viernes, 15 de febrero de 2013

RocaMoo

Hacía casi un año de mi última visita al otrora llamado restaurante Moo –el título de esta crónica ya anticipa que algo, o mucho, ha cambiado en el gran reclamo del Hotel Omm- y, tras mi cena del pasado viernes, si por algo puedo poner la mano en el fuego, sin miedo de que acabe peor que un bife argentino, es que durante este tiempo ni Rosa Maria Esteva (cofundadora del Grupo Tragaluz, propietario del Hotel Omm) ni Felip LLufriu (jefe de cocina del restaurante RocaMoo –llamemos ya las cosas por su nombre-) se han quedado de brazos cruzados. Permitiéndome la licencia de formular una sentencia tan exagerada como ilustrativa podría decirse que:

Es más difícil encontrar las siete semejanzas que las siete diferencias entre los restaurantes RocaMoo y Moo.

Y pues éstas no son mis horas más sesudas –las posteriores a una buena cena, copa y puro nunca lo son- me decantaré por la tarea menos hercúlea, esto es, a apuntaros las siete diferencias entre las propuestas gastronómicas del Hotel Omm de hoy, y de ayer.

Primera: Como Jesús en las bodas de Canaán, en el Hotel Omm han multiplicado sus restaurantes, y dónde antes había uno (Moo) ahora conviven dos (RocaMoo y RocaBar). Que nadie, a la vista del título de la crónica, sufra, pues las tapas, los platillos, los bocadillos y “rocadillos”, y el espacio “Fish!” que se ofrecen en el RocaBar, un “hit” seguro del panorama gastronómico barcelonés del 2013 –en época de vacas flacas y sociedades pretenciosas comer en el Hotel Omm por menos de 5.000 de las antiguas pesetas (aunque su factura media se acerque más a los 50€) va estar más solicitado que las papelerías de la madrileña calle Génova- serán los protagonistas de mi próxima crónica.

Segunda: Xavi Ayala (mi paisano, antiguo sumiller del restaurante Moo y actual responsable de bebidas de la Fábrica Moritz) ahora se llama Audrey Doré (antigua responsable de compras de las tiendas “La Carte des Vins”).

Tercera: Xavi Ayala (antiguo responsable de sala del restaurante Moo) ahora también se llama María Sáez (con la que coincidí cuando capitaneaba la sala del restaurante Arola Arts). Por cierto, el día de autos, a pesar de lo bueno de la capitana vi a unos grumetes algo mareados.

Cuarta: El menú Moo ahora responde al nombre de menú Joan Roca, lo que puede significar o que lo que antes era un asesoramiento de proximidad de los hermanos Roca se ha convertido en una respiración detrás de la nuca de Felip Llufriu, o que Rosa María Esteva ha decidido sacar más partido al mismo –sin duda, del nombre Roca puede exprimirse mucho jugo-.

Quinta: A pesar de que sigue teniendo un papel destacado, la bodega ya no es la caprichosa diva de las funciones gastronómicas que tienen lugar en el número 265 de la calle Rosselló.

Sexta: Aunque los precios de los menús del restaurante RocaMoo (Joan Roca (100€), Temporada (79€) y Vegetariano (55€)) siguen, a pesar de estar más que justificados, poniendo, en los tiempos que nos han tocado vivir, los pelos como escarpias, su oferta a la carta, además de ampliarse, se ha hecho más accesible (45-60€).

Séptima: Si el restaurante Moo era bellísimo, pero frío, el restaurante RocaMoo conserva toda su belleza y, además, con la cocina del pase a la vista y la barra que la rodea, gana mucha, pero que mucha calidez.

Bonus track: Felip Llufriu sigue siendo un cocinero como la copa de un pino, aunque, como suele decirse –y con lo que solo estoy de acuerdo en determinados casos y hasta un límite-, como el buen vino mejora año a año –¿Sería entonces ésta la octava diferencia?-.

Cumplida la autoimpuesta, y más ardua de lo que creía, tarea más propia de una revista de pasatiempos que de una página de reseñas gastronómicas, toca centrarse en un menú que por nombre lleva Joan Roca pero en el que hay mucho de Felip Llufriu y, por ello, nada mejor para introducir los platos que dieron forma a mi cena del pasado viernes que un…

Y éste es el menú Joan Llufriu o Felip Roca –aquí funciona la propiedad conmutativa-:

Unos impropiamente simples aperitivos que me hicieron presagiar algo – el qué ya os lo podéis imaginar - que, afortunadamente, no aconteció. Y así, este cuarteto tan poco lúcido como lucido lo encarnaron “su brava” –hay que ser muy chulo, bordarla o llamarte Sergi Arola para a estas alturas de la película seguir versionando la tapa por antonomasia-, una gamba rebozada con chicharrones, un buñuelo de pipa de girasol, y un briox de tomate y parmesano.

Un irregular servicio de panes (buenos el rústico y el de malta y de excomunión el de cebolla, nueces y queso), aceite (Dauro) y sal.

Un muy buen “dumpling” de perdiz acompañado con bechamel, demi-glace y coliflor.

Unas excelentes texturas de zanahoria (sopa, cremoso, cabello de ángel…) con foie (disfrazado de zanahoria) y cardamomo.

Una magnífica menestra de verduras (todas las que os imaginéis, estaban, y las que no, también) y de legumbres, regada con un caldo de legumbres y acompañada por papada ibérica empanada. Sin duda, el único intérprete que desafinaba era la papada empanada, pues adolecía de un exceso graso.

Un bikini de rabitos de cerdo con crema de queso Tou dels Tilers y tomate agridulce que, a pesar del nivel –del nivelazo- exhibido, tiene potencial de mejora –Felip, ya que seguro que sabes de un restaurante de Errentería que de rabitos de cerdo entienden un rato, harías bien en fijar tu mirada en él-.

Un canelón “de fiesta” –la que hice yo al probarlo- de pularda, piel de leche, demi-glace y trufa –era tan bueno que hasta la trufa me sobraba-.

Una, sobre el papel, excelente composición de lubina, texturas de alcachofa y trufa que, y a pesar de la magnífica calidad de la lubina salvaje, encaró lo más flojo del menú pues ni la cocción del pescado era la adecuada ni las texturas, ni la trufa eran lo que prometían.

Una muy buena, pero a mi entender, demasiado “comercial”, esto es, atenuada de sabor para gustar a todos los públicos, liebre a la Royale, en una libre interpretación, acompañada con remolacha y un "biquini" de su paté.

Dos platos para llorar de felicidad:

Unas soberbias mollejas de cordero con yogur, holandesa de alcaparras y ajo tierno.

Y una colosal becada en salmís -un plato de unos, pues, dada su intensidad de sabor solo puede gustar, siendo muy generoso, a un 1% de la población, y al que le pongo un 11-.

Una magnífica composición de estragón, pera, limón, citronela, maría luisa… -de los mejores pre-postres que he comido en mucho tiempo-.

Un buena “Mandarina” (granizado de mandarina, cacao y cremoso de roca de chocolate). Y solo buena pues un postre con mandarina, o naranja, y cacao no puede, o como mínimo yo entiendo que no debería, pecar de dulce.

Y unos solventes “petis” (golosina de limón y roca de cacao).

En definitiva, un restaurante que demuestra a la perfección que un asesoramiento, por muy de proximidad que sea, no tiene por qué inhibir la personalidad de un propuesta gastronómica.

Bodega: Copas de Fino Fernando de Castilla; Akilia 2011 (Mencía), Bodega Akilia, DO Bierzo; 20 Aniversari 1998 Can Ràfols (Cabernet Sauvignon), Can Ràfols dels Caus, DO Penedés; y Moscatel Roxo 2000, Bacalhôa, Setúbal.

Precio: 120 €

En pocas palabras: El hambre agudiza el ingenio, y la virtud del Moo –yo seguiré llamándolo así-.

Indicado: Para disfrutar de una parte del talento de los Roca y de todo el de Felip.

Contraindicado: Para los cazadores de tendencias, pues éstos deben detenerse a la antesala del restaurante RocaMoo, esto es, en el restaurante RocaBar.

Rosselló 265, Barcelona (Hotel Omm)
93 445 40 00

3 comentarios:

  1. quizás Rocabar no sea el ideal de negocio a seguir en cuanto a tendéncias:precios subidísimos, vinos inchadísimos de precio, hay que multiplicar por 5 el precio inicial, local muy frío, raciones justísimas, servicio despistadísimo, le pasará lo mismo que al Ohla, pasarán a ser uno más sin pena ni gloria, está más emfocado para extrangeros que puedan pagar esas cifras por una mesa sin mantel.
    A veces las aventuras salen caras y te pueden cosar más que lo conocido, quizás el hombre es el animal que tropieza dos veces en la misma piedra.
    Saludos.
    Jean Marc

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  2. Buenas tardes, apreciado Anónimo.

    Sin duda, la relación calidad-precio (particularmente la del capítulo bodega) del restaurante RocaBar es muy mejorable (ya lo apunto en la crónica que publicaré el domingo o el lunes), su servicio anda algo despistado (también lo reflejaré en mi crónica -por cierto, con tu comentario no sé si me quedará algo por "criticar"-) y, como muy bien apuntas, si no mejoran pueden acabar en el limbo como los Ohla, etc.

    No obstante, ni un mes llevan funcionando, así que creo -y con fundamento, pues en mi cena de ayer advertí trazas de mucha calidad- que se merecen el beneficio de la duda.

    Espero que, tras el rodaje, el RocaBar sea todo lo que promete. Agumentos en los fogones tiene de sobra para ello.

    Un saludo,

    eduard

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  3. Bello, agradable y muy, pero que muy sabroso.

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