lunes, 13 de mayo de 2013

Carrot Café

¿Pueden convivir pacíficamente en una misma sentencia los conceptos “American Diner” y Via Veneto?

A juicio de Xavier Uño –en su currículo los encontraréis ambos referenciados a un mismo nivel, a pesar de que pasó más de un lustro bajo las órdenes de la familia Monje y mucho menos duró su aventura americana-, y de la aprehendida, en mi visita de hace dos semanas, realidad del restaurante Carrot Café… ¡Definitivamente sí!

De Xavier, amo y señor, y responsable de compras, camarero o cocinillas –en la no reconocida por la RAE acepción de “cocinero amateur”- de la partida de postres del restaurante Carrot Café, solo añadiré que es una delicia observar cómo se desvive por sus clientes –y por ello, y a diferencia de lo que sucede en el 99% de los restaurantes de Barcelona, los que visitan su casa de comidas somos mucho más que números en un balance-, y que es un ensamblador –la magia en el restaurante Carrot Café no acontece ni en el pase ni en la “mise en place”, sino que tiene lugar durante la incansable búsqueda de Xavi de los mejores proveedores (por ejemplo: de cinco panaderías provienen la decena de panes con los que trabaja o Jordi, mi Jordi, el de la carnicería Casademunt del Mercado de Sarrià, es su proveedor de hamburguesas)- como pocos encontraréis.

Nada habla mejor del restaurante Carrot Café que los platos que, en breve, reseñaré, no obstante, cuatro son los apuntes previos que voy a hacer:

El primero, y por una cuestión de coherencia, en este caso, cronológica, versa sobre la fecha de su apertura (en septiembre de 2012). Ya lo veis, otro dispuesto a desafiar a la maldita crisis.

El segundo responde a la sorpresa que me causó descubrir, en una de las zonas más oscuras y viejas del 22@, un restaurante con tanta luz y de un interiorismo tan fresco.

En el tercero, una de cal y otra de arena, pues no es de recibo –en el fondo sí que lo es, y en la factura, casi de risa, está el recibo- que productos tan cuidados (i.e. embutidos, carne, panes o ¡Cervezas!) convivan con otros de chichinabo (i.e. algunas hortalizas y unas cuantas salsas, especialmente el kétchup y la mostaza)

Y el cuarto se limita a un: por lo que fue, por lo que es y me quedé con las ganas de probar (i.e. bagel de roast beef, sándwich de pan de coca crujiente con sobrasada, tomate y huevo, o bikini de jamón ibérico, queso suizo, cerdo asado, mostaza y jalapeños) y lo que promete ser -nuevos bocatas, como el de Pastrami, Stilton y chucrut, el de bogavante o la hamburguesa de cordero halal, están a punto de ver la luz- ¡Volveré!

Y tras uno de los más lacónicos prefacios que he escrito últimamente, he aquí la bonita, buenísima y baratísima realidad gastronómica del restaurante Carrot Café:

Un correcto humus para ser untado en unos buenos grissinis.

Un notable bikini de porchetta. Sin duda, su “Messi”, la coca de pan del Maresme que hacía las veces de pan de molde.

Una excelente foccacia, de nuevo, un pan de 10, de porchetta, scamorza afumicata, crema de setas y trufa –lo artificial del sabor de ésta última ha estado a punto de costarle la excelencia en mi valoración a este bocata, pero es que estaba taaaaaaaaaan bueno- y tomate al horno.

Un muy buen bocata -de nuevo, ¡Vive la coca de pan del Maresme!- de butifarra negra de Vilobí.

Un magnífico –sin duda, el rey de la velada- bocata de pastrami, scamorza afumicata, mostaza de miel y pepinillos, en el que la calidad del embutido y del pan, de centeno, no tenían parangón.

“La” hamburguesa (200 gramos de filete de pobre de vaca, con un mes de maduración y picado lo justo). Una lástima que ni el cheddar, ni el tomate, ni el beicon, ni la cebolla confitada, ni las patatas, ni mucho menos el kétchup y la mostaza que la acompañaban, estuviesen a su altura.

Y unos brutales –los mejores que he comido en Barcelona y parte del extranjero- pasteles –solo por el capítulo dulce merece la pena la excursión al restaurante Carrot Café- de:

Zanahoria -uno entiende el nombre del restaurante-.

Y de queso -uno se pregunta el porqué de no bautizarlo "Cheesecake Café"-.

En definitiva, un restaurante, por su calidad y sus precios, total, esto es, más que recomendable para todos los públicos y para todo tiempo.

Bodega: De las cuatro decenas de cervezas y del par de referencias de vino (una de blanco y otra de tinto -prometido quedó ampliar tan paupérrima selección-), que la conforman, me quedé con: las belgas Duvel y La Chouffe, y la alemana y ahumada Aecht Schlenkerla Rauchbier.

Precio: Entiendo que, como Santo Tomás, necesitéis ver para creer –si eso os obliga a ir al restaurante Carrot Café ¡Bienaventurados sean los desconfiados!-, pero la anterior y pantagruélica cena para dos personas me costó 50 € (25 € por barba -aunque, por algo menos de 20 €, un estómago normal ya diría ¡Basta!-). Además, cuentan con un trío de menús que son un auténtico regalo: Vegetariano (9,5€), Ejecutivo (10,5€) y Fast Lunch (7,5€).

En pocas palabras: La sandwichería de Barcelona.

Indicado: Para que los que creen a pies juntillas en eso de “demasiado bueno para ser verdad” reparen en su error.

Contraindicado: Para los que el sándwich es como la mona –esa que aún vestida de seda, en mona se queda-.

Tànger 22, Barcelona.
933 093 375

5 comentarios:

  1. Lo descubrí hace ya unos meses cuando abrió gracias a los amigos de Paprika Gourmet porque les sirven el Pastrami, y me gustó mucho.
    Además, tienen bagels del Be my Bagel, y eso es una garantía (visita obligada sólo por eso!!).

    En definitiva, tengo que volver y me lo has recordado.

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  2. Esto es un comentario bien fundado y lo demás son tonterías, David.

    Sin duda, los dos proveedores que has nombrado ilustran a la perfección la búsqueda de la excelencia que apuntaba en mi crónica.

    Un saludo,

    eduard

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  3. Desconocia la existencia deCarrot Cafè .Probare su pastrami .Ojalà pueda recordarme al maravilloso pastrami de KATZ NYC

    Carlos

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  4. Espero que esté a la altura, apreciado Carlos.

    Un saludo,

    eduard

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