Siguiendo la estela de símiles bíblicos –lo canónico es tendencia- encetada en mi última crónica, y sin temor a la excomunión –de la rifa de las ostias, con hache, hace tiempo que no compro papeletas- me permitiré afirmar que la multiplicación de panes y peces de “nuestro” Señor es un juego de niños comparada con el milagro gastronómico y, sobre todo, empresarial, acontecido hace unas semanas en el Hotel Omm.
Y tras el más irreverente e iconoclasta de los prefacios que suelo obligaros a atravesar –seguro que más de uno querría hacer con ellos como Moisés con las aguas del Mar Rojo- para llegar a la tierra prometida de lo sustancioso de mis crónicas, he aquí el porqué de considerar la meiosis –que no confundir con mitosis- del restaurante Moo en los restaurantes RocaMoo y RocaBar algo milagroso.
Y así es, pues dónde antes comían 60 (Moo) ahora comen 120 (40 en el RocaMoo gracias a mesas un poco más juntas y a la barra que rodea la cocina del pase -sin duda, se ha ganado en calidez y no se ha perdido un ápice de confort-; y 80, sin remontar, en el RocaBar), también dado que el valor gastronómico del restaurante Moo no solo se ha conservado, sino que en el restaurante RocaMoo ha aumentado o, por último, porque Rosa María Esteve y los suyos seguro que a partir de ahora miraran la cuenta de resultados de la división gastronómica del Hotel Omm mucho más felices.
Pero como no todo el monte es orégano y, aunque en ocasiones pueda no parecerlo, lo que aquí realmente importa es la gastronomía, debo deciros que, por el momento, el restaurante RocaBar es más un activo financiero que un valor gastronómico.
Sé que emitir este tipo de juicios cuando un restaurante justo ha echado a andar, cuando se encuentra en pleno rodaje, puede tener visos de injusticia y seguro que los tiene de severidad. No obstante, y como ya he repetido en más de una ocasión, desde que uno decide salir al mercado y cobrar por lo que da, se expone a ser enjuiciado y, asimismo, creo que cuando un restaurante salta a la palestra de la mano del Grupo Tragaluz y bajo el paraguas de los hermanos Roca puede serse severo o exigente con él.
Hasta aquí, el porqué. En adelante, el qué.
¿Y qué es el RocaBar?
Es un restaurante en el que comer por 20 euros –aunque, y exceptuando su menú mediodía (19€), por este precio, más que comer, estás- o por 60 euros, pero también es un bar de copas –excelentes, por cierto (dan fe de ello los siguientes “Ginger Martini” y "Kir Royale"- y, sin duda, es un “Punt de Trobada” –no como el de Andorra, en el que el azúcar, los licores o el tabaco son lo importante, pues en éste lo que cuenta es ver y ser visto-.
Es un diáfanamente bello y acogedor espacio, firmado por Sandra Torruella, en el que Willy -a pesar de su juventud, uno de los veteranos del Grupo Tragaluz (17 años lleva con ellos)- dirige un, por el momento, algo despistado servicio.
Es una bodega (normalmente, dados mis escasos conocimientos de la materia, limito este capítulo a reseñar los alcohólicos acompañamientos, que no acompañantes, de mis ágapes, pero en esta ocasión no podía no referirme, no denunciar la bodega del restaurante RocaBar) -ya me perdonaréis por la contundencia de mis palabras- que atenta contra el intelecto de los comensales -¿En serio creen que no advertimos lo desorbitado de sus precios?-, insultante –con la que está cayendo, con el esfuerzo que supone para muchos el salir a comer no es dable multiplicar por cuatro el precio de coste de los vinos- y que resta enteros a la cocina, pues, si uno quiere salir del restaurante RocaBar con los dos riñones, la calidad del vino escogido en vez de maridar, lastra. Sé que, por desgracia, éste no es un caso aislado, aunque, afortunadamente, están en franco retroceso, no obstante, este tipo de crímenes suelen tener lugar en grandes casas de comidas en las que, las referencias disponibles, la cristalería, la atención de un sumiller… hacen las veces de atenuantes y, por ello, cuando acontecen en restaurantes de menor alcurnia son particularmente sangrantes.
Punto y aparte –literal y metafórico- mediante, llega el turno de lo más importante del restaurante RocaBar: su, tan interesante como con margen de mejora, propuesta gastronómica.
Una propuesta cuyas riendas sujeta Alberto García (ex-Moo) bajo la atenta mirada de Felip Llufriu y los hermanos Roca –con tanto ojo en la nuca, no sé si querría estar en su pellejo-, que discurre entre tapas, platillos, clásicos Roca, bocadillos y “rocadillos”, y una esquina, de alquiler, “Fishhh!”, y que el día de mi visita tomó cuerpo en forma de las siguientes:
Tapas:
Un correcta pasta de wontón frita y aderezada con pimentón servida a modo de aperitivo de la casa.
Unos muy buenos chips de alcachofa –agradablemente más gruesos, e igual de crujientes, que en el formato papel de fumar en el que suelen presentarse- con muselina de bergamota (6€).
Unas coquetas de jamón ibérico (6€). ¿Buenas? Mucho. ¿En el top barcelonés? No. ¿Por qué? Por un rebozado excesivo y cierta falta de profundidad de sabor.
Sus bravas (7€). Una interesante versión (patata râpée en molde de gofres), pero en exceso grasas y faltas de punch.
Una notables –en su momento, en su temporada, será un plato excelente- sardinas "fritas", aderezadas con limón y albahaca y “empanadas” (6€).
Una anodina –el exceso de texturización le restaba muchos enteros- ensaladilla rusa (6€).
Platos:
Un notable –y lo dice alguien que detesta ver un buen producto reducido a mera textura- tiradito de pescado blanco al estilo Nikkei (12€).
Rocadillos -sin duda, de lo mejor del ágape, esta suerte de empanadas de briox-:
De pollo con mole (9€). De mediar un poco más de mole, este algo seco “rocadillo” devendría un excelente bocata.
De anguila ahumada con salsa teriyaki (9€). No hay reproche que hacerle.
De rabo de buey al vino tinto (9€). ¡Magnífico!
Clásicos Roca:
Un parmentier de calamares (12€). Una excelente versión muy, pero que muy libre del clásico “Suquet” –seguramente, lo mejor de la cena-.
Un arroz de perdiz, sepia y alcachofas (14€), del que mucho más cabía esperar, pues era un falso mar y montaña –como suele decirse, al monte tiraba la cabra- y adolecía de falta de intensidad gustativa (con una marca o, cuanto menos, con un sofrito más trabajados otro gallo hubiese cantado).
Postres –sin fisuras-:
Una excelente, por textura y puntos dulces y de vainilla, crème brûlée a la naranja (6,5€).
Una tan "fresca" como meritoria tarta fina de manzana con helado de jengibre (6,5€).
Y un notable soufflé de chocolate con helado de stracciatella (6,5€).
En definitiva, una propuesta gastronómica que, a pesar de la estopa que sé que le he repartido -un gran poder conlleva una gran responsabilidad-, me merece una alta consideración y de la que, espero y deseo, en un futuro, tras el preceptivo rodaje y ciertas enmiendas mediantes, poder hablaros en una clave marcadamente positiva.
Bodega: Nekeas Chardonnay 2010 (Chardonnay), Bodega Nekeas, DO Navarra (28€); y La Lluna la Pruna 2009 (Mourvèdre, Cariñena, Syrah), Bodega Alemany i Corrio, DO Penedès (40€).
Precio: 50 €. Precio medio: 35€-50€. No os creáis todo lo que leáis en los suplementos dominicales, pues los firman periodistas, sin duda, mucho más duchos que un servidor en el arte de las letras y en infinidad de campos más, pero cuya deontología, en ocasiones, cede ante intereses editoriales –de los pocos males ante los que, en líneas generales, los blogs estamos inmunizados-.
En pocas palabras: Se lo merezca o no –espero que hagan méritos para lo primero- un súper hit del 2013.
Indicado: Para que todos los públicos disfruten, aunque por el momento sea solo a medio gas, del encanto del Hotel Omm y del talento de los Roca.
Contraindicado: Para los que no entienden, entendemos, los sellos –ya sea Omm o Roca- como un reclamo sino como una responsabilidad.
Rosselló 265, Barcelona (Hotel Omm)
93 445 40 00
Te felicito por este post, atrevirte a criticar al Moo no es fácil pero fui y tuve exactamente la misma sensacion de todo lo que he leído y se agracede tanta veracidad.
ResponderEliminarMuchas gracias, apreciado Anónimo. Siempre he creído, y he actuado en consecuencia, que a quien me debo es a los lectores, a esas personas que hacen un esfuerzo para consumir cultura gastronómica y, por ello, no me tiembla el pulso ante determinadas prácticas.
EliminarMe gustaría que esta crónica fuese tomada en tono constructivo por parte de los responsables del RocaBar, pues, de pulir estos detalles, sería un local que, por gastronomía y ambiente, frecuentaría mucho.
Un saludo,
eduard
Totalmente de acuerdo con tu crítica al precio de los vinos. Es algo a tener muy en cuenta a la hora de decidirse por un restaurante al que ir a cenar y más si es ir a "picar/tomar algo"; si quieres salir por X euros has de pedir solo dos platillos.
ResponderEliminarPersonalmente las bravas no me convencieron, alabo la valentía de versionarlas pero las encontré en exceso oleosas, tampoco me convenció el arroz. A cambio, sí que me gustó la ensaladilla rusa y me encantó el rocadillo de anguila.
Amén a tu primer párrafo, apreciada Andrea.
EliminarEn cuanto a lo que expones en el segundo, comparto tu opinión, crítica pero reconociéndoles mérito, sobre sus bravas, sobre el arroz y sobre el rocadillo de anguila y celebro discrepar, pues a mi no me gustó, respecto la ensaladilla.
Un saludo,
eduard
ostras en mi caso el nekeas blanco estaba en carta a 20€ y nos intentaban cobrar a 28€, un vino de coste 4€.
ResponderEliminarlos aperitivos los degustastes tu sólo ya que en mi caso pasaron a la gloria, el rocadillo lo mejor, lo peor el arroz, cocido fuera de la cazuela y calentado dentro de esta, una ración diminuta dónde la perdiz había que buscarla en lupa, las bravas pastosas, las alcachofas 6 trozos por 6€, mucho tendrán que trabajar para atraer público barcelonés ya que con estos precios y política se quedarán con la gente del hotel y algún guiri ramblero que caiga por allí, si es verdad que roca moo ha sido remodelado para ir a buscar la 2, el bar es complementario.
Me sucedió lo mismo, apreciado Anónimo, pues mi cara elección: Nekeas (20€), se convirtió en carísima al llegar la cuenta (28€).
ResponderEliminarCompato tu crítica del arroz y hago mías también tus palabras sobre los rocadillos.
Sin duda, les queda mucho trabajo por hacer, y como bien apuntas, hoy (espero poder decir otra cosa en un tiempo), el RocaBar es el complemento financiero a un restaurante de un altísimo valor gastronómico pero insostenible económicamente.
Un saludo,
eduard
¿Me puedes explicar la diferencia entre "marca" y "sofrito" en un arroz?
ResponderEliminarGracias.
Por supuesto, apreciado Anónimo.
ResponderEliminarEl sofrito el tomate tomate, cebolla, pimiento, ajo...(cada maestrillo tiene su librillo), como su nombre indica, sofritos (también hay quien los introduce en crudo (restaurante Kaiuku)), que sirve de base del arroz.
La marca es el sofrito con la sustancia (conejo, calamar, setas...según de lo que sea el arroz).
Por ejemplo, en un arroz de langostinos yo saltearía el arroz en el solo en un sofrito e introduciría los langostinos a media cocción.
En cambio, en un arroz negro saltearía el arroz en una marca de sofrito, tinta y calamar, o en uno de montaña en una marca de sofrito, setas y butifarra.
Espero haberte ayudado, aunque no sé si he sido muy didáctico.
Un saludo,
eduard
Bien,más o menos entiendes la diferencia, o más bien, la no diferencia. Por tanto, tu afirmación, "adolecía de falta tanto de sofrito como de marca", como dirías tu, adolece de sentido, y prima el adorno retórico
ResponderEliminarUna marca es el medio, necesariamente graso, en el que se arranca, o "marca" un arroz, para encapsular el almidón en su interior y evitar así que este se diluya en el fondo de cocción, hecho que impediría que el grano quedara suelto.
Vamos, que es exactamente lo mismo, y unos le llaman sofrito, y otros marca cuando se trata de recetas arroceras. Sea únicamente cebolla y tomate, si eso es lo que se usa para marcar el arroz, se le llama marca en algunas cocinas.
Antes de soltar perlas como las que sueltas, deberías darte una ducha de humildad y pensar que algunos quizá no han podido pagarse una mesa en los restaurantes más caros de España ni han tenido el tiempo libre suficiente para dedicarse altruistamente al mundo del blog, pero han estudiado cocina durante años y pueden estar echandose las manos a la cabeza con algunas de las criticas que aqui, con la tranquilidad absoluta y el tono solemne de quien cree conocer la verdad absoluta, sueltas.
Retóricamente te doy un diez, pero tus comentarios muestran que pese a haberte sentanto en mil mesas, jamás has pisado una cocina.
Un saludo,
Anónimo.
Gracias por tu trabajado comentario y por hacerme recaer en mi lapsus escribendi, apreciado e instruido Anónimo.
ResponderEliminarNo obstante, debo discrepar con la identidad que afirmas entre sofrito y marca, pues, en el año y medio que trabajé en un restaurante, al hablar de sofrito nos referíamos al "sofrito" y como marca entendíamos la suma de sofrito más la sustancia en la que sellar el arroz y dotar al conjunto de una mayor intensidad y homogeneidad gustativa (lo que no sucede con las marcas en crudo).
Duchas de humildad nos convienen periódicamente a todos, no obstante, creo que tengo muchos, muchísimos defectos, pero la falta de humildad no es uno de los más destacados.
Asimismo, decirte que si he podido visitar los restaurantes que he visitado ha sido sacrificando muchas otras cosas y trabajando muy duro, y en cuanto el tiempo libre que crees que me sobra te diré que no son más que horas de sueño indebidamente (mis cada día más canas así lo dicen) robadas.
Por último, agradecerte, de nuevo, el tiempo invertido en tu comentario y la loa a mi retórica.
Un saludo,
eduard