Personalidad que, en lo que hoy y aquí nos atañe, es Jani Paasikoski (Dos Cielos, Vía Véneto, Racó d’en Freixa, Bravo…) el que se encarga de poner en los fogones del restaurante Cercle d’Amics.
Personalidad en la cocina que, intrínsecamente, hace de cualquier propuesta gastronómica una empresa más arriesgada, pero que, al mismo tiempo, puede llegar a ofrecer cotas de placer y emoción inconcebibles para los restaurantes en serie, y que, afortunadamente, se presenta como un dique ante la marea de homogenización que está inundando nuestra ciudad.
Y así, el recién llegado al ensanche barcelonés –ni dos meses se cuentan desde que abrió sus puertas- Cercle d’Amics, y a pesar de que no viene a descubrir nada a nadie, sí que se ha propuesto ofrecer una cocina de corte creativo basada en productos de primerísima calidad que, acompañada en su viaje por un excelente servicio de coctelería y un equipo de sala que aúna casi a la perfección, por contradictorio que pueda parecer, formalidad e informalidad –los tejanos no tendrían que estar reñidos con un cambio de servilleta cuando uno abandona la mesa, y en el restaurante Cerclé d’Amics lo saben-, seguro, regalará unas cuantas horas de placer a los que decidan zambullirse en su círculo de amistades.
Restaurante Cercle d’Amics en el que el pasado jueves, y tras disfrutar de un perfecto Negroni –gracias, Ulises- como aperitivo, pude degustar:
Unos sabrosísimos raviolis, perfectos en su punto de cocción, de langostinos y mejillones acompañados por un caldo reducido de azafrán.
Un perfectamente ejecutado huevo de Calaf cocinado a baja temperatura (62º), con setas (níscalos, “rosinyols”…), migas y consomé de jamón ibérico.
Un lomo de atún, DO Balfegó –siempre un valor seguro-, acompañado por tomate confitado y un cuscús de coliflor con notas cítricas en el que, tal vez, éstas últimas adquirían demasiado protagonismo.
Un solvente cochinillo cocinado a baja temperatura en su jugo, y servido junto con un cremoso de pera a la vainilla y una teja de curry.
Dos, de la media docena, de los postres –sin duda, la asignatura pendiente de la cocina de Jani- que se ofrecen en el restaurante Cercle d’Amics, encarnados por:
Un mejorable babá –dada su textura, hubiese jurado que se trataba de un financiero- de ron añejo, acompañado, correctamente, por un sorbete de naranja sanguina, y mucho peor, a mi entender, por una gelatina de Campari -no siempre comparto, aunque sí que entiendo, los maridajes por contraste de sabores, pero en cambio, nunca he comprendido la concurrencia en un plato de texturas tan poco complementarias (babá y gelatina)-.
Y un correcto pastel caliente de pistacho, que adolecía de cierta falta de dulzor –unas notas a miel, como si de una baklava se tratase, le hubiesen sentado a las mil maravillas-, notablemente acompañado por un sorbete de frambuesa.
Y un Cosmopolitan que, de nuevo, puso de manifiesto la perfecta mano de Ulises con los cócteles.
En definitiva, un restaurante que, con dos notas: la apuesta por las materias primas de primera calidad y la búsqueda de la excelencia, también fuera de la cocina, ha dado con una melodía que, seguro, a muchos seducirá.
Bodega: Ferrer Bobet 2008 (cariñena y garnacha negra). Bodega Ferrer Bobet. DO Priorat
Precio: 55 € (cena) + 20 € (coctelería)
En pocas palabras: Cocina, sala y barra –poco más se puede pedir-.
Indicado: Para los que no se conforman con que Barcelona sea la capital europea de las hamburgueserías.
Contraindicado: Para los que no entienden que el nombre y apellido, del cocinero, de las materias primas seleccionadas…, son un valor en la mesa y una línea más en la factura final.
Rosselló 209, Barcelona
932 378 902