jueves, 28 de julio de 2011

Coure, L’Atelier (II)

Segunda ocasión -enésima visita- en la que me dispongo a hablar de la magnífica propuesta gastronómica que Albert Ventura ofrece en lo que, vistos los resultados, era el desaprovechadísimo recibidor de su restaurante: el imperdonablemente ignorado por tantas guías y críticos, Coure.

Propuesta gastronómica a la que, sin el beneplácito del bueno de Albert, bauticé en su día como L’Atelier del Coure y que, a mi parecer, se erige como la mejor oferta de Barcelona en su segmento.

¿Y cuál es esta parcela de la oferta gastronómica de Barcelona en la que L’Atelier del Coure “se sale”?

Pues la que gira entorno a las tapas y platillos de cocina tradicional, con un leve barniz de creatividad y con un denominador común: siempre elaborados con una materia prima de primerísima calidad.

Y dan fe de ello la media docena de tapas y platillos que me regalé hoy hace una semana.

Una ensaladilla de ibéricos que, a pesar de ser una de sus tapas que más éxitos cosecha, a mi siempre me deja algo frío, afortunadamente servida junto con unas perfectas, las mejores de Barcelona junto con las de jamón del restaurante Vivanda, croquetas de pollo.

Unas colosales almejas de carril para ser degustadas crudas cual ostras: al natural o con un toque de limón o pimienta.

Unas excelentes mollejas “poelée” con alcaparras y vinagre.

La mejor hamburguesa de Barcelona –por supuesto, de buey-, y cuyo secreto, además de en una excelente materia prima, residen en… no creerías que iba a defraudar la confianza de Albert.

Y un notable steack tàrtar, en esta contienda, el de Dopo o el de Vivanda –de la misma factura-, se imponen, acompañado con mascarpone a la mostaza antigua.

Y para terminar, un agradable, aunque no al nivel de su babá, bizcocho de almendras con amareto y mascarpone a la vainilla.

En definitiva, lo que nació como respuesta a la necesidad de dar rentabilidad a un espacio desaprovechado se ha convertido hoy, y por méritos propios, en la “niña de los ojos” de Albert. Aunque ya veremos qué sucede cuando, tras el parón estival y las obras que éste comportará, se presente en sociedad el nuevo Coure. La sana contienda para erigirse como el “buque insignia” del Sr. Ventura está servida.

Bodega: Philippe Chavy 2008 (Chardonnay). Philippe Chavy. Borgoña.

Precio: 35 € (comida) + 25 € (botella de Philippe Chavy 2008)
Calificación: ¿A qué no la extrañáis?

En pocas palabras: “L’Atelier” de Barcelona.

Indicado: Para descubrir o confirmar que las tapas y los platillos pueden ser colosales.

Contraindicado: Para los que no gustan de los taburetes y requieren amplitud para comer. Aunque os confesaré que, si la sala del restaurante Coure no está hasta los topes, puede que os dejen disfrutar “como señores” del tapeo del Atelier.

Passatge Marimon 20, Barcelona
932 007 532

sábado, 23 de julio de 2011

Gresca (II)

Dice la sabiduría popular qua a la tercera va la vencida, pues siento discrepar, pero en mi idilio con el restaurante Gresca, la definitiva ha sido la cuarta.

Y así, hasta el pasado lunes, por tres se contaban mis visitas a este restaurante del ensanche más noble de Barcelona, y en ninguna de ellas, a pesar de haber comido bien, nunca mis labios habían saboreado las mieles de las que tanto me habían hablado dos de los grandes de la restauración de Barcelona y, sobre todo, amigos.

Pero ni hay mal que cien años dure, ni romance que a la perseverancia no ceda –para los que no suscriban esta afirmación, solo puedo recomendarles la magnífica película “Grandes esperanzas”-, y por fin, hace una semana mal contada, pude regalarme tres horas de placer en el restaurante Gresca.

Sin duda, la velada no estuvo exenta de sombras, no obstante, por primera vez, las luces se impusieron, gracias a un par de platos perfectos, a la belleza de casi todos ellos y a la personalidad de Rafa (propietario, cocinero, alma…y hasta el momento un desconocido para mi), de manera abrumadora.

Dos, si me apuráis tres, son los tipos de restauradores que existen: (i) los que podrían regentar tanto un restaurante como una tintorería, en definitiva, los que entienden la restauración como un mero negocio; (ii) los que la amaron pero, en pro de la supervivencia, de la rentabilidad, de la comodidad…se subieron al carro de los primeros; y (iii) los que morirán poniendo todo su corazón, su vida, sus recursos en cada plato (Alkimia, Can Bosch, Coure, Gresca –por supuesto, y tantos –o no tantos- más).

Y a fe de Dios que esta última forma de entender la restauración, no solo como un oficio sino como un estado civil, se puede saborear en cada plato.

Platos como los que compusieron el menú degustación del que disfruté el pasado lunes en el restaurante Gresca.

Menú degustación al que puso un flojo prólogo un crujiente de parmesano y pimentón algo reblandecido y un correcto “sashimi” de jurel con brunoise de tomate y coliflor.


Y cuyos capítulos estuvieron…

Más que notablemente interpretados en el caso del lomo de sardina, perfecta su textura, con mantequilla de especias y crujiente de bizcocho de nueces.

En bien se quedaría el foie micuit –tal vez el contracte de texturas y sabores hubiese resultado mejor de optar por un foie fresco a la plancha- acompañado de un caldo de escabeche, cebolla y puerro.

De espectacular para arriba –presencia, textura, sabor…- su versión de la tostada de tortilla a la francesa (tortilla, butifarra, jamón, caviar de tomate “de penjar”) que, por si sola, justifica la visita al Gresca, y que demuestra que rafa, además de ser un buen “arquitecto” de platos, los “pinta” a las mil maravillas.

Luces y sombras en un excelente bacalao (tripa y morro) con arroz, en absoluto bien acompañado por unos astillosos guisantes –es lo que tiene cocinar con producto fuera de temporada- y un exceso de perejil.

Solvencia pero sin emoción para el pez araña con cebolla en escabeche y canela.

Y de vuelta a la excelencia con las dos carnes del menú:

Lengua de vaca, salvia, parmesano, coliflor y salsa española. ¡Olé para esta última!

Pichón –perfecto en su cocción- al jengibre.

Lástima que ninguno de los dos postres,

Ni un “bajativo” que por nombre llevaba “Frutos rojos”;

Ni un buen, sin más, suflé de chocolate con helado de nata agria –todavía le sigo buscando tan sensación al paladar-;

Pusiesen la guinda merecida al menú.

En definitiva, cuatro años han trascurrido –a visita por año- para que el romance con el restaurante Gresca cuajase, pero a la vista de mi última experiencia, mucho tengo que equivocarme para que éste no sea largo y muy feliz.

Bodega: Goliardo Caiño 2009 (Caiño). Bodegas Forjas del Salnés. Rías Baixas. Por cierto, bravo por, su magnífica selección y sus precios -como muy pocos en Barcelona o en cualquier parte- la bodega del restaurante Gresca.

Precio: 50 € (menú degustación) + 30 € (botella de Goliardo Caiño 2009)
Calificación: Colorín colorado, las puntuaciones, por injustas –aunque solo una lo haya sido, ya serían demasiadas-, por decir mucho y nada si se entienden como un elemento ajeno a la crónica que las precede, por, ahora que son más de doscientas, adolecer, seguro, de falta de coherencia interna, y porque rectificar es de sabios –o no hacerlo es de necios-, se han acabado. ¡Gracias Rafa!

En pocas palabras: Cocina creativa y, sobre todo, con amor y honradez.

Indicado: Para los que gustan de la gastronomía con personalidad.

Contraindicado: Para los que comer es más el dónde que no el qué o con quién.

Provença 230, Barcelona
934 516 193

domingo, 17 de julio de 2011

Gastrobar 3 (III)

Un restaurante, una estirpe de restauradores que a nadie deja indiferente.

Hablar del Gastrobar 3 es hablar de la familia Arola, pues este local de diseño situado en el ensanche más noble de Barcelona, zona abonada a la restauración, aunque no siempre de calidad, lo dirige, a su manera –manera que o uno ama u odia, aquí no hay término medio- mi tocayo Eduard Arola, lo asesora en la distancia el talentoso y jamás esquivo a polémicas, Sergi Arola, y lleva excelentemente las riendas de su cocina el genial Matteo Pancetti (Arola Arts, Alain Ducasse…).

Y me dispongo a radiografiar –reitero, bajo el influjo del tamiz de subjetividad inherente a toda crónica gastronómica-, por tercera ocasión el Gastrobar 3 –por media docena se cuentan mis vistas a este local, siempre con idéntico parecer-, pues son muchas las voces levantadas, los comentarios expresados en este blog en una línea casi hasta antagónica a lo que expuse allá sobre el mes de enero, tras mi primera visita al Gastrobar 3, trasncurridos unos pocos días desde su apertura.

3: Food, People and Music.

Food: Por cuanto a continuación expondré, y refrendado por todas mis anteriores vistas, a un altísimo nivel.

Music: De los locales en los que he estado en los que ésta está -perdonad el trabalenguas- mejor integrada. El mejor exponente de ello es que pasa desapercibida hasta que el susurro de una de “tus canciones” –en mi última visita fue una balada de Kiss- llega a tus oídos.

People: Lo dicho, una forma sui generis de llevar el local por parte de Eduard Arola, alias “Eddy”, al que ya definí en su día como el Flautista de Hamelín de la restauración de nuestra ciudad, que se me antoja como “el pal de paller” –que diríamos en catalán- de las filias y las fobias hacia el Gastrobar 3. Para qué esconderse: a mí me cae de lo más simpático. Pero sin duda, si uno busca una sala aséptica, el Gastrobar 3, así como Libentia o Casa Paloma –aunque en otro sentido-, La Tasquita de Enfrente (Madrid), y tantos otros, no son su destino.

Pero vayamos al grano, a lo, desde mi punto de vista, incontrovertidamente meritorio del Gastrobar 3: su propuesta gastronómica. Propuesta encarnada en mi última visita por:

Una notable ostra en ceviche, cuyo sabor, a pesar de la suavidad del ceviche (tomate, flor de cilantro y pepino), quedaba en exceso empañada.

Una excelente “esqueixada” de corvina con infusión de arbequinas, pimiento, tomate y cebolla.

Debo reconocer que, aunque no soy muy amante del foie micuit caramelizado, el servido por Matteo (aquí se advierte la mano Ducasse) con pistachos, PX y una confitura de albaricoque y vainilla estaba excelente.

Una magnífica versión de las migas: ¡Imprescindible!

Dos destellos de producto de primera a los que la excelente cocción, casi nula, dada por parte de cocina acababa de resaltar su calidad: unas navajas del Delta con ralladura de limón y;

Unas gambas de Arenys al natural.

Un muy buen mar y montaña encarnado por una vieira –casi cruda: ¡Perfecta!-, con panceta y aire de ibéricos, y piña a la vainilla –quizás algo de reiteración en el uso de esta especia por parte de Matteo-.


Y aunque algo fuera de temporada, puso una magnífica guinda a la partida de “entrantes y principales”, un rabo de toro con tupinambo, pera y haba tonka: potencia, pero con control, gustativa al límite.

Y para terminar, dos notables postres –la asignatura pendiente del local, pues en mi primera visita los firmaba por debajo del nivel del resto de la comida el bueno de Paco Torreblanca-:

Su versión del clásico helado Solero: brunoise de mango, espuma de vainilla, sopa de maracuyá y helado de yogur.

Y un brownie –receta tradicional-, al que le sobraba el azúcar glas que lo cubría, pero al que acompañaban magníficamente una ralladura de naranja, helado de vainilla y toffee.

En definitiva, dónde dije "Digo" sigo diciendo "Digo", o lo que es lo mismo, que la propuesta gastronómica del Gastrobar 3 siempre se me ha antojado como merecedora de un sonoro aplauso.

Bodega: Botella de Riesling Spatlese 2010 (Riesling; Trocken), y copa de Abadía de San Quirce Crianza 2006 (Tinta fina; Ribera del Duero).


Precio: 35 € (comida) + 23 € (bebida)
Calificación: 15/20

En pocas palabras: Uno de los mejores gastrobares de Barcelona.

Indicado: Para disfrutar de la cocina de Matteo Pancetti: uno de los grandes de Barcelona.

Contraindicado: Para los que no gustan de una sala que, en ocasiones, puede llegar a resultar invasiva.

Còrsega 231-233, Barcelona
677 887 565

sábado, 9 de julio de 2011

El Canalla o Vivanda

Ante todo, remarcar la naturaleza meramente disyuntiva (diferencia, separación o alternativa, en palabras de la RAE, y en ningún caso excluyente –carácter que muchos, demasiados le atribuyen-) de la conjunción que, en el título, une –por paradójico que pueda parecer- a los dos restaurantes protagonistas de la presente crónica.

Tras esta introducción algo verbosa, que a los asiduos a este blog, seguro, no habrá sorprendido, pues llevan un tiempo padeciendo mis excursiones literarias, mis divagaciones lingüísticas…y demás circunloquios a las antípodas de la gastronomía -¡Basta ya, Eduard!-…

La plaza de Sarrià los separa. Uno lo encontraréis unos cuantos metros por encima de ella, y al restaurante el Canalla a escasos pasos por debajo de la misma.

Uno ofrece como terraza de verano la mismísima plaza Sarrià, su paz, su campanario iluminado, en definitiva, todo el encanto de este barrio situado en la zona alta de Barcelona.

El restaurante Vivanda, en cambio, cuenta con un patio ajardinado interior al que enamorados o deseosos de estarlo definirían como romántico y el resto de mortales, como mínimo, como bucólico.

El servicio de ambos es irregular, no obstante, Pep otorga un plus a la sala del restaurante Vivanda que la simpatía de la mayoría de los “Canallas” no puede igualar.

Y respecto el qué levarse a la boca, pues….

La mejores, junto con las de la barra del Coure, croquetas de Barcelona, en el restaurante Vivanda.

Y otras, por culpa del rebozado y la inferior calidad del jamón utilizado en su elaboración, de lo más normales en el Canalla.

Una tortilla de la que podría decirse que es “diferente”, “simpática”…-ya me entendéis-: la tortilla Trampó (patatas, chorizo y alioli) del Canalla;

Y unos metros más arriba, en el restaurante Vivanda, podréis deleitaros con una de las mejores, junto con la de Juana la Loca, que he probado jamás. De lo más normalitos los calamares que la acompañan en la imagen.

Entre los fuertes del recién llegado a Sarrià, ni medio año se cuenta desde que el Canalla abrió sus puertas, se cuentan la ensaladilla rusa: buenísima, sus anchoas del Cantábrico 000 -un cero menos lucen las del Vivanda-…


Y entre los bastiones del renacido, desde que Jordi Vilà (Alkimia) se hizo con sus riendas hace un par de años, Vivanda, merecen ser destacados ensalada de tomates confitados con salsa de yogur, sus macarrones de toda la vida o una dignísima reproducción del célebre y celebrado canelón del restaurante Alkimia.



Y en cuanto el producto que a Norte y Sur de la Plaza Sarrià nuestros protagonistas del día de hoy utilizan, qué decir. Pues que, teniendo en cuenta que son dos locales dedicados a las tapas y platillos informales, siempre pueden encontrarse entre sus referencias productos de notable calidad.

Prueba de ello son las gambitas de Palamós que puede disfrutar el pasado martes en el Canalla –aunque no puedo callarme que la decena que debía disfrutar se quedó, no sé si por culpa del canalla del pescadero o de los mismos Canallas, en media docena-;

O la tagliatta de vaca vieja que dos días antes me había regalado en el restaurante Vivanda.

Y llegados a los postres: un aprobado, un bien, un notable y un excelente.

Para el Canalla, el aprobado justito, por un Orange Pie de base y textura de la crema muy mejorables, y el notable, por una meritoria versión del cheesecake (flan de queso con vainilla, mermelada de tomate y crumble).


Quedando, para el Vivanda, un mero bien, por un Sacher que, en absoluto pasará a la historia, y yn más que merecido sobresaliente para su torrija: la mejor de Barcelona y, tal vez, solo superada por la de Dopo (la misma pero ejecutada con menos prisas) y la de Mugaritz (la madre de todas las torrijas modernas).


Y respecto sus precios, pues ambos en el suyo.

Y colorín colorado, esta atípica crónica se ha acabado.

El Canalla
Precio medio: 30-35 €
Calificación: 13/20
Major de Sarrià 95, Barcelona. 93 205 88 06


Vivanda
Precio medio: 35-45 €
Calificación: 14,5/20
Major de Sarrià 134, Barcelona. 93 203 19 18