atento, discreto, amable… todo lo que tiene que ser un buen servicio de sala.

En definitiva, el restaurante Dos Palillos es uno de los hijos –pero Albert qué es de elBulli: ¿Hijo? ¿Padre?...- o sobrino, o hermano de elBulli más virtuoso y, sin duda, uno de esos restaurantes que ayuda a situar a Barcelona en el mapamundi gastronómico.

Bodega: Michelle Guillemot, Mâcon-Villages 2008 (Chardonay). Borgoña.

Precio: 90 €
Calificación: 16/20

Indicado: Para enamorarse.

Contraindicado: Para los que ya no saben ni quieren soñar.

Elisabets 9, Barcelona
93 304 05 13

4 comentarios:

  1. Despres de llegir la teva entrada, m'han entrat ganes de tornar-hi, tots els plats son de gran nivell, pero a mi em van encantar el sunomono, el sashimi de pollastre i els Shao Lom Pao.
    Llastima que pel preu no hi pogui anar-hi sovint.

    Salutacions

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  2. Tota la raó, el sashimi de pollastre de corral i el shao lom pao magnífics.

    És tracta, segurament, del millor o un dels millors restaurants de Barcelona i ja se sap... la qualitat s'ha de pagar, tot i que considero que la seva relació qualitat preu és de les millors que m'he trobat.

    Salutacions,

    eduard

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  3. He anat un parell de cops i em va agradar. El primer cop a la barra de fora, en pla informal i ràpid. I el segon vaig fer el menú curt de degustació. També va estar bé però els plats d'aquells dies no eren els que més m'agraden. Hi haig de tornar a la barra per triar directament. La barra interior té molt d'encant.

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  4. Hola Xavi,

    Feia temps que no et veia "por estos lares".

    Sens dubte, jo també hi tornaré en breu i estic convençut que el magnífic gust de boca amb el que vaig marxar es repetirà.

    Si hagués de prescindi del menú, el dumpling, la tempura, els raviolis i la papada segur que serien la meva el·lecció a la carta.

    Salutacions i molt bon nadal!

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