jueves, 10 de enero de 2013

La Cuina d’en Garriga

A esta crónica le vendría como anillo al dedo una introducción tal como:

Estaba el pasado viernes paseando por el Paseo de Gracia cuando, a pesar de lo temprano de la hora que era, las tripas empezaron a rugirme -supongo que, en parte, por culpa del filete tártaro que me estaba imaginando como almuerzo sabatino-. Rugidos que, afortunadamente, no ahogaron la vocecita interior que me recordaba que hacía unos días había acabado con las existencias de mi mostaza favorita –la de Wilkin and Sons-. Así que, reunidos en una misma ecuación el Paseo de Gracia, un hambre a horas intempestivas y la necesidad de hacerme con una mostaza más difícil de encontrar que un restaurante sin carta de gin-tonics, el resultado no podía ser otro que: “¡Avante toda rumbo al restaurante La Cuina d’en Garriga!”.

Pero de no advertiros que en las anteriores líneas hay más de ficción que de realidad, estaría haciendo buena esa máxima del mal periodista que reza “no dejes que la realidad te estropee una buena noticia”.

Y hay más ficción que realidad pues: presentarse en el restaurante La Cuina d’en Garriga sin reserva previa ofrece solo alguna posibilidad más de acabar con el buche lleno que las que uno tenía de desembarcar en la Cala Montjoi en las mismas condiciones; terminé cenando temprano, sí, pero no por mi voracidad sino porque preferí la certidumbre del primer turno al cabreo por las demoras que los segundos suelen llevar aparejadas; ¿Compré la mostaza? También, aunque desconocía que fuese una de las cuidadas referencias del colmado al que Helena Garriga (propietaria junto a su pareja, Olivier Guilland) ha dotado de una segunda personalidad; y, para los más curiosos, el pasado sábado no comí filete tártaro sino que preparé cabrito de Burgos con cuscús a la naranja.

Y tras una de las introducciones más sui generis con las que os he obsequiado –sé que para algunos, pocos, son preciados regalos y que para la mayoría son pingos o pongos, “mais… c’est la vie”-, toca centrarse y hablaros de lo que Jordi Rodón cuece y enriquece en el restaurante La Cuina d’en Garriga.
Restaurante -aunque dada su oferta gastronómica, su ambiente (música, servicio…) y, sobre todo, la nula separación entre sus mesas, sería más propio referirse a La Cuina d’en Garriga como un bistró- en el que, el pasado viernes, de entre una oferta que discurre por una cuidada selección de embutidos y quesos afinados, platos de cuchara, platos de tenedor, platos de cuchillo y tenedor y postres, me decanté por degustar:

Un correcto pan del horno Baluard -no os asustéis, no era culpa del pan sino del tiempo que llevaba cortado- con su kit de “pa amb tomata”.
Un montadito de un excelente morcón (aperitivo de la casa).
Un irregular “Trío de clásicos de La Cuina d’en Garriga”. Excelente el foie, buena, sin más, la sobrasada con miel, y floja –también de sabor- la butifarra negra con patata.
Una tan buena como impropiamente bautizada “coca de recapte”, pues a pesar de su virtud gustativa, la masa de la coca no era la típica de las cocas de “recapte” de mi tierra –las genuinas- y las verduras se presentaban asadas y no escalibadas –sin llama no hay vida, no hay sabor-. Merecen destacarse los dos excelentes filetes de anchoa del Cantábrico que la coronaban, que la ennoblecían.
Un muy buen roast beef de ternera de Gerona aderezado con una correcta mostaza de Dijon –poco me faltó para destapar el tarro de las esencias de la mostaza Wilkin and Sons que acababa de comprar-. (media ración)
Unos brutales –top tres barcelonés- macarrones de panceta, cebolla confitada y queso Comté. El solo hecho de probar estos macarrones justifica la visita al bistró La Cuina d’en Garriga. (media ración)
Y un dúo de tartas (buena la de limón y muy mejorable la de queso) que me hizo acordarme toda la noche de la degustación de quesos a la que, por ellas, había renunciado –no cometáis el mismo error-.
En definitiva, un colmado del que, por su interiorismo, por el buen rollo que en él se respira y, sobre todo, por la notable relación calidad-cantidad-precio de su propuesta gastronómica, celebrar su desdoblamiento de personalidad. Afortunadamente, entre los Garriga (Cuina y Colmado) no hay Mr. Hydes.

Bodega: Esto es una bodega a la vista -y a mano- y el resto son tonterías. Sus precios: a los que se ofrecen en el colmado más seis euros en concepto de descorche. Serras del Priorat 2011 (Garnacha, Cariñena y Syrah). Bodega Clos Figueras. DO Priorat.
Precio: 35 €

En pocas palabras: Mucho más que uno de los mejores platos de macarrones de Barcelona.

Indicado: Para descubrir un colmado colmado de pequeñas joyas gastronómicas o disfrutar de una cocina tan sencilla como sabrosa.

Contraindicado: Para los que se deleitan con las conservas menos cuando se convierten en una, pues en La Cuina d’en Garriga los comensales parecen sardinas en lata.
Consell de Cent 308, Barcelona.
93 215 72 15

4 comentarios:

  1. Hola Eduard,
    Fa força temps que et segueixo i avui m´he decidit a "intervenir". Ens podries explicar quin son els altres dos ocupants del podi barcelonès dels macarrons ?
    Gràcies i endavant amb aquest fantàstic blog.

    ResponderEliminar
  2. Benvingud/a, doncs.

    Els tres macarrons dels que més gaudeixo fora de casa -la meva padrina és una artista en aquest camp- són els de:

    Casa Paloma, Vivanda i La Cuina d'en Garriga.

    Salutacions i moltes gràcies per les teves paraules.

    ResponderEliminar
  3. Hola Eduard,
    Gracies sempre per els teus comentaris i per compartir bones adreces, qusi sempre d accord.
    El nom correcte del cuiner es Jordi Rodón. salutacions Josep

    ResponderEliminar
  4. Gracias por advertirme de mi gazapo, apreciado Anónimo -una "n" con ansias de protagonismo-.

    Un saludo y, de nuevo, agradecerte tu corrección y tus generosas palabras.

    eduard

    ResponderEliminar