jueves, 7 de octubre de 2010

La Mifanera (ter)

O por qué cambiar las cosas que funcionan.

Yo respondería que por un inconformismo teñido de algo de impaciencia juvenil –aunque, a punto de cumplir los 28, poca me quede- , porqué siempre pueden hacerse las cosas mejor, porqué en el mundo en el que vivimos si no avanzas retrocedes, para nunca dejar de sorprender a los clientes y, sobre todo, a uno mismo, y por una infinidad de razones más, la mayoría de ellas sin sentido ni base alguna.

No obstante, a Roger, el cocinero de gran bagaje (Talaia, donde coincidió con Ferran Adrià o Comerç 24), y propietario de la Mifanera, ninguna de ellas le convence y, para sus adentros, sigue rezando eso de “Virgencita que me quede como estoy”.

Bien hace seguramente, pues aunque algunos de los más asiduos a su restaurante ya nos sepamos su carta de memoria, es justamente por el recuerdo tan grato de muchas de sus creaciones que no dudamos en visitar una y otra vez el restaurante la Mifanera.

¡Pobre de mí si algún día no pudiese leer en su carta platos como la ensaladilla trufada, el arroz etíope o postres como el tiramisú!

A tenor de lo dicho pues, pocas cosas podrían añadirse respecto anteriores entradas sobre este restaurante, no obstante, mucho tiempo ha transcurrido desde las últimas palabras que le dediqué y, sin duda, la comida del pasado domingo bien merece unas cuantas.

Todo comenzó como de costumbre, esto es, con Víctor, el atento y “cachondo” jefe de sala, trayendo a la mesa un notable pan de arroz con curry para hacer las veces de aperitivo.

Le siguió, a mi modo de ver, algo indispensable en toda mesa: un buen pan –lo era, y mucho-, un buen aceite –en parámetros ESO estaría entre “necesita mejorar” y “progresa adecuadamente”- y sal, preferiblemente, Maldon –y así fue-.

El primer plato del ágape fueron unas buenas sardinas marinadas sobre unos tacos de melón, y coronadas por una ralladura de queso Pecorino que, o se encontraba en un grado de curación pueril o era un primo lejano del Pecorino que conozco.

Seguidas por una notable revisión –una más- de las patatas bravas. Últimamente parece que no eres nadie en el mundillo gastronómico si no versionas esta archifamosa tapa, aunque hay que reconocer que, al igual que Sergi Arola, Roger no se apuntó a la moda, la creó.

A continuación se sirvió mi entrante favorito de los que se preparan en el restaurante la Mifanera: su ensaladilla con mayonesa trufada.

Raro en nosotros, ese día ni mi compañera de fatigas gastronómicas ni yo estábamos demasiado hambrientos y así, en vez de pedir dos arroces, decidimos compartir una ración de una de las pocas novedades de la carta: el arroz de Pakistán. Un arroz salteado con menta, granada, pollo y especias que, sin duda, pasará a estar entre nuestros habituales y, especialmente, dado el agradable final picante que deja en boca.

Ya que los postres, como el saber, no ocupan lugar, nos permitimos compartir:

Su excelente, reitero, excelente versión del tiramisú: bizcocho ligeramente emborrachado, crema de mascarpone y helado de café.

Y un postre que Roger ya bordaba en el restaurante Comerç 24: chocolate, pan, aceite y sal.

En definitiva, y haciendo uso de las paráfrasis que tanto me gustan: “más vale bib gourmand (distinción que merecería la Mifanera) conocido, que estrella por conocer”.

Vino: Analec 2008 (Cabernet Sauvignon, Syrah y Ull de Llebre). La Romiguera. Costers del Segre.

Precio: 40 €
Calificación: 13,5/20

Indicado: Para descubrir el potencial infinito del arroz.

Contraindicado: Para los que sólo disfrutan del arroz a banda y del caldoso de bogavante, tal vez, sus dos arroces menos meritorios.

Calle Sagués 16, Barcelona
93 240 59 12

2 comentarios:

  1. Ara al veure publicat el post de Milfanera, m'adono que fa més d'un any que no hi vaig. He estat un parell de vagades, però no l'he arribat a publicar mai.. en ocasions influeixen diferents aspectes com poden ser la companyia o l'estat d'ànim, pels que un restaurnat simplement agrada o entussiasma... i jo com "amateur" total, soc sensible a aquests fets. Per cert... ja he publicat "Casa Paloma".

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  2. Tens tota la raó Ricard, però al ser la gastronomia una de les manifestacions culturals on més sentits es posen en joc -jo crec que tots-, devé impossible pretendre ser 100% objectius. Jo crec que els que amateurment escrivim –aplicable també als professionals-, sols hem d’exigir a les nostres crítiques justícia i honradesa poden estar banyades de certa component sentimental.

    Però aquesta és la meva opinió, tan vàlida –o menys- que qualsevol altra.

    Salutacions,

    eduard

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