viernes, 22 de marzo de 2013

El Tossal

Érase una vez, concretamente, hace 35 años –con esta precisión impropia de un cuento, la poca magia que podía tener esta introducción se ha ido al traste-, un cazador que, junto a su esposa, decidió adentrarse en el reino de la restauración y construir allí su morada: el restaurante Tossal.

Él cazaba y se lo guisaba. Ella guisaba.

Y los inviernos se sucedieron en el restaurante Tossal, cazando y guisando, guisando y cazando, y la gente del barrio de Gracia era feliz comiendo perdices, y tordos, y becadas, y también caza mayor.

Como os iba contando, entre cañonazos y sartenazos pasaban los días en el restaurante Tossal, pero todo iba a cambiar –aunque en ese momento nadie hubiese dado un duro por ello- con la entrada en escena de la jovencita Raquel – permitámonos creer, como guiño a los niños que un día fuimos, que vestía de rojo-.

Una Raquel que inmediatamente se prendó de la modestamente sabrosa cocina de la modestamente –si antes había entrado en liza su segunda acepción, ahora debéis leer la tercera- oscura casa de comidas del cazador y su esposa.

Y así, los paseos de Raquel, con parada y fonda en la calle Tordera 12, se fueron sucediendo, cada vez con más asiduidad. Cuanto más comía en el restaurante Tossal, más quería verse de nuevo entre sus mugrientas paredes. Cuanto más comía en otras casas de comidas, más extrañaba el buen hacer entre fogones y el familiar trato del cazador y su esposa.

Siguieron las estaciones devorándose unas a otras, y un día –un lustro atrás-, la ya no tan joven Raquel recogió el testigo –no son los cuentos lugar para hablar de traspasos- del restaurante Tossal de las viejas manos del cazador.

Y de la mano de Raquel la alegría inundó las paredes –aunque no os lo creáis, antes eran mucho más tristes- y regresó a la cocina del restaurante Tossal.

Una cocina de la que, con la ayuda de Miquel, Raquel sigue sacando –cual si de una chistera se tratase, pues el conejo no falta a la cita con la carta del restaurante Tossal- los platos de ayer –la caza y el foie del cazador y su esposa- y los de hoy –las tapas y platillos de todos y las ensaladas, cremas y escabeches de Raquel-.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado. Y en adelante nada más os espera, que el relato de una cena con solera.

Cena a la que, tras un prefacio a cargo del cada vez menos omnipresente vermut Yzaguirre -elegido para acompañar las aceitunas que hacen las veces de aperitivo de la casa-, dieron forma:

Un correcto servicio de pan, aceite, pimienta y sal.

Unos buñuelos de bacalao cuyo recuerdo, y a pesar de cierto mérito, se diluyó rápidamente en el océano de platos sin historia que inunda mi mente por culpa de la alargada sombra que sobre ellos proyectaron los que al día siguiente disfruté en el reusense restaurante El Pa Torrat –aunque, siendo justos, debo señalar que, los del Pa Torrat son, tal vez, los mejores buñuelos de bacalao del mundo-.

Y tras un plato que podría conduciros al equívoco de creer que me tomo en serio eso de la cuaresma, el resto de una cena que deja patente la confesionalidad abierta de esta tribuna y lo laico de quien os escribe –también a ti, coronel-:

Un excelente foie “El Tossal” –excelencia circunscrita únicamente al micuit, y no a la dulzona salsa que lo acompañaba, por suerte, a una distancia prudencial-.

Unas buenas –de mejor sabor que textura-, aunque algo aceitosas, croquetas de jamón.

Una notable butifarra dulce de cebolla acompañada con una, de nuevo, dulzona salsa (un caramelo –aunque se anunciase como reducción- de vino tinto).

Un buen civet de jabalí.

El que hubiese sido un mucho mejor plato –un gran plato-, dada la calidad del lomo de ciervo, de no mediar, de nuevo, un dulzón acompañamiento. En esta ocasión, el triste papel lo interpretaba una salsa de sauco con más azúcar que uno de los refrescos XXL que el alcalde Bloomberg intentó, fallidamente, proscribir de las calles de NYC.

Una D…, DU…, DUL…, DULZ… -si alguien todavía no tiene la certeza de cómo seguirá esta frase, que abandone la lectura de esta crónica y llame rápidamente al neurólogo-, sí, dulzona crema catalana, aunque, por desgracia, éste no era su peor achaque, sino que lo encarnaba el abuso de Maizena.

Un correcto –sin duda, parte de su mérito se quedó en el horno en el que pasó demasiado tiempo- pastel de queso.

Un buen tiramisú –ni el plus de café que le faltaba ni el Cointreau haciendo las veces de Amaretto fueron óbice para su disfrute-.

Un muy buen -sin duda, el mejor de los postres- pudin de manzana y pasas.

Y una buena coca, anisada y en su justo punto de cocción -esto es, "comme il faut"-, como petit four.

En definitiva, un restaurante que, por su propuesta gastronómica –el foie y la caza, por este orden, siguen siendo sus grandes reclamos- y por la relación calidad-precio de ésta, y a pesar de algunas ejecuciones mejorables y de composiciones gustativas demodés, merece ser descubierto.

Bodega: Pruno 2011 (Tempranillo y Cabernet Sauvignon). Finca Villacreces. DO Ribera del Duero.

Precio: 35 € (precio medio: 30€-45€)

En pocas palabras: Un cuento de bolsillo: foie, caza y dos páginas más.

Indicado: Para los que gastronómicamente también rehúyen los “bestsellers” y gustan de refugiarse en la cálida y sabrosa sencillez.

Contraindicado: Para los que cuando cenan caza, quieren desayunar caza o, en otras y más entendibles palabras, para los que creen que la potencia sin control no sirve para nada, excepto si del sabor de los platos de caza estamos hablando.

Tordera 12, Barcelona.
93 457 63 82

4 comentarios:

  1. Vaig anar-hi fa 2 o 3 mesos, un dissabte nit i l'ambient era trist... I els ànims del servei també.

    El menjar bo, però surts amb tristesa...

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  2. Com bé apuntes, Ricard, el Tossal no és la "alegría de la huerta", però el dia de la meva visita no arribava al nivel de trist que tu apuntes.

    Salutacions,

    eduard

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  3. Tinc bon record del lloc. Es menja bé. Els plats de caça els borden. El sostre baix fa que el local sigui molt sorollós.

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  4. Bon dia, Jordi.

    Com bé apuntes, s'hi menja bé, particularment el foie i la caça, però l'ambient i lo irregular dels companys de viatge del foie i la caça farà que no estigui entre els meus recurrents.

    Salutacions,

    eduard

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