Laos y, particularmente, Luang Prabang se erigieron como una de las más gratas sorpresas de mi viaje por el sudeste asiático. Sin duda, las bajas expectativas con las que afrontaba mi corta estancia por esos lares contribuyeron notablemente a ello. No obstante, la salvaje y frondosa belleza de sus paisajes y su riqueza gastronómica hacen de Laos un país de más que recomendable visita.
Centrándonos ya en lo que aquí nos atañe, apuntar que la mejor forma de disfrutar de la cocina de Luang Prabang -como sucede con la gastronomía de la mayor parte de Asia- es cediendo a la embriaguez olfativa que produce pasear por sus mercados callejeros.
Aunque, si el destino os tiene reservada una parada en Luang Prabang no deberíais perderos el restaurante Tamarind (cena para dos por menos de 20 €) y su…
Pan negro de algas y sésamo en el que untar el chutney más picante que he probado.
Ensalada de búfalo.
Tortilla francesa a las hierbas frescas.
Pescado de río cocinado dentro de una hoja de banano y acompañado con verduras crocantes y “sticky rice” o arroz glutinoso o arroz dulce (arroz de grano corto que, al cocinarse, adquiere una agradabilísima, por extraño que pueda pareceros, textura gomosa, típico de Laos y del norte de Tailandia).
Cerdo marinado en citronela y cocinado a la brasa.
Dulces de arroz.
O sticky rice negro con plátano, sésamo, coco y tamarindo.
Y mañana, Phuket y Phi Phi.
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