Un lluvioso y de riguroso invierno sábado puede que, para la mayoría, no se les antoje como la ocasión más propicia para disfrutar de una comida marinera en la Barceloneta. No obstante, al despertarme anteayer, todo confluyó para que, por fin, visitase el restaurante La Mar Salada.
Y así, los planetas que se alinearon para que, contra viento –literalmente- y marea –creo que cuela como alegoría de lluvia-, me hiciese a La Mar Salada fueron:
Que, tras la cena del día anterior en el restaurante 41º (en un par de días os daré buena cuenta de ella), el cuerpo me pedía volver a poner los pies –bueno, el paladar, en el suelo –y no hay nada mejor para un aterrizaje sosegado que una buena paella-.
Que, el sábado por la mañana –en breve, los buenos entendedores, ya advertirán que en esta crónica el oleaje brillará por su ausencia- todavía no había encontrado mi “arrocería” barcelonesa, y el cartucho del restaurante La Mar Salada seguía en mi recámara.
Que el restaurante La Mar Salada puede hacer gala de un interiorismo cálido a la par que actual: una rara avis por esos lares.
Y, sobre todo, que el timón del restaurante La Mar Salada lo llevan seis manos de solvencia contrastada: Marc Singla como chef (ex-capitán del restaurante marinero de Ferrán Adrià), Albert Enrich como jefe de la partida de postres (si en el currículum de un repostero figuran los apellidos Balaguer y Escribà ya tenemos mucho ganado) y Marta Cid como directora de sala (a la que “de casta le viene al galgo”, pues es la nieta del propietario de la Mar Salada y también de Can Ros).
Y así, reunidos argumentos de tanto peso, no me quedaba otra que, engatusada mi compañera de fatigas gastronómicas, saldar una de las deudas con la restauración barcelonesa de vencimiento más acuciante (casi cuatro años se cuentan desde que el restaurante La Mar Salada tomó el actual rumbo).
Deuda que con mucho gustó saldé gracias a:
Un excelente buñuelo de bogavante y una croqueta de jamón ibérico pareja en virtud.
Unos impecables (finos, crujientes, en absoluto aceitosos…) chips de alcachofa.
Una correcta coca de pan con tomate.
Un sabrosísimo lingote de escalibada y anchoa 00 del Cantábrico.
Una buena, aunque algo trasnochada, tortilla de patatas deconstruida (cebolla caramelizada, yema de huevo y emulsión de patata).
Un notable (por la calidad de la materia prima de su farsa) canelón de aguacate relleno de bogavante y cigala en crudo y aderezados con un ligero picadillo y cilantro.
Unos buenos, sin más, mejillones al romero.
Un dúo de arroces (paellas a la cazuela) que rivalizaban en excelencia (punto del grano, sabor, calidad del producto…) –aunque los dos estarían en el podio de arroces de la Barceloneta, a mi entender, es el segundo el que merece la medalla de oro- interpretado por:
Un arroz de gambas de la Barceloneta, cigalas y mejillones.
Y un arroz de butifarra negra, conejo, setas, espárragos verdes y tirabeques.
Y un, sorprendentemente irregular, trío de postres al que dieron forma:
Una correcta, sin más, macedonia acompañada por una sopa gelificada, y de muy tenue sabor, de maría luisa.
Un excelente flan de vainilla Bourbon (magnífica textura e intensísimo sabor) coronado por una buena, aunque no al nivel de la del restaurante Vivanda, quenelle de nata.
Y unas texturas de chocolate que, sin duda, resultaron la gran decepción de la comida, pues de Albert uno esperaría un postre de chocolate “la mar de bueno” y, en cambio, la realidad con la que uno se da en los morros es una barroca concatenación de texturas de chocolate de irregular factura (especialmente mejorables la del cremoso y las de los bizcochos).
En definitiva, la “arrocería” más completa de la Barceloneta y, por ello, mucho más que una “arrocería”.
Bodega: Interesante (referencias y precios) carta de vinos. Luna Creciente 2011 (Albariño). Viñedos Singulares. DO Rías Baixas.
Precio: 45 €. Precio medio 40€-50€. De lunes a viernes ofrecen un interesantísimo menú mediodía por 12€.
En pocas palabras: ¡”Habemus Paellam”!
Indicado: Para los que están hartos de los restaurantes de cocina marinera que solo saben hacer una cosa -o tapas o arroces o pescados y jamás postres-.
Contraindicado: Para los que creen que el bocado perfecto en la Barceloneta es un bocata con más tierra que una navaja sin depurar. O en cristiano, para los que son felices ignorando que este encantador barrio marinero es mucho, muchísimo más que un par de calles a una playa pegadas.
Joan de Borbó 58-59, Barcelona
93 221 21 27
Comisteis a la carta o algún menú de degustación. Gracias
ResponderEliminarA la carta. Lo que describo lo compartí con mi compañera de fatigas gastronómicas y el precio que apunto es por persona.
ResponderEliminarUn saludo,
eduard
Gracias!!!!
ResponderEliminarPocos he probado en ese turistico paseo... siempre pienso en probar alguno nuevo, pero al final, suelo acabar en Can Solé o Cheriff .
Lo probaré! =)
Ivan
No se merecen, Ivan. Estoy convencido que te gustará. Ya nos contarás.
ResponderEliminarUn saludo,
eduard
Este pasado domingo, fuimos a La Mar Salada, gracias a tus comentarios sobre la paella, y, realmente vale la pena. Nosotros atacamos un arroz negro con sipionets y verduras, francamente estupendo. En lugar de un albariño, escojimos un blanco de Montsant, Acustic, sin complejidades (lease Auzells o Ekam) que dos dias antes dudabamos si comprarlo o no en el super. Destacar los bueñuelos de bogavante aunque personalmente se acercan mas a croquetas por su densidad que a buñuelos, de todas maneras fueron una buena eleccion como entrante. Un domingo multitudinario en la barcelona estupendo.
ResponderEliminarCelebro, Mark, que mi recomendación fuese exitosa.
ResponderEliminarSin duda, los arroces de la Mar Salada son de los mejores de Barcelona.
Y aunque como bien apuntas, por textura los buñuelos podrían pasar por croquetas, la pasta "choux" con la que están hechos les confiere identidad de buñuelo y no de croqueta.
Un saludo,
eduard
PD: yo soy de Ekam.