En ocasiones, al ir a comer, nos lanzamos a la aventura probando restaurantes sobre los que no tenemos referencia alguna.
En otras, actuamos temerariamente al empecinarnos en intentar descubrir las bondades de un restaurante en el que nadie las ha encontrado.
A veces, buscamos experiencias que jamás olvidar, y por eso recurrimos a los tri-estrellados, a los 50 magníficos de “The List” o a los encumbrados por críticos y bloggers.
Otras deseamos comer sin sobresaltos, y es en este terreno en el que los restaurantes del Grupo Tragaluz se mueven como pez en el agua.
Así, mayoritariamente, en los restaurantes del Grupo Tragaluz (Tragaluz, Acontraluz, Negro, Rojo, Bestial, etc.) el comensal recibe una correcta oferta gastronómica preparada con productos de calidad que raramente defrauda, pero que tampoco emociona.
Una vez más, este sábado al mediodía, confirmé tal impresión comiendo en el restaurante Agua.
El día acompañaba, así que la elección del restaurante Agua para que un amigo holandés disfrutase de un buen arroz a primera línea de mar se antojaba correcta.
Tal sensación pareció desvanecerse con los dos primeros entrantes que se nos sirvieron:
Unas excesivamente enharinadas alcachofas fritas, y un cazuelita de almejas de calidad justa y excesivamente hechas.
Por suerte, unas correctas patatas bravas y unos excelentes calamares a la andaluza se erigieron como salvadores de la fama de solvencia de los fogones del Grupo Tragaluz.
El arroz al carbón con sepia, alcachofas y gambas fue lo mejor de la comida. Era de sabor intenso, estaba en su punto y es más que notoria la complementariedad de sabores de la sepia y las alcachofas, el único pero: la aportación de unas gambas minúsculas y extremadamente cocidas. Ninguno de los presentes la alcanzamos a descubrir.
Con los postres, una de cal y otra de arena.
Así, si bien el sorbete de mandarina con menta era más que correcto y hacía perfectamente las veces de “bajativo”, la mousse de marron glacée puso un triste final, dada su textura apelmazada y sabor extremadamente dulce, a una, en líneas generales, correcta comida.
En definitiva, la comida colmó las expectativas generadas que, si bien no eran altísimas, no restan méritos a la capacidad de servir una oferta gastronómica con unos estándares de calidad más que correctos en una terraza a tres pasos de la orilla del mar, como todos seguro que conocéis, una ubicación propicia para los chiringuitos de dudosa valía culinaria.
Vino: Bárbara Forés (Garnacha blanca)
Precio: 40 €
Calificación: 12/20
Indicado: Disfrutar de una buena paella con el murmullo del mar como hilo musical.
Contraindicado: Para los que sólo tiene valor en un restaurante lo que se come o reservan los marcos para los cuadros.
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