La crónica póstuma –aunque, y parafraseando al bueno de Sabina, lo fidedigno sería arrancarme con un “y no está muerto no, no, y no está muerto no, no, lo estará en un par de días”-, y de urgencia, del restaurante Comiols, y que se ha colado entre la del restaurante Wagokoro y la presente, podía haber dejado en el tintero las palabras con las que tenía intención de encabezar las siguientes líneas, no obstante, y haciendo mía una de las máximas de los malos periodistas, esto es, “no dejes que la realidad te estropee un buen titular”, allá voy.
¡No querías caldo, pues toma dos tazas!
Para que tanto los nuevos por estos dominios como los que comparten con Dory (la amiga de Nemo) su retentiva no crean que me he vuelto, definitivamente, chaveta, recordaré que la gravedad que me arrastró al restaurante Wagokoro no fue la de Newton sino la del tono de voz de mi más fiel compañera de fatigas gastronómicas al sugerirme redecorar mi vida gastronómica poniendo un japonés en ella.
Segunda taza que me serví en el máximo y mejor exponente –es éste, tal vez, uno de los extremos menos controvertidos dentro de la escena gastronómica barcelonesa- de la cocina tradicional nipona de nuestra ciudad: el restaurante Shunka.
Segunda taza que entendí necesaria tras el referido ágape en Wagokoro, pues para poner en su justo sitio algunos detalles, necesitaba recuperar las sensaciones gastronómicas del espejo en el que se mira casi todo restaurante japonés que se precie.
Segunda taza que -para que voy a engañaros- en esta ocasión sí que me la pedía el cuerpo, y pues el corazón y el estómago no entienden de razones, el Gòtic devino la meta para mi penúltimo almuerzo dominical.
Paseada por el barrio gótico barcelonés que resultó triplemente dichosa.
En primer lugar, por el romántico encanto del Gòtic.
También por el aperitivo del que disfruté en una de las más bucólicas azoteas de Barcelona: el “roba estesa (ropa tendida)” del Hotel Neri. Pero que la belleza de las siguientes imágenes no os confunda, pues lo que me hizo feliz no fue disfrutar de una copa de vino tinto en el “roba estesa”, sino reencontrarme con Chema (alma del malogrado restaurante Libentia, anacoreta por un tiempo y actualmente segundo de a bordo de la sala del restaurante Neri).
Y, por supuesto, por el ágape que me regalé en el restaurante Shunka.
Shunka: el restaurante de Sam (Xu Zhangchao) y del mediático –especialmente desde que aparece junto a Cesc Fàbregas en el anuncio de invierno de la cervecera Damm- y alma del restaurante Koy Shunka, Hideki Matsuhisa.
Shunka: un restaurante que, sin duda, ha cardado su fama –aunque, el “Adrià dixit” contribuyó, y mucho, a su notoriedad-, pero en el que, a pesar de su magnífica comida, de su agradable barra, de su cuantioso y de calidad servicio y de su cuidada –poned mis palabras en su contexto, esto es, teniendo en cuenta que hablamos de un restaurante japonés del Gòtic- bodega, el aire de merendero que se respira y que impregna algunos detalles (i.e. mantelería, palillos, bote de la soja e incluso sus paredes) suele enfriar mis impulsos de sucumbir al placer que infunden sus tempuras, fiedeos o pescados.
Restaurante Shunka en el que hace unos días me regalé el siguiente almuerzo:
EDAMAME: excelente aperitivo a base de vainas de soja verde al vapor y aderezadas con flor de sal.
YAKI ONIGIRI: buenas bolas de arroz ahumado y matizadas con katsuobushi (atún seco, fermentado y ahumado).
KATSUO TATAKI: tal vez, el más famoso de los platos del restaurante Shunka, bonito soasado aderezado con tomate (rallado y cherry) y salsa ponzu, pero que a un servidor le deja algo frío –algo influirá, seguro, su excesivamente fría temperatura de servicio y sus frescos (frenan su potencial gustativo) acompañantes-.
YAKISOBA: delicados y sabrosísimos fideos fritos con verduras, katsuobushi y langostinos.
KAKIAGE: la tempura, de verduras y langostinos, de Barcelona.
SASHIMI TOKUSEN: una casi impecable selección de sashimis (toro, atún, salmón, boquerón, sepia, calamar y bonito soasado –la única tacha, por repetitivo y, de nuevo, porque la temperatura de servicio enervaba el disfrute de su sutil ahumado-).
DAIFUKU MOCHI y KURIMUSHI YOKAN: magnífica elección para los postres -si os va lo glutinoso, claro- traducida en un mochi de judía roja y membrillo japonés con castañas dulces, respectivamente.
En definitiva, y para terminar tal y como hemos comenzado, esto es, desafinando mientras parafraseo algún clásico de nuestro imaginario musical, voy a pedirle prestados unos versos a Rosario: “¿Cómo quieres que te quiera –más-, como quieres, si eres un merendero?”.
Bodega: Lapola 2010 (Doña Blanca y Godello). Dominio do Bibei. DO Ribera Sacra.
Precio: 50 € (precio medio 35€-50€)
En pocas palabras: El japonés de Barcelona.
Indicado: Para disfrutar de una de las mejores cocinas de Barcelona a precio de bistronómico.
Contraindicado: Para los que a comer unos soberbios yakisobas o un magnífico sahimi de atún con horribles palillos –joder, es que saben a madera- le gritan: “¡Naranjas de la China!”.
Sagristans 5, Barcelona.
93 412 49 91
Això es soluciona portant els palillos de casa... :). Soc dels que afirmo que en pocs llocs menjo tan a gust com a Shunka o a Koy.
ResponderEliminarI aprofito per dir que els pocs cops que he vist l'anunci de 'LA' cervesa, em posa dels nervis el que pretenguin posar al mateix nivell el sushi que prepara l'home amb una cervesa que en una escala hipotètica, no passaria del 6 sobre 10.
PS. Ja he vist q em deies dels dies q em quedaven per Comiols, però encara em queden 15 dies per deixar les crosses i tornar a conduir, tot i que cada dia milloro.
Ja, com a tants restaurants als que m'enduria les copes de vi.
ResponderEliminarMillora't, Ricard.
Salutacions,
eduard