En la última crónica celebraba el sano y sabroso inmovilismo gastronómico de Chez Coco, pero como, y por desgracia, no todo el monte es orégano, hoy, y a propósito de mi segunda visita al restaurante Ten’s, me toca hablaros de la otra cara de la moneda de esta realidad culinaria.
Sin duda, mi primera visita a la casa de tapas de autor de Jordi Cruz no fue lo satisfactoria que cabía esperar.
Ahondemos algo más en estas últimas palabras.
Que cabía esperar. Pero… ¿Qué cabía esperar?
Pues mucho. Y… ¿Por qué?
Por los nombres que se esconden tras el restaurante Ten’s, destacando el de su xef ejecutivo (el biestrellado y para muchos –no para un servidor, aunque ello no sea incompatible con que crea que se trata de uno de los mejores cocineros de nuestro país- la “gran esperanza blanca” de la cocina de vanguardia catalana: Jordi Cruz), por el latiguillo que acompaña al nombre del restaurante: Tapas de autor con estrella y, por supuesto, por la campaña mediática que nos bombardeó en las inmediateces de su inauguración y también durante los primeros días de su andadura.
Y, llegados a este punto, permitidme que maldiga las dichosas expectativas –no existe mejor caldo de cultivo para los sinsabores- y que me tire de los pelos cuando éstas son autoimpuestas por los propios restauradores -¿Seguridad en uno mismo o temeridad? Juzgadlo vosotros mismos-.
En más de una ocasión he citado las últimas palabras que del tío Ben dedicó a Peter Parker “un gran poder conlleva una gran responsabilidad” –un gran deber “in vigilando”- pero, por desgracia, y a diferencia de los Dacosta, García, Roca, Adrià o Vilà -orgullosos padres, y con razón de ser, de los hermanos pequeños de sus buques insignia-, Cruz parece no ser demasiado fan de la saga Spiderman.
Pero dejémonos ya de circunloquios y centrémonos en lo que aconteció, y en lo que trae causa esta crónica, el pasado viernes.
Y lo que pasó no fue otra cosa que una cena ni mejor ni peor, sino todo lo contrario, que la primera que me regalé en el restaurante Ten’s, a la que, un servicio frío y unos nefastos tiempos en el pase (o se agolpaban los platos o la mesa parecía un páramo) mediantes, dieron forma:
Unas buenas aceitunas y una correcta coca de pan con tomate.
Unas notables –de lo mejor de la cena- patatas bravas con alioli espumoso y un agradablemente subidito de picante sofrito de tomate.
Una buena, aunque algo dulzona, composición de foie (parfait), higos, migas dulces y saladas –sigo buscando las segundas- y helado de pimienta de Sechwan.
Unos calamares a la andaluza, de mejorable rebozado, acompañados por un buen alioli de citronela.
Un excelente –sin duda, lo mejor de la velada- pescadito frito con polvo de picada.
Un simplón -¿No era éste un restaurante de tapas de autor con estrella?- plato de pulpo, de mejorable textura, con pimentón, patata al tenedor con aceite de arbequina y humo de haya.
Un correcto huevo a baja temperatura acompañado por un parmetier de patata de sabor y textura más que mejorables, virutas de gouda, migas de jamón –más prosa en el enunciado que realidad en el plato, pues se quedaban en un mero crujiente de jamón- y rúcula.
Y un dúo de postres que, como en mi primera vista, se erigieron como lo peor de la velada, y a los que dieron forma:
Unas texturas (mousse, brownie, ganache, bizcocho exprés, tierra…) de chocolate, café, regaliz, cacao y toffee, conceptualmente intachables pero que en al ser ejecutadas perdían casi todo su mérito.
Y una nueva versión de brioche empapado –solo sobre el papel- en nata fresca y acompañado con texturas de vainilla y compotas dulces y saldas de manzana que, de nuevo, navegaba a la deriva entre los dos postres que pretende evocar (tatin y torrija).
En definitiva, una buena casa de tapas y platillos creativos que, no obstante, por el bombo y platillo que se dan y se le han dado, deja más fríos que calientes a los expectantes paladares que se le acercan.
Bodega: Guitian 2011 (Godello). Bodegas La Tapada. DO Valdeorras.
Precio: 45 €
En pocas palabras: Más ruido que nueces.
Indicado: Para los turistas que desean acercarse al tan nuestro tapeo creativo.
Contraindicado: Para los que creemos que la excelencia no es cuestión de ceros.
Hotel Park Hotel (calle Rec 79), Barcelona
933 196 00
Hi han llocs que no val la pena repetir....
ResponderEliminarLocal sense anima.
Salutacions
Creia que un lloc com el Ten's, un nom com Jordi Cruz meritaven una segona oportunitat, ja amb un bon rodatge.
ResponderEliminarPerò res: dos sí, tres no ho crec.
Salutacions,
eduard
Totalment d'acord amb els dos. I fantàstica l'expressió de "local sense anima", li va que ni pintada.
ResponderEliminarEntenc que són unes bones tapes (tot i que no unes bones postres) si no s'esperés el que entenc tothom espera d'un cuiner de nivell i d'un restaurant amb tanta repercussió mediàtica.
És difícil trobar una crònica on totes les opinions convergeixen. Llàstima que sigui en la direcció que ho fan.
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