O, como reza una inscripción en su fachada, un restaurante con ciprés.
¡Y baya ciprés el de este restaurante del Maresme!
L’Orquestra, que ocupa la encantadora casa de Argentona en la que Silvia, la propietaria y alma de este proyecto, creció, ofrece a sus invitados -sí, he escrito invitados, pues a pesar de que la factura final corre a cuenta del comensal, al cruzar el umbral de la puerta del restaurante se percibe esa calidez propia de un encuentro en casa de unos amigos o familiares- una cocina de mercado en un marco casi incomparable.
Cocina de mercado que se materializa en una carta que integran tres entrantes fríos, tres entrantes calientes, tres pescados, tres carnes y un magnífico carro de postres, de los que el comensal, al precio cerrado de 54€ (IVA incluido), puede elegir uno de cada. Bueno, del carro de postres puede hacerse, si el apetito lo permite, una degustación completa. El pasado sábado, tanto Ignacio como yo, casi lo conseguimos. Poco faltó para que hiciésemos buena la expresión: “es más barato comprarte un traje que invitarte a comer” que mi abuelo tantas veces me profería.
Mi elección, servida después de los aperitivos de la casa (pan con mantequilla y sal, un montadito de tortilla de verduras y un buñuelo de bacalao), y que debo confesar que fue la menos lucida, tal vez por menos lúcida, que la de la primera visita, consistió en:
Una buena ensalada de perdiz escabechada. Sabrosísima la perdiz que, incluso, llegó a evocarme el mejor escabeche de “tierra” que he probado: el escabeche de pollo de corral del restaurante Hispania.
Unos buenos guisantes con una sólo correcta butifarra negra. El paladar de un ilerdense es un reto de altura para una butifarra negra, y ésta lo superó muy justo.
Un excelente canelón de pescado, ligeramente aderezado con una suave bechamel y un toque de jamón. Sin duda, el mejor plato del ágape.
Por desgracia, en esta ocasión, la carne no estuvo a la altura del pescado. Así, el carré de cordero a las finas hierbas adolecía de una excesiva cocción y un anodino toque herbal.
Por suerte, ahí estaba el carro de postres dispuesto a disipar cualquier sombra de duda sobre la idoneidad de la vista al restaurante gracias a la calidad de la práctica totalidad de toda su oferta y, especialmente, gracias a la magnífica y teatral explicación que del mismo efectúa Xecu. Si fuese un académico del cine, le daría mi voto para el Oscar al mejor actor de reparto.
Carro en el que se pueden encontrar: pasteles de queso, de arroz con leche, de chocolate con confitura de naranja, requesón con membrillo, tarta fina de manzana, buñuelos de viento, fresas con nata, sorbete de mandarina, helado de canela, ciruelas al armagnac, un surtido de quesos (azul italiano y torta del casar) y seguro que, imperdonablemente, estoy omitiendo alguno más.
En definitiva, el ciprés y el bonito jardín en el que se encuentra, el buen hacer y el amor que Silvia ha puesto en esta casa, antes y ahora su casa, y el entremés teatral que como pre-postre se regala, hacen más que recomendable la visita a L’Orquestra, aunque, como en tantos otros sitios sucede, la oferta gastronómica no siempre ralle a la altura del marco. Es lo que conllevan los ambientes casi idílicos, pero que en ningún lugar ha de conducir al equívoco de asociar que la cocina esté algo por debajo de un marco de 10 a que ésta no sea meritoria. Desde mi punto de vista, seguro que confrontado al de muchos, lo mismo sucede con Akelarre en Donosti, o con The Cliff House en San Francisco.
Vino: Abadía Retuerta Selección Especial 2006. Ribera del Duero (Tinta Fina)
Precio: 65 €
Calificación: 13/20
Indicado: Para pasar una velada gastronómica cálida, romántica… en la que el tiempo parezca detenerse.
Contraindicado: Para los que el placer sólo saben sentirlo en el paladar, pues en L’Orquestra, oído y vista devienen igualmente indispensables.
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