lunes, 31 de enero de 2011

Montesquiu

En mis años mozos –que no fueron hace tanto tiempo, pero que desde mis 28 ya diviso en la lejanía- solía ir a comer dos o tres días por semana al viejo Montesquiu.

En ese momento, estaba cursando primero de bachillerato en un centro muy próximo a la calle Mandri, y junto con Marc y David, el bar Montesquiu –porque en aquel entonces no pasaba de bar- era casi siempre el escogido para gastarnos las 800 pesetas que nuestros respectivos padres nos asignaban para comer.

800 pesetas –ni cinco euros para los que esto de las pesetas les suene a chino- de las que obteníamos un rédito, hoy, impensable. Pincho de tortilla y “tosta” de beicon con queso, bravas y huevos fritos o lomo con patatas eran las tres alternativas entre las que siempre discurrían nuestros menús.

Pero eso eran otros tiempos, cuyo recuerdo, sin duda, melancólicamente nos irán asaltando, y hoy, Montesquiu se nos presenta, hecho y derecho –me gustaría creer que los imberbes adolescentes que compartíamos tres horas a la semana ante sus rústicas mesas algo hemos ganado en madurez y rectitud-, como un interesantísimo restaurante de tapas y platillos que trabaja con productos, casi siempre, de primera: magníficas sus ostras Napoleón y demás “frutos del mar”, su jamón, su morcilla de Burgos o su carne de Kobe.


Pero vayamos al grano. La comida dominical de la que trae causa esta crónica la compusieron:

Sus clásicas e interesantísimas –inalterables desde que las probé con 16 años- patatas bravas.

Una buena coca de pan con tomate.

Unas sabrosas, pero de mejorable textura, croquetas de “Joselito”.

Unas magníficas, tal vez las mejores al norte del Puerto de Santa María, tortillas de camarones.

Unos correctos calamares a la romana.

Una notable fritura de alcachofas.

Un nuevo clásico de la casa que nunca pasará de moda y que en tantas ocasiones fue mi sustento en mi adolescencia: sus huevos fritos con morcilla de Burgos.

En cuanto a sus postres, y a pesar de que se encuentran un paso por delante de los de muchos restaurantes de tapas y platillos –sin duda, el talón de Aquiles de muchos de los locales dedicados a esta propuesta gastronómica-, resultan lo menos lucido y lúcido del ágape.

Así, aunque voluntariosa, su “versión” de la crema catalana no pasará a la historia, pues a una interesante y ligera espuma de crema catalana la acompañan unas pesadas migas de galleta y unas frambuesas que, a la postre –perdonad este fácil juego de palabras- terminan por ser las auténticas protagonistas.

De correcto catalogaría el sabor de su tiramisú, por supuesto, de cuchara, a pesar de que tal juicio se reputaría en exceso benevolente si no me tapase los ojos –dicen que: ojos que no ven, corazón que no siente; lástima que no pueda añadirse “y paladar que no percibe”- ante la aberrante utilización de nata en un tiramisú.

En definitiva, un restaurante de tapas y platillos situado en la “zona alta” más que recomendable y, particularmente, dado que no cierra nunca: madera “Grupo Fernández”.

Bodega: Enrique Mendoza Syrah 2007 (Syrah). Enrique Mendoza. Alicante.

Precio: 30 €
Calificación: 12,5/20

En pocas palabras: El nuevo y mejorado “viejo” Montesquiu.

Indicado: Para disfrutar de un buen tapeo y un magnífico servicio a su justo precio.

Contraindicado: Para los que no soportan los locales ruidosos.

Mandri 56, Barcelona
93 417 30 61

domingo, 30 de enero de 2011

Chi-Ton

¿Solo suvenires?

Apostad por el no.

Así, los artífices de la Tintorería Dontell (Aribau 55), Tell It (Porvença 300) y otros “Urban Secrets” que están por ver la luz tanto en Barcelona como en Madrid, han apostado, al fin, por que clandestinidad y gastronomía de nivel vayan de la mano.

El local, por supuesto, clandestino, que responde a Chi-Ton y que se esconde tras esta fachada –de momento, no puedo ofreceros su dirección, aunque sí deciros que, dado su enclave, más de un turista intentará comprar alguno de sus suvenires de attrezzo-.

Y que ya está dando sus primeros pasos a modo de rodaje, comenzará su andadura oficial el próximo 15 de febrero con una más que interesante propuesta gastronómica.

Muchos de los platos que pude probar están todavía en fase de estudio, pero no tengo ninguna duda, dada la virtud que el pasado jueves me mostraron, que la terrina de foie –por supuesto, de elaboración propia- y los ñoquis gratinados sobre un jugo de caldo de ave y Porto, superaran con buena nota el examen final y figuraran en alguno de los tres menús degustación que se ofrecerán en Chi-Ton (menús de 35 a 55 €).

Por último, deciros que a la propuesta gastronómica recién descrita y al interesante bar de copas que preside su entrada –bueno, su segunda entrada, pues como ya he dicho, en la primera solo encontraréis suvenires de “mírame pero no me toques”- se unirá la posibilidad de alquilar alguna de las cocinas a la vista que, a modo de islas, configuran la sala del restaurante –a los que nos encanta cocinar y, en ocasiones, no podemos agasajar como quisiéramos a los nuestros por falta de espacio o de medios, estamos de enhorabuena-.

En definitiva, un nuevo restaurante clandestino cuyo mérito, afortunadamente, no recaerá solo en su condición de secreto.

Afortunadamente, y aunque en ocasiones parezca que la oferta gastronómica de Barcelona esté saturada, nuestros restauradores siguen pariendo propuestas dignas de ser conocidas.

viernes, 28 de enero de 2011

BCNOW!

Barcelona Opportunity Week (del 28 de enero al 6 de febrero).

Es cierto que la gastronomía es uno de los actos culturales menos asequibles –también uno de los más gratos pues permite compartirse como pocos- y, asimismo, la alta gastronomía, es una de las manifestaciones artísticas al alcance de menos bolsillos.

No obstante, esta semana estamos de enhorabuena gracias a la BCNOW!, ya que cocinas como las de 7 Portes, Alba París y Granados, Blanc Restaurant, Bar Velódromo, Freixa Tradició, Gaig, Galaxó, Gresca, Hisop, Hofmann, Loidi, Manairó, Petit Comité, Lluçanés, Toc, Topik, Windsor… y muchas más, se ponen a tiro a precios “populares” además de destinar parte de la recaudación a fines solidarios.

¡Del 28 de enero al 6 de febreo no hay excusa que valga para no dejarse caer por alguno de los restaurante adscritos a BCNOW!¡

Es cierto que entre los restaurantes que se ofrecen en BCNOW! se cuentan ciertos locales venidos a menos, otros en exceso “comerciales”, pero creedme, las oportunidades que ofrecen los Gresca, Hisop, Lluçanés y Topik, entre otros, no se pueden dejar escapar.

Ojalá restaurantes como Alkimia, Coure, Casa Paloma, Dos Palillos, Dos Cielos, Koy Shunka… se encontrasen entre ellos, pero hay que reconocer que cuando prácticamente llenas cada servicio es muy difícil –contrario a criterios de eficiencia financiera, pues no debemos olvidar que los restaurantes son negocios- que uno se plantee ofrecer menús, en algunos casos, por debajo de coste.

Aquí nos ocupa la restauración, no obstante, hoteles, cines, teatros, mercados y floristerías de Barcelona se han apuntado también a esta más que interesante, que desde aquí aplaudo, iniciativa.

Esta semana larga no hay excusa para quedarse en casa.

¡Buen provecho!

jueves, 27 de enero de 2011

Monvínic

Tras un comienzo complicado, en el que les llovieron críticas, en su peor acepción –chaparrones de ellas diría yo-, parece que las aguas vuelven a su cauce y el restaurante –más adelante ya abordaremos si estamos realmente ante un restaurante tal y como a éstos los conocemos- Monvínic está cosechando las críticas, esta vez, en su sana vertiente, y el favor del público que se merece.

Prescindiendo de los rodeos y excursiones literarias –alguna vez a ninguna parte, me gustaría creer que, mayoritariamente, con algún sentido- que tanto me caracterizan, resolvamos ya la cuestión planteada.

¿Es Monvínic un restaurante?

Sí.

Tanto bombo y platillo para ventilar con tanta rotundidad y, sobre todo, tanta brevedad la duda anteriormente expuesta, os preguntaréis.

No, tranquilos. Reformulemos la pregunta.

¿Es Monvínic solo un restaurante?

No.

Y, entonces, ¿Qué es?

Es un restaurante –ya sé que eso ya lo sabíais-, un “wine bar”, que queda mucho más “glamuroso” –dichoso glamur, terminará por perdernos, si es que ya no lo ha hecho- que un bar de vinos, pero, por encima de todo, es un centro para la divulgación de la cultura del vino y una de las mejores escuelas para sumillers del mundo –siempre se cuenta alguno en la ronda final del Premio Vila Viniteca de cata por parejas que, por cierto, este año se celebra en Madrid el día 20 de marzo y en el que, aunque solo sea para divertirse y aprender, recomiendo participar un vez en la vida-.

Supongo que esta increíble amalgama de propuestas que confluyen en Monvínic, al principio, incomprendida por la mayoría, es lo que le llevó a cosechar críticas tan furibundas durante sus primeros pasos, pues, sin duda, si solo juzgas a Monvínic como un restaurante, la cuenta final puede antojarse como excesiva y su propuesta gastronómica, a pesar del indudable talento de Sergi de Meià, permite la aparición de cierto sinsabor final.


Pero lo dicho, Monvínic es mucho más, es el sueño hecho realidad de Sergi Ferrer Salat, es un premio, de la mano del gran Alfons Tost (Espai Sucre, Atelier del Coure…), FAD 2009 interiorismo, es tal vez el único lugar en el mundo en el que pueden degustarse hasta 3.000 vinos, 50 de los cuales por copas o medias copas, es un templo a la cultura del vino en el que tienes a tu servicio no a un sumiller, sino a una docena de ellos, es un sala con uno de los mejores servicios de Barcelona, es… mucho más.





Pero como no soy ni decorador, circunstancia que no me impide pronunciar un “¡Bravo!” por el interiorismo de Monvínic, ni un experto catador de vino, hecho que no enerva que se me caiga la baba tanto ante su bodega como ante la sapiencia de sus sumillers, voy a centrarme en su propuesta gastronómica.

Cena, la del pasado jueves, que dio comienzo con una finísima crema de coliflor, coronada por un langostino y agradablemente matizada por un toque de romero.

La siguieron unos buenísimos buñuelos de bacalao: me atrevería a escribir –voy a hacerlo- que los mejores que he probado en mucho tiempo.

Un buena mantequilla para ser untada –aunque yo soy de los que solo la corta, aderezo con un poco de sal Maldon y coloco sobre el pan- sobre un mejorable pan.

Una excelente coca de espinacas, alcachofas, costilla de cerdo y arenque.

Un mejorable tártar de culata de ternera del pirineo de Gerona, para mi gusto, demasiado picado, era imposible disfrutar de la textura de la carne, y del que nada me aportaba el picadillo de huevo duro que lo acompañaba.

Unas increíbles manitas de cerdo, todo gelatina, bien acompañadas por unos piñones tostados y aceite de pimentón, y a las que la anguila fresca que las coronaba no terminaba de aportarles el contraste no marino pero sí de río deseable.

Un notable parfait de leche de oveja con trufa.

Una buena, aunque de sabores facilones, versión del “Postre de músic”: crema catalana, helado de “mel y mató”, galleta y frutos secos.

Y unos meritorios petit fours: trufa, financiero: el mejor, crujiente de almendra y galleta de mantequilla.

En definitiva, mucho más que un restaurante que merece ser, como mínimo, visitado en un par de ocasiones: de verdad, con una no basta.

Bodega: Solo puedo escribir un: gracias Antonio por el magnífico maridaje que nos preparaste.

Kerner Praepositus 2009 (Kerner). Abbazia di Novacella. Alto Adige, Italia

En Remilly 2007 (Chardonnay). Domaine Hubert Lamy. Borgoña.

St. Laurent Zagersdorf 2007 (St. Laurent). Rosi &Hannes Schuster. Burgenland, Austria

Syrah Reserve 2005 (Syrah). Vidal Estate. North Island, Nueva Zelanda.
La Firma + 2005 (Aglianico). Cantine del Notaio. Basilicata, Italia.

Vinsanto 2003 (Aidani Aspro). Sigalas Oenopiia. Aigaion Pelagos, Grecia.

Precio: 75 €
Calificación: 15/20

En pocas palabras: Un espacio que hace grande Barcelona.

Indicado: Para los que quieren enamorarse o hacer crecer su amor por el mundo del vino.

Contraindicado: Para los que creen que en un restaurante solo cuenta la comida.

Diputació 249, Barcelona
93 272 61 87

lunes, 24 de enero de 2011

The Mirror

Las siempre sabias palabras escritas por Dani en su Estocomo, por Philippe en su Observación Gastronómica y por Pau Arenós en su publicación homónima, no solo me hacían albergar la esperanza que la cena del pasado viernes en The Mirror podía ser “algo para recordar”, sino que me influyeron la certeza que iba a ser todo un éxito.

Lo sé, pocos compañeros de mesa hay peores que unas altas expectativas.

Y no, el flamante nuevo restaurante de Paco Pérez (Miramar: 2 estrellas Michelin; y Enoteca: 1 estrella Michelin) no las copó.

A primera vista, su sala te enamora, la lástima es que este sentimiento amoroso se va tan rápido como ha llegado, pues de la mano de un servicio en exceso encorsetado –profesional y solvente, pero apático- y de unas mesas con anecdótica separación –eso sí, gracias a ello puedes disfrutar del aroma a trufa o a marisco de la mesa de al lado-, el blanco y las líneas modernas –ojo con ellas, pues lo moderno deja de serlo en dos días, y no hay nada más vulgar que algo moderno ajado- que imperan en la sala, en vez de inspirar pureza y tranquilidad trasmiten frialdad y hasta cierta sensación de incomodidad debida a una patente falta de intimidad.



No recordaba la última ocasión en que “ventilé” una cena “de nivel” en menos de dos horas y media, y en The Mirror dos horas, y por sentir que no cenaba con mi pareja sino que lo hacía con todos los allí presentes, se me hicieron hasta largas.

Son indiscutibles la solvencia y el talento de Paco Pérez, y sin duda, dado el clientelismo, sucursalismo y demás más “ismos” de la Guía Roja, el año próximo The Mirror pasará a engordar la lista de restaurantes estrellados de Barcelona, no obstante, y como en esta edición lo ha hecho el restaurante Moments –muchos, demasiados “ismos” tiene detrás-, lo hará, no sin mi aprobación, pues no la necesita, pero sí sin mi reconocimiento. Con esto, no estoy ni negando ni siquiera cuestionando la virtud de la cocina de The Mirror, en cambio, sí que pongo en entredicho la propuesta gastronómica que se nos está vendiendo.

¿Es una arrocería? Entonces por qué tiene precios de restaurante de autor.

¿Es un restaurante de autor? Le faltan horas o implicación de autor en su cocina, entonces.

¿Es una arrocería de autor? ¿Y qué es esto? ¿Una Mifanera de lujo? ¿Un Alkimia de arroces? Lo siento, pero yo no lo veo, no veo el nicho de mercado, la necesidad de nuestros paladares que viene a satisfacer.

Pero basta ya de palabras y vayamos a los hechos.

Todo comenzó con un soso consomé de verduras con aire –imposible un sabor más etéreo- de remolacha.

Y unos, simplemente correctos, snacks: un crujiente de avellanas y una croqueta de jamón ibérico.


Bueno el servicio de pan (cereales y olivas), aceite y mantequilla (con menta y pimienta), aunque, dada la sutileza de sabores de algunos platos, se echara en falta un pan más neutro, de sabores menos intensos, menos agresivos. En muchas ocasiones creo que por parte de los restauradores se olvida que el pan es el elemento accidental de la comida, es el actor secundario que, evidentemente, puede contribuir a convertir una obra en maestra –bravo por Jeoffrey Rush en “El discurso del Rey”- pero que nunca debe ensombrecer al verdadero protagonista –otro olé para Colin Firth-.

Magníficas las anchoas 000, aquí sí, perfectamente secundadas por una sutil gelatina de pimiento rojo.

Algo más normal el carpaccio de gamba roja y -si lo no digo reviento- pasadísimo de precio.

Al que siguió el mejor plato de la noche. Perfectas, literalmente hablando, las espardeñas con tripa de bacalao, su pil-pil y garbanzos. Un plato sabrosísimo, intenso pero sutil, sedoso, meloso… una delicia.

Muy bueno también el canelón de cigalas y trufa.

Y cuando creíamos que llegaba el punto álgido de la velada, esto es, el tiempo de los arroces…

Bueno, sí, pero no para arrancar las lágrimas que pensaba que brollarían de mis ojos al probar el buque insignia del restaurante: el arroz “socarrat” de marisco.

Y solo correcto, algo pasado incluso, el arroz meloso de pollo de payés y verduras que lo siguió.

Y si se me permite, advertir que la presentación, la estética de un plato nunca debería ir en detrimento de su disfrute, cosa que sucedía con los arroces, particularmente con el segundo, pues la espectacular presentación del arroz en forma de fino circulo inevitablemente conlleva que, a los dos minutos, y debido a la enorme superficie de arroz en contacto con el aire, te llevases a la boca cucharadas –sí, el arroz me gusta comerlo con cuchara- de arroz frío.

Con los postres, más sensaciones encontradas.

Excelente el bizcocho de pimienta con mascarpone y helado de miel y romero.

Mucho más corriente el “Conguito”: chocolate, cacao, helado de leche y cacahuete (lo mejor del postre).

Pero al César lo que es del César: magníficos los petit fours (bombón chocolate blanco con frambuesas, de crema de caramelo, chocolate y plátano, y de galleta María y leche, “chuche” de lichis y frambuesa y sticks de avellana y café y de regaliz.)

En definitiva, mis intenciones, mis ganas locas diría, de dejarme seducir por los encantos de Paco Pérez en su Miramar de Llançà siguen intactas, eso sí, mi experiencia en The Mirror no las ha incrementado ni un ápice.

Bodega: Dönnhoff Riesling Trocken 2009 (Riesling). Dönnhoff. Nahe.

Precio: 90 €
Calificación: 15/20

En pocas palabras: De las mejores, pero una surcursal más.

Indicado: Para plantearse cuál es el futuro de la restauración de las grandes ciudades.

Contraindicado: Para los que ya no tragan con segundas marcas a precios de primera.

Còrsega 255, Barcelona
93 202 86 85