Sant Jordi: una de fechas más señaladas para los catalanes, y para rendirle un tributo desde mis fogones, aunque ningún plato pasó por ellos, decidí preparar una cena dominada por el rojo que brolló del dragón al tiempo que Sant Jordi le asestaba una fatal lanzada.
Así, el primer plato consistió en unas fresas maceradas en una reducción de ron, queso fresco (mató), arenque y una vinagreta con mermelada de naranja amarga. Un juego de contrastes dulces, salados y siempre como hilo conductor cierta acidez y amargura que, no obstante, no terminó de convencerme dada la intensidad de sabor del arenque. La próxima ocasión con anchoas del cantábrico, ya os contaré.
El rojo del segundo plato lo interpretaron tres formas de preparar un entrecot de buey: steak tártar, “sashimi” de buey, y cocinado al soplete con unas hiervas provenzales.
Para acompañar tales alardes de proteínas crudas o cuasi crudas: mascarpone con curry, mermelada de tomate, mostaza, paté de aceitunas y salsa de soja (reservada para el sashimi de buey).
Fue un plato que disfrutamos mucho y, especialmente, si se tiene en cuenta el vino que lo maridó: un Maleolus 2006 que, sin duda, es uno de los vinos con los que más disfruto dada su potencia aromática y elegancia en su paso por boca.
No puedo ofreceros ni una rosa ni un libro a todos, así que, con algo de retraso, os deseo un feliz Sant Jordi con este verso del gran Miguel Hernández:
Querer, querer, querer:
ésa fue mi corona,
ésa es.
Buff. Qué pinta.
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