¿Os apetece un paseo en el DeLorean?
¿Sí? Pues abrocharos los cinturones, desempolvad, vosotras, las cazadoras con hombreras –o las hombreras con cazadora- y enfundaros, vosotros, en unos pantalones pitillo –previo aireo, claro, que la naftalina es casi peor que el gas mostaza o que los perfumes de Lolita Lempicka- que allá vamos.
Viaje en el tiempo que, en un abrir y cerrar de ojos –bueno, en un abrir y cerrar la puerta del restaurante Sibarit- nos conducirá a los años ochenta: la década en la que el restaurante que nos ocupa abrió sus puertas (allá por el año 86) y en la que la cocina internacional campaba a sus anchas por las grises calles de Barcelona.
Cocina internacional, ¿Sabéis de qué os hablo?
Los mayores de treinta años, excepto aquellos para los que un ágape de lujo es cambiar las patatas Lay’s por su versión Gourmet, seguro que sí.
A los veinteañeros que han tenido la fortuna de sentarse en mesas como las de los restaurantes Neichel, Via Veneto o Roig Robí nada les voy a descubrir.
Pero esos que por su juventud -¡Qué rabia dan!- esto de la cocina internacional les suena a chino, haced una excepción y, aunque no sirva de precedente –no aspiro a tanto-, leed esta crónica y no os quedéis solo con sus fotos.
Érase una época en la que las tapas solo tapaban las copas de vino en Andalucía, en la que de platillos solo había los volantes –y no me refiero al modo de servir las bravas en el Bar Tomàs-, en la que para comer en un bistró no te quedaba otra que viajar a París, en la que cocina y autor eran conceptos inmiscibles o en la que un “papá, mamá, quiero ser cocinero” iba siempre seguido de un “pero qué hemos hecho mal, en qué nos hemos equivocado contigo, hijo”.
Una época en la que todos los restaurantes que se preciaban blandían los mismos argumentos gastronómicos –en este sentido, no es que hayan cambiado mucho las cosas, pues, por desgracia, la pela sigue siendo la pela y las modas pelas son-.
Argumentos entre los que no podían faltar las ensaladas de langostinos y alguna fruta, carpaccios de marisco, magret o confit de pato, algún producto de mírame pero no me toques –en el caso del restaurante Sibarit, éste es el caviar, servido en un nido de patata o sobre una degustación de pescados crudos- el foie, los filetes tártaros o las trufas con nata.
Y así, en mi visita de hace casi diez días a este “old fashioned” restaurante del Eixample, cuya visita recomiendo, no solo para degustar uno de los mejores filetes tártaros de Barcelona sino para que unos descubran y otros confirmen que, por desgracia, la realidad de la restauración barcelonesa no es la de los boyantes Casa Paloma, Toto, Bardot o Fábrica Moritz, mi cena discurrió por:
Unas correctas arbequinas.
Un pobre servicio de esa suerte de sucedáneos de panecillos que sirven “Fripan” o “Frida” –los “Krisia” de la panadería- acompañado con mantequilla –jurásico frescor-.
Un anodino aperitivo materializado en una piruleta de calçot rebozado y acompañada con crema de piquillo.
Un foie micuit, hecho en casa –en la suya, no en la mía-, acompañado por una fresca ensalada de frutos rojos, y que hubiese merecido el calificativo de muy bueno si cierto grado de oxidación no le hubiese restado tantos enteros.
Unas notables croquetas de carabinero.
Un indispensable -sin duda, justifica la visita al restaurante Sibarit- filete tártaro. Indispensable por el privilegio de observar como el Sr. Antonio o su hijo Sergi (los propietarios de esta casa de comidas) lo preparan, por la textura de la carne o por su sabor agradablemente subido de pimienta, y al que solo cabría atribuir tres leves achaques: la falta de cierto protagonismo por parte de la mostaza, que el whisky elegido para aderezar la carne fuese un Cutty Sark –no pido un Caol Ila de Gordon MacPhail, pero un whisky ligeramente turbado como un Laphroaig 10 años lo elevaría al Olimpo de los tártaros- y las secas tostadas de pan que lo acompañaban.
Un correcto borracho de ron preparado por la ampurdanesa pastelería Arpa.
Y unas buenas trufas.
En definitiva, un restaurante paradigma de dos épocas: la de los ochenta y de los noventa y en la que la cocina internacional reinaba, y la actual y de penurias para gran parte de nuestros restauradores.
Bodega: Carta de vinos “Sin” –no sin alcohol, sino sin sustos pero también sin alegrías-. Azabache 2008 (Tempranillo, Mazuelo, Garnacha). Viñedos de Aldeanueva. DO Rioja.
Precio: 45 €. Disponen, asimismo, de dos sugestivos menús “todo incluido” (bebidas e IVA). Uno por 35 €, y otro por 25 € solo disponible los mediodías.
En pocas palabras: Filetes tártaros, steaks tártars y otros platos del montón.
Indicado: Para coleccionistas de filetes tártaros.
Contraindicado: Para los que viendo “Cuéntame cómo pasó” se les ponen los pelos como escarpias.
Aribau 65, Barcelona.
93 453 93 03
PD: Muchas, muchísimas gracias por el medio millón de visitas que me habéis regalado.
Benvolgut Eduard,
ResponderEliminarMoltes felicitats pel blog, el vaig descobrir fa relativament poc, i disfruto molt llegin-te.
Bernat
Moltes gràcies, Bernat, doncs intento que, amés de cert valor gastronòmic, les meves paraules tinguin algun mèrit literari.
ResponderEliminarSalutacions,
eduard
Moltes felicitats!
ResponderEliminarNo en tinguis cap dubte, un dels millor blocs gastronòmics!
Estic segur que som molts, els que abans de reservar taula, fem una ulladeta per aquí =)
Ivan
Moltes gràcies, Ivan.
ResponderEliminarQuin dia avui! 500.000 visites i comentaris com el teu i el del Bernat.
Salutacions,
eduard
I tant! estic totalment amb el Bernat i l'IVAN! felicitats eduard!!
ResponderEliminarMoltes gràcies, Esther!
ResponderEliminarGaudeix de NYC!
Quan he vist el títol he pensat "Encara existeix el Sibarit?". I de fet, bromes a banda, sé que existeix doncs aparco sovint al parking que està uns metres abans i el veig al passar.
ResponderEliminarHi havia anat fa molts anys.. però com 30a eh?. I recordo els tàrtars i un entorn que llavors ja em semblava anticuat.
Vaja ... que hi anava quan encara no havies nascut, ni existien els blogs, ni la www .. :)
No sóc tan jove, Ricard, doncs quan el restaurant Sibarit va obrir ja tenia 4 anyets.
ResponderEliminarI em crec que ja llavors semblés antiquat.
No sé com eren fa quasi tres dècades, però avui, el seu tàrtar és de notable alt.
Salutacions,
eduard